LAS PLANTAS DE CELULOSA Y EL AGUA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Todas las plantas de celulosa eligen lanzar sus residuos industriales líquidos –riles– a cursos de agua superficiales, ya sea ríos o zonas costeras, sin tener en cuenta que la opción de diluir los contaminantes no elimina los potenciales riesgos en la salud de las personas u otros seres vivos que entren en contacto con dichas aguas.

No sólo en Chile las plantas de pasta de papel o celulosa optan por usar el agua donde habitualmente se desarrollan actividades como la pesca o la agricultura, también en Argentina y Uruguay los técnicos de papeleras y las autoridades consideran a los emisarios submarinos como la mejor opción tecnológica para descargar sus riles. No nos engañemos, esta alternativa es sólo la más económica y, lamentablemente, la más sucia.

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No por nada las plantas de papel ya no están operando en los países del Norte, a no ser que utilicen ciclos cerrados o estén actualmente cambiando sus tecnologías de manera radical para no contaminar, es decir: están utilizando tecnologías totalmente libres de cloro, pues éste es el elemento precursor de contaminantes persistentes como las dioxinas.

Fueron estos mismos países a través del Banco Mundial, los que fomentaron el traslado de esta industria a territorios del Tercer Mundo, tanto en América Latina como en África. Esto quedó en evidencia el año 1992 con las declaraciones del señor Laurence Summers, principal economista del Banco Mundial en la época, quien a través de la frase “no debería el Banco Mundial alentar la migración de industrias sucias a los países menos desarrollados” resumió el destino de nuestros recursos naturales, y en particular, de nuestro recurso hídrico.

Estamos en un momento de crisis ambiental en América Latina pues las consecuencias de la depredación de industrias tan contaminantes como las de celulosa están dejando sus huellas, en Valdivia, Chile, el rastro de la muerte de un ecosistema se evidencia ante cifras como la supervivencia de sólo 180 cisnes donde una vez hubo 6.000.

La lucha por exigir lo mejor para el continente recién comienza; el conflicto pulpero entre Uruguay y Argentina también. Los países latinoamericanos no somos un basurero ni menos una cloaca.

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* Ingeniera civil especializada en asuntos ambientales; integrante de Océana, Oficina para América del Sur y Antártica.

Esta columna se publicó, además, el 25 de abril en ARGENPRESS, agencia de noticias independiente argentina (www.argenpress.info).

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