Lascivia e hipocresía: – LA POLÍTICA EN ESTADOS UNIDOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El número de muertos estadounidenses en Iraq superó los 4.000; los combates hicieron erupción entre las diferentes facciones. Un cacho de hielo con un tamaño seis veces el de Manhattan se separó de la Antártica. La economía de EEUU continúa hundiéndose en la recesión. Los medios, como era de esperar, siguen obsesionados con la noticia del estado psiquiátrico de Britney Spears y del escándalo sexual del ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer.

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Política, sexo y medios masivos –un ménage a trois de la cultura de estados Unidos, tan golpeante como un aguacero en abril. Las figuras principales del escenario político, que gastan inusuales cantidades de dinero para ser y permanecer elegidos, a menudo son «machos alfa» –agresivos, decididos, confiados, ambiciosos, y siempre en busca de más–. Aspiran y se desinflan. Tienen tendencia al comportamiento autocrático y abusivo. Y un apetito insaciable de poder, comida, bebida, dinero y sexo –a menudo en sus variantes más innovadoras.

Gravitan hacia los negocios (Directores Generales), deportes (bateadores de jonrones y lanzadores de cero hit) y, por supuesto, la política del poder. En 1972 escuché la siguiente conversación tras bambalinas antes de un acto musical destinado a recaudar fondos para el recién formado Sindicato de Putas de San Francisco:

Mujer 1: Oye, supe que estuviste en San Diego para la Convención Republicana. ¿Ganaste buen dinero?

Mujer 2: ¡Cómo no! Trabajé dieciséis horas diarias todos los días. Pero, ¿sabes?, no tuve que esforzarme mucho.

Mujer 1 : ¿No me digas? ¿Y qué hiciste?

Mujer 2 : Meé y cagué encima de ellos, y les di azotes.

Mujer 1: ¿De veras? ¡Vaya! ¿Y quiénes eran los tipos?

Mujer 2: Bueno, ya sabes, senadores y jueces, gente de esa.

Es más, fíjense en los recientes escándalos en los que han estado involucrados los «machos alfa». En julio de 2007, el senador David Vitter (republicano por Luisiana) admitió «un pecado muy grave en mi pasado». Esta confesión coincidió con el descubrimiento por parte de investigadores federales que él, al igual que Eliot Spitzer, contrató a costosas damas de un negocio de prostitución. Los medios lo llaman una red. ¿Será para darle un toque de seguridad? Él aseguró lacrimosamente al público que nunca repetiría tal pecadillo.

Para demostrar su contrición, el derechista legislador y defensor de la transgresión de infidelidad, se ocultó toda una semana antes de brindar su sollozante disculpa. Luego regresó tranquilamente a su curul del senado, donde continua emitiendo balbuceos morales extremistas y disfrutando las ventajas del cargo.

El escándalo Vitter en realidad continúa la cruzada moral republicana que hizo erupción durante sus esfuerzos a mediados de la década del 90 por expulsar a Clinton debido a que mintió acerca de una chupada. Recordemos que Vitter sustituyó al mojigato Bob Livingston, el importante republicano que tuvo que renunciar en 1999 porque también fue atrapado por los testículos en la moledora de la infidelidad conyugal.

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Antes de eso, supimos que el representante Mark Foley (republicano por la Florida) había enviado correos electrónicos amorosos a mensajeros del Congreso. Foley renunció en 2006, antes de que los padres comenzaran a preocuparse por la seguridad de sus hijos en la agresiva atmósfera de machos alfa del Capitolio. Fiscales de la Florida aún investigan el historial de Foley para ver si trascendió la etapa de los correos y el flirteo con sus muchachos favoritos menores de 18 años.

El predicador republicano, Reverendo Ted Haggard, había calificado la homosexualidad de crimen asqueroso. Entonces su amante homosexual (masajista pagado) lo abandonó. «Lo alenté por el trasero», aseguró el masajista, lo que quería decir que insertó metanfetamina por la cloaca de Haggard, a lo que luego siguió lo que ya ustedes saben. («Doble placer», como decía el viejo comercial).

Bill Clinton negó bajo juramento que había tenido «relaciones sexuales con esa mujer», la ex insertada Mónica Lewinsky. Mónica corroboró la declaración de Clinton: «solo estábamos retozando». El chiste en círculos de la onda en Los Ángeles es que Mónica votó por los republicanos en 2004. «Los demócratas me dejaron un mal sabor».

Barack Obama debe su curul en el senado al sórdido Jack Ryan, quien abandonó la contienda electoral en 2004 después de que su ex esposa asegurara que él la llevó a «clubes raros» y le pidió que realizara actos de perversión, como practicar el sexo con él en público. Ryan dijo que solo lo hizo una vez.

El senador Gary Hart se convirtió en otro reidor alfa. Hart pudo haber capturado la nominación presidencial demócrata en 1988, pero a fines de 1987 lo atrapó un reportero de The Miami Herald cuando pasó una noche –y un día– de diversión con Donna Rice, una mujer que no se parecía a su esposa. Anteriormente Hart había retado a los medios a que probaran rumores ampliamente demostrados de sus travesuras.

Su colegas alfa sacudieron tristemente la cabeza en público, pero provocaron unas cuantas expresiones de disgusto por una foto de Donna en el regazo de Gary junto a un yate de recreo llamado Monkey Business (Monadas). El
senador Bob Pickwood (republicano por Oregón) renunció en 1995 cuando 17 empleadas y colegas femeninas aseguraron que él las acosó repetidas veces. Ah, también importunó a cabilderos para que le consiguieran trabajo a su ex esposa y alteró sus registros diarios para impedir una investigación de ética.

El representante Gary Condit (demócrata por California) admitió que tuvo una aventura con su insertada Chandra Levy, poco antes de que el cuerpo de la muchacha fuera descubierto en mayo de 2002 en el Parque Rock Creek de Washington. Al principio Condit juró en una declaración que solo eran amigos.

En 1988 la representante Helen Chenoweth (republicana por Idaho) comenzó a publicar anuncios anti-Clinton en los que insistía que la «conducta personal no cuenta». Entonces fue atrapada y admitió que durante seis años, en la década de 1980, había tenido una relación con un hombre casado que posteriormente fue miembro de su personal en el congreso.

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En 2004, la representante estatal Katherine Bryson, de Utah, se puso a retozar con un amante frente a una cámara de vigilancia que su esposo de entonces había instalado para atrapar a un ladrón.

Wilbur Mills, el poderoso presidente del Comité de Finanzas de la Cámara de Representantes, se emborrachó y metió su auto en el Arroyo Creek de Washington. La policía ayudó a sacar del agua a Fanne Fox, una desnudista de un antro de fulanas. Wilbur lloraba: «Voy a salvarte, amor.»

En 2007, el Senador Larry Craig se declaró culpable de insinuárse en un baño de hombres a un policía encubierto. Treinta y tres años antes, en octubre de 1964, la policía del D.C. había arrestado al principal ayudante de Lyndon Johnson. Walter Jenkins, en pleno coqueteo gay en un baño de la YMCA.

El simple listado de los escándalos sexuales de políticos de carril rápido pudiera llenar las páginas de un libro bien gordo. Así que no debiera sorprender al público lascivo que el gobernador de Nueva York, hijo de un multimillonario que luchó en Wall Street, echara su carrera por la borda —¿el primer presidente judío? ¡Imagínense… un rico muchacho judío atrapado en perversiones con una prostituta «shiksa»1 de alto precio!

Los interesados en la psicología sexual del macho alfa pudieran remitirse a «afecciones» con implicaciones de «hacer sufrir/auto humillación/a la pareja». Estos individuos padecen de «fantasías/inclinaciones de infligir o aceptar dolor como medio de excitación sexual».

A veces los masoquistas «pueden desear el dolor o la humillación –sentirse atados, azotados, humillados o sufrir–. Otras actividades pueden incluir vendas en los ojos, limitación física, actos humillantes de palabra o acción, azotes, ser orinados o defecados». Naturalmente (¡qué mundo!), los sádicos pueden «hacer daño o humillar a una pareja dispuesta, como prostitutas o masoquistas sexuales».

Según la doctora Joan Anzia, en 1993 14% de los hombres y 11% de las mujeres confesaron haber tenido alguna experiencia de actividad sadomasoquista» (M2 Psychpathology, 2005).

Las actividades de Spitzer con Kristen no tenían que ver con el amor. Piensen en las perversiones como perversiones, tal como Joan Rivers lo describió una vez:
Spitzer quiso regular a los otros alfa de Wall Street. Irónicamente, su caso distrajo al público de los delitos financieros de enormes proporciones, aprovechados por la administración Bush y el congreso –así como por la legislatura del estado–. Las víctimas que perdieron sus hogares pertenecen a una clase diferente con prácticas sexuales diferentes. No pueden darse el lujo de pagar a una puta de US$ 5.000 la hora.

«¿Qué puede conseguir uno por 5.000 que no pueda obtener por 4.000?», preguntó Jackie Mason.

Clave para la pregunta/respuesta. Juego de palabras con el nombre del político, ya que Armey, suena igual que Army, en inglés: ejército (puede tomarse en consideración, además, que uno de los términos del habla coloquial para designar al pene es «dick»).

1 En un ambiente judío, expresión insultante para describir a una mujer no judía.

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* Cineasta, escritor, miembro del Instituto para Estudios de Política.
Su filme Aquí no jugamos golf, en DVD, puede adquirirse solicitándolo a roundworldproductions@gmail.com.

Artículo publicado originalmente en http://progreso-semanal.com.

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