Los 35 años del Frente Polisario

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Blanche Pietrich, La Jornada*

Desde 1970 busca la autodeterminación del Sahara Occidental, primero ante España y hoy día ante Marruecos.

Lo que se conoce como la nación saharaui –cuyo origen es confluencia de los sanaja, quienes mediante la utilización de camellos lograron domar las extensiones desérticas, y los almorávides, procedentes de Yemen en el siglo XI– pobló la zona desde el siglo XIII y fundó ciudades como El Aiún, la ciudad sagrada de Esmara, Dajla o Ausred.

Hasta mediados del siglo XX el Sahara Occidental se mantuvo como una federación de tribus nómadas. Ni marroquíes ni mauritanos lograron imponer su dominio. España legitimó su derecho sobre esos territorios mediante un acuerdo con Portugal en el siglo XVI, pero es en el siglo XIX cuando las expediciones españolas inician el establecimiento de guarniciones, siempre con el acuerdo de líderes de las tribus locales.
 
Los beduinos saharauis se identifican como aulad enau, “hijos de las nubes”, hombres “de turbante negro”, para diferenciarse de los tuareg argelinos, “de turbante azul”. A mediados de los años 50 del siglo XX se definen los límites del Sahara Occidental como protectorado español.
 
Esta antigua colonia del régimen franquista es el único país hispanohablante del mundo árabe, aunque sólo una minoría habla castellano, ya que la lengua cotidiana es un dialecto del árabe clásico, el hasania. Los intelectuales saharauis aseguran que fue Cuba y no España el país que acudió al “rescate del castellano” en el Sahara Occidental. Al salir al exilio, hace 30 años, la mayoría de la población era analfabeta; hoy sólo 30 por ciento no sabe leer.
 
Germen independentista
 
Al calor de los movimientos de liberación africanos, y en particular de los de Marruecos y Argelia contra Francia, en 1970 surgen las primeras organizaciones independentistas, germen de lo que después sería el Frente Polisario (acrónimo de Frente Popular para la Liberación de Saguia El-Hamra y Río de Oro). Su fundador es Lueli Mohamed Sayed, hijo de nómadas, estudiante y obrero. En 1977, a los 28 años, cayó en el frente de batalla.
 
El proceso de independencia se ve truncado por la retirada de España a la muerte del dictador Francisco Franco, que ilegalmente cede tres cuartas partes de su protectorado a Marruecos y una cuarta parte a Mauritania. Este último país se retira en 1979, derrotado por la acción guerrillera del Frente Polisario. Por el contrario, Marruecos acelera sus planes de colonización con el inicio de la Marcha Verde, que en 1974 lleva a 350 mil marroquíes a asentarse en las ciudades saharauis.
 
En 1976 se proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y establece su sede en el exilio en los campamentos de Tindouf, en el inhóspito extremo occidental de Argelia, a 800 kilómetros de la ciudad más cercana; a mil kilómetros de Argel, la capital. Apoyada por una resolución de la comisión de descolonización de la ONU, más de 70 países la reconocen.
 
¿Existe el Sahara Occidental?
 
El extremo occidental del Sahara argelino es totalmente estéril. Le llaman tanezfout, tierras de la sed; un desierto que registra la mayor salinidad del mundo, sin posibilidades de ningún tipo de agricultura. En las estadísticas mundiales el nivel de desarrollo económico de esa región aparece simplemente como cero.
 
Al mirar los mapas, uno diría que el Sahara Occidental, la patria que quedó a medio nacer en el periodo de la descolonización de África, no existe. Pero, ¿realmente existe esta nación?
 
El Sahara Occidental es hoy un pueblo desgarrado en tres espacios. Uno es el territorio bajo el régimen marroquí, con su capital, El Aiún, una larga franja litoral bañada por el Atlántico, puertos ricos en pesca, ciudades sagradas, centenares de presos políticos y el famoso triángulo útil de Bru Craa, que contiene 2 millones de toneladas de fosfatos.
 
Ahí habitan, se calcula, 250 mil saharauis. En esta zona surgen, de manera cíclica, los movimientos de rebelión de la población originaria contra las autoridades de ocupación.
Otro espacio es el territorio liberado, la franja mutilada por el muro de contención que el ejército marroquí construyó a partir de 1981 con diseño israelí, financiamiento saudita y tecnología estadunidense y francesa.
 
El muro se extiende a lo largo de mil 900 kilómetros, y a su alrededor se han sembrado cerca de 4 millones de minas. Se levantó para contener los embates del Frente Polisario. Ha dividido a miles de familias, ha cortado milenarias rutas de caravanas de camellos. Ha cercenado a los saharauis de la parte más rica y fértil de su territorio.
 
La única población en territorio liberado, Tifariti, fue declarada, hace poco, capital del Frente Polisario. Según el plan del recién relecto presidente Mohamed Abdelaziz, el parlamento y el consejo nacional de la República Árabe Democrática Saharahui (RASD) deben asentarse ahí.
Un tercer espacio son los campamentos de Tindouf, con poco más de 120 mil refugiados que viven de la asistencia internacional, sin posibilidades de desarrollo.
 
La actual nación del Sahara Occidental ha construido su identidad nacional, su Estado y su organización política, social y económica “en la intemperie del mundo”, como describe la diputada en el Parlamento Africano Suelma Beiruk, responsable de desarrollo social y cooperación internacional de la Unión de Mujeres. Es una definición que alude no sólo a las terribles condiciones geográficas y climáticas de la hamada argelina, sino a la soledad de su causa en la comunidad internacional. “El mundo nos mira y nos olvida casi inmediatamente.”

 

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