Chacho Álvarez/Los retos de la Celac

1.955

Una nueva y próxima cumbre de presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) nos alienta a reafirmar e insistir en la importancia estratégica y decisiva para la región de esta iniciativa. Construir América Latina y el Caribe como comunidad de presente y futuro, y como actor vital en un mundo configurado por bloques, es una tarea de enorme envergadura histórico-política.

Requiere establecer puentes entre las distintas subregiones y países, México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, haciendo compatibles y asociables los distintos proyectos y la diversidad de enfoques tanto en lo que se refiere al modelo interno de las naciones como a su grado y forma de inserción en la economía internacional. Hay que considerar que continúan siendo muchos y muy fuertes los intereses de quienes apuestan a la fragmentación, al statu quo, a propagandizar y fomentar proyectos que, en cambio de considerarlos agregativos, tienden a sectorizar o confrontar debilitando las posibilidades de avanzar en la convergencia y la integración.

En términos del paisaje geopolítico mundial actual, la crisis de credibilidad de Estados Unidos, la declinación europea, el cambio de modelo económico de China y la persistencia de un sistema económico mundial concentrador y generador de desigualdades, interpela la voluntad política, la imaginación y la persistencia de los latinoamericanos y caribeños a conformar un espacio común constituido con base en un sustantivo aumento de los intercambios y el comercio intrarregional, mejores infraestructuras, políticas productivas, industriales y tecnológicas compartidas y complementarias, y planes educativos, sociales, ambientales y culturales que puedan ser proyectados en clave comunitaria y que demuestren que es posible comenzar a desarrollar políticas públicas regionales.

La interdependencia mundial, lejos de disolvernos como identidad, nos desafía a perfilar más nítidamente nuestra singularidad articulando, con mucho empeño, paciencia estratégica y sentido de pertenencia y del porvenir, realidades y subregiones muy distintas y hasta en muchos casos divorciadas entre sí. Esto para desarrollarnos y defendernos juntos frente a las incertidumbres de una globalización desbocada, sin controles ni gobierno, para poner en valor comunitario las inmensas riquezas que poseen cada uno de nuestros países y para coprotagonizar un cambio de paradigma frente a un modelo civilizatorio en decadencia y crisis. Un continente que debe pelear junto contra las propias desigualdades como ante las injusticias de un capitalismo adicto al dinero fácil, especulativo, concentrador de riqueza y promotor de asimetrías inaceptables.

Para estas tareas que trascienden las posibilidades nacionales e incluso subregionales es que se necesita afirmar el proyecto de la Celac, buscando coincidencias, coordinando los esfuerzos de los diferentes organismos subregionales y actualizando y renovando la arquitectura institucional –un poco errática– que se viene construyendo en América Latina y el Caribe hace ya más de 50 años.

Es un enorme esfuerzo, una tarea que a veces se piensa o se quiere ver, por las diferencias y las heterogeneidades, como imposible o inviable, pero que sigue desafiándonos no sólo desde el eco de nuestra historia compartida, sino como el reto definitorio para reconocer y diferenciar si América Latina vive un importante época de cambios o va a ser protagonista y actor colectivo de un cambio de época.

* Secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi)

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.