Los sueños húmedos de la oligarquía

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Oscar A. Fernández O.*

La política y lo político han cohesionado el orden dentro de las sociedades industriales o llamadas modernas. En tal sentido, lo político y la política siguen siendo fundamentales para establecer las condiciones básicas para las relaciones sociales, tanto en el ámbito interno como a niveles externos, entre los seres humanos en ámbitos tanto públicos como en los privados.

También en sus demandas cívicas y sociales ante el llamado Estado de Bienestar que ha sido destruido por el neoliberalismo y hoy tiene al mundo al borde de una mega-crisis sin precedentes.

Por el contrario, el llamado posmodernismo (filosofía detrás del neoliberalismo) es la despolitización de la Modernidad; no una ruptura sino su "fall out". Cuando lo clásico, entendido como un conjunto de experiencias depuradas y decantadas en el tiempo asimiladas e interiorizadas por el colectivo, se convierte en una carga pesada, surge el deseo de liberarse, de abrirse a nuevos caminos. Por eso, el posmodernismo intenta destruir el pasado, buscar un nuevo lenguaje, pero dejándonos sin referencias a las que aferrarnos.

El imaginario social instituye valores para cohesionar a los sujetos sociales, guiando las subjetividades para construir realidades y crear de esta manera personalidades dependientes y sumisas, seguidoras del proyecto impuesto, quienes desempeñarán papeles que pertenecen al guión escrito por otros, dejándose llevar por los acontecimientos.

En los últimos 30 años asistimos a un drástico proceso de cambio que ha modificado profundamente los parámetros con los que se guiaba la relación entre el Estado y la Sociedad civil. Este proceso, ligado a la hegemonía mundial del neoliberalismo, ha generado intensas transformaciones que se consiguieron a través de la lucha de los pueblos en la etapa moderna o posindustrial del capitalismo. La respuesta ha sido una virulenta especie de contrarreforma.

Basta echarle una ojeada a la situación en el viejo continente, que a mi juicio expresa ya una crisis que puede llevar a la disolución de la Unión Europea, mientras en este hemisferio Estados Unidos no se recupera del desempleo y la baja capacidad adquisitiva de sus habitantes.

El modelo de desarrollo implícito en las ideas neoliberales conlleva un proceso de liberación de los mercados que se opone a la participación ampliada del Estado y que por ende, reduce o subordina su presencia en la conducción de la sociedad. Así mismo, se produce una reducción de los espacios de participación política y de ejercicio de ciudadanía, todo ello basado en una visión de lo social que es excluyente.

Esta visión de la cuestión social en términos de exclusión se pone de manifiesto en situaciones muy específicas, como es el caso de las políticas sociales en el marco de la realización de procesos de ajuste económico en los países latinoamericanos.

Los nuevos intentos de interpretación refieren la emergencia de un "nuevo orden" que ha sido calificado como "post internacional". En el mismo las relaciones internacionales ya no giran exclusivamente alrededor del Estado como el único actor central. Se habla entonces de un sistema "multi-céntrico", donde, entre otras cosas, la política, las relaciones internacionales, la agenda pública internacional y el Estado-nación han sufrido cambios significativos, siendo supeditados por los centros de poder neocoloniales y las oligarquías locales. (Tomassini, 1996).

La globalización no es más que un nuevo rótulo que asume la ya tan conocida transnacionalización de la economía que hoy somete a la política y a la cultura en todos sus matices.

El Salvador es un país que aún contra los tropiezos sorpresivos y contra las acciones retardadoras de las derechas oligárquicas, inició un proceso de cambios desde que nuestro Frente acordó terminar con la guerra y transformó con los Acuerdos de Paz, la realidad política nacional. Efectivamente estamos cambiando, y en esta etapa en que hemos desplazado por la decisión del pueblo, a los poderes tradicionales que han esquilmado al Estado y a la sociedad, los cambios caminan en dirección de profundizarse.

Pregúntenselo a los ricos y poderosos, que son los que parecen estar más claros de esto, de allí su furibunda reacción dirigida aparentemente contra "los partidos políticos" de los cuales se han servido siempre, pero que en realidad es contra el FMLN que de verdad les incomoda. En su mente siempre ha estado la fija idea de destruir al único referente fuerte y organizado que tiene el pueblo para continuar y consolidar los cambios.

La realidad social y el modelo económico que la aprisiona, no lo hemos podido cambiar más allá de pequeñas acciones en pro del desarrollo social, porque enfrentamos una abierta conspiración de los poderes de facto, con la oligarquía económica tradicional a la cabeza. Hay un boicot a la recuperación económica del pueblo salvadoreño y ahora afilan su intriga con el fin de hacernos desaparecer como partido político y tomar ellos directamente el control del Estado.

Lamentablemente otras instituciones se prestan, con o sin saberlo, a la maniobra, como es el caso de la Sala de lo Constitucional de la CSJ, que a fuerza de "resoluciones de inconstitucionalidad", pretenden hacerle el mandado a los poderes fácticos, de detener el esfuerzo por diseñar un Estado popular.

Hace unos días, en abierta acción política los ricos reaccionarios han dado su posición política. ANEP ha declarado su rechazo al cambio, pues están claros que este proceso los llevará a perder sus privilegios de facto y llegará el día que dejarán de estar por encima de la ley y de los demás ciudadanos.

Cuando la oligarquía dice "defender la democracia", hay que precisar qué hay detrás de esa consigna. Porque las palabras no siempre dicen lo que dicen, más aun cuando se encubren en un discurso democrático para justificar precisamente lo contrario. Las apariencias no sólo cubren sino que ocultan; es el lobo que se viste con piel de cordero. Pero cuando la apariencia es la propia bandera de lucha, entonces asistimos no a una simple sustracción sino a un rapto. Pero el rapto, en este caso, no es cualquier rapto.

En la historia de los raptos, sucede una instancia única, donde se percibe la naturaleza de la enajenación: cuando el precio del rescate no es en ningún modo una transacción, sino la estrategia para tenerlo todo. Algo similar sucede cuando se raptan las banderas de lucha. El precio es impagable. Supone renunciar a todo, es decir, dejarse morir. El que se deja morir ya no es sujeto. Se es sujeto desde la vida y si la vida es lo que se pide a cambio, entonces el precio del rescate es impagable. "Fiat iustitia pereat mundis": que se cumpla la ley aunque se caiga el mundo, dicen hoy los que le hacen coro a la oligarquía.

El discurso neoliberal es un discurso del rapto, porque toma como rehén a la propia democracia y, como rescate, nos pide renunciar a ella. (Rafael Bautista. Rebelión 2007)

No podemos olvidar que recientemente, en el hermano país de Honduras, una conspiración internacional, que internamente fue fraguada por los sectores oligárquicos más reaccionarios, tuvo como protagonista institucional a la Corte Suprema de Justicia y al Parlamento Nacional. Lograron derrocar al Presidente electo constitucionalmente y asesinaron gente, deteniendo así un proyecto de profundización de la democracia y de fortalecimiento del Estado en función social. ¿Será que ese experimento que les dio resultado, quieren que se aplique aquí?

El FMLN no necesita que falsos profetas o "iluminados" digan qué debe hacer o cómo debe comportarse, pues el único que tiene esa potestad es el pueblo al que nos debemos, porque venimos de su seno. Nuestro partido no es como los demás partidos, nosotros somos herederos de un contingente de hombres y mujeres valientes, humildes que ofrendaron sus vidas sin pedir nada a cambio, más que la constatación de sus ideales, somos un partido que lucha y seguirá luchando con y por los humildes.

Somos un partido que está consciente de lo que hace y hacia dónde va, delinea su camino y hace sus ajustes en la marcha de los acontecimientos, revisamos nuestra estrategia, adecuamos nuestras tácticas de lucha donde sea que tengamos que luchar: en los parlamentos o en las calles, pero tenemos una visión que abarca el corto, el mediano y el largo plazo.

Nuestra visión sobre el socialismo no ha variado, pero tampoco creemos que éste se construya por simple deseo. En El Salvador, antes que nada es necesario consolidar un Estado de democracia plena, en dónde los salvadoreños aprendan a gobernar y construir su propio destino. Nada se hace sin los pueblos.

En este país hace falta primero, continuar fortaleciendo al Estado, un Estado que sirva al pueblo, que sea del pueblo y para el pueblo. Hay que darle de comer a los que no comen, darle salud y medicinas a los que no tienen acceso a ellas, hay que educar nuestras generaciones sembrando en éstas una cultura de valores positivos y desmontar así, los escandalosos niveles de violencia que hemos heredado. Aquí nunca importó la dignidad de la gente, pues los gobernantes estuvieron dedicados a incrementar sus riquezas y acaparar el poder, favoreciendo intereses que no eran populares.

A medida que avanza la historia de las sociedades, pensadores como Marx encuentran que dentro de la sociedad existe una permanente lucha de clases, asociado a los pensamientos democráticos y sociopolíticos de Alexis de Tocqueville y Montesquieu. El Estado era visto como el mayor componente unificador de aquellas relaciones humanas entre los miembros de la Polis gracias al demos, donde era primero la sociedad y luego el individuo en el Estado.

Lo que sucede actualmente en El Salvador, no es más, como lo hemos expuesto antes, que el desarrollo de la estrategia de despolitización y despartidización del Estado, impulsada por una suerte de nueva derecha que apenas resurge posterior al fracaso del modelo neoliberal clásico, el cual ha provocado la debacle mundial que vivimos, en la que los pueblos vuelven a ser las víctimas, frente al ajuste estructural y la disminución de los derechos sociales.

Son otros los que quieren desestabilizar al Gobierno y hacernos fracasar. Hacemos un llamado al pueblo salvadoreño a estar alerta ante la campaña de desestabilización que han iniciado los poderes fácticos, para hacernos volver al pasado y revertir los cambios que avanzan. Quieren reimplantar las viejas reglas del juego del poder económico y recobrar sus privilegios. Cuando el discurso neoliberal transforma la democracia en plutocracia, el "demos" queda sin sostén real y todos pueden entrar en el concepto.

El rico se hace el pobre (por eso acude al Estado para salvar sus deudas), el verdugo se vuelve la víctima y entonces el imperialismo aparece como el garante de la democracia. Por eso el neoliberalismo habla en nombre del "demos" y, con éste, se refiere a su público, por eso aparece ahora la democracia como "el gobierno de todos" (la oligarquía usa a la democracia en su defensa y en nombre de ella la atropella).

Que no se equivoquen los que sueñan con desaparecernos, nuestro partido continuará con su lucha y sin duda seguirá creciendo a la par del pueblo, porque el pueblo es permanente. Por tanto, garantizamos que nuestra lucha por profundizar los cambios no cejara ni un instante, y allí estaremos sin falta, fuertes y listos, cuando las necesidades políticas del pueblo lo demanden.

* Periodista, ensayista.

Columnista de ContraPunto (www.contrapunto.com.sv).

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