Los Piratas, ¿democratizarán Europa?

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Aún es demasiado pronto para determinar si los Piratas llegarán a ser algo más que una curiosidad en la historia de la democracia europea. Sin embargo, si no sucumben a sus errores de juventud, tienen bastantes posibilidades de transformar la democracia del siglo XXI en su forma, de digerir el fin de la era del crecimiento en el fondo, de lograr la distribución entre las generaciones en el ámbito demográfico y de convertirse en el primer partido realmente europeo.

La idea de representar al pueblo mediante organizaciones denominadas «de masas» es tan antigua y obsoleta como la era industrial. Ante la disolución de su organización antaño tan «cuadriculada», la industria musical y el sector del turismo se encuentran en el ojo del huracán y el sistema político probablemente correrá la misma suerte. Las aplicaciones en Internet [de participación ciudadana] como «Liquid Feedback» del Partido Pirata son capaces de disolver con gran eficacia una organización política surgida en la atrasada época de la «democracia minimalista» (Paul Nolte).

La abolición de la estricta separación entre los productores y los consumidores se extenderá al ámbito político. Muchos de los que hasta entonces se consideraban especialistas políticos sólo ven en este fenómeno una nivelación por lo bajo y una política gestionada por aficionados. Sin embargo, en ello estriba quizás nuestra mayor oportunidad de superar el cataclismo económico que nos espera, mediante una democracia realmente eficaz.

Un nuevo modelo político más transparente

Porque, si bien es cierto que los regímenes políticos occidentales saben estructurar perfectamente la sociedad en épocas de crecimiento económico, se enfrentan rápidamente a turbulencias cuando se trata de solucionar el estancamiento del PIB. Los disturbios que han agitado a Grecia o las huelgas que han tenido lugar en España ofrecen una visión de lo que se produce cuando, tras años de austeridad y de recortes presupuestarios, seguimos sin ver la luz al final del túnel.

En esta «era del menos es más» (Age of Less, David Bosshart) que comienza, no volveremos al antiguo modelo económico de crecimiento y por lo tanto tendremos que adoptar un nuevo modelo político. Si sigue siendo democrático, este modelo debería combinar más transparencia y más participación ciudadana de lo que quieren conceder los partidos establecidos, no sólo en Alemania, sino en Europa en general.

La transparencia y la participación ciudadana son la mejor forma de hacer que la moneda única y la Unión Europea salgan del atolladero del que son presas. La democracia debe encontrar un modo de superar el fracaso previsible de los tecnócratas.

Los Piratas puede que no encarnen la solución, pero sí nos mostrarán en camino a seguir.

La tentación de votar por algo distinto

De este modo, la juventud, ese sector de la población que hoy se encuentra excluido, podría integrarse en la sociedad y participar en la toma de decisiones a escala europea.

En casi todos los lugares, la crisis económica se ha saldado con un recrudecimiento especialmente destacado del desempleo entre los jóvenes, con tasas de hasta el 50% en Grecia y en España. Los padres, nacidos de la generación del baby-boom, se aferran a su empleo y a sus privilegios y sólo dejan a sus hijos la calle. Son ellos, los jóvenes, los que conforman el núcleo al que se dirige el Partido Pirata.

Esta «generación perdida» ya intentó una primera rebelión en 2011, que comenzó en mayo con las sentadas de los indignados en España, antes de extenderse al conjunto del continente con el movimiento Occupy. Los seguidores de este movimiento estaban unidos por un sentimiento contestatario común, del que sin embargo no surgió ningún objetivo claro. Sin posibilidades de verse reflejado en el proceso político, este sentimiento está destinado a reforzarse y acabará por explotar mediante acciones contraproducentes. Para integrar este movimiento en el sistema político, habría que inventar algo como el Partido Pirata, si es que no existe aún.

Los Piratas tienen dos años, hasta las elecciones europeas de la primavera de 2014, para abrirse camino hasta llegar al contexto europeo. Esto les deja tiempo para dotarse de una estructura internacional que sea lo bastante destacada.

Estas elecciones son al mismo tiempo lo bastante importantes como para que su entrada en escena sea escandalosa y lo bastante insignificantes para que muchos electores estén tentados de votar a otros, de cambiar. Hasta ahora, las elecciones europeas servían de terreno de ensayo para los nuevos partidos que deseaban traspasar las fronteras nacionales. En 2014, podríamos asistir perfectamente por primera vez al surgimiento de un nuevo partido europeo.

*Publicado en Die Welt

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