Lenka Chelén – LA LIBERTAD DEL ARTE ES CONQUISTA DE LA VIDA
La nacionalidad es un sedimento que dejan paisajes y generaciones, lugares, lecturas, cuentos, consejas y el simple y lento devenir de las cosas.
Nadie puede reclamarla más otro, nadie es menos nacional que otro –y al fin de cuentas el único territorio que podríamos reclamar es el de la infancia …o el de la muerte–.
Lenka Chelén Franulic podría aspirar a una doble nacionalidad chilena. La que eligieron sus abuelos maternos y paternos, quizá anotada en los códigos de la metafísica de la vida mucho antes que los Chelén y los Franulic llegaran a Chile. En cambio se decidió por la entrega de sí misma en cada una de sus obras.
Hija de escritor y cónyuge de escritor conoce, sin embargo por sí misma, el color y la forma de la escritura; al menos una obra de teatro –escrita en colaboración con otro autor– lo prueba. Es que también conoce el «set» de televisión y el vértigo de las tablas, como actriz, productora e impulsora del teatro infantil y del «café concert».
Lukó de Rokha, también artista plástica, e hija y compañera de toda la vida de un poeta –hija de Pablo de Rokha y compañera de Mahfud Massís– dijo alguna vez que la pintura de Lenka Chelén es un regreso a la infancia:
«cuando nada preconcebido guía nuestras manos».
Infancia que la observa todavía, ya no desde la mirada de sus hijos habidos con Walter Garib, sino desde las pupilas de los nietos que corretean por la casona.
Nada preconcebido… Como sus actos de solidaridad por los niños, por ejemplo, o en pro de la prensa independiente, que testimonian su colaboración con la Fundación Cordillera y la revista Punto Final, en Chile.
De esta personalidad y de esta artista una apenas esbozada aproximación a su obra. Que se compone de óleos, acríclicos y unos curiosos personajes que llama funámbula.
