Marco Enríquez: “Hay que subvertir la constitución de Pinochet”

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Marco Enríquez Ominami habla rápido, las palabras brotan de su boca a borbollones, y a veces chocan entre sí de tan rápido que salen. Enríquez Ominami, el primer apellido evoca a su padre guerrillero y el segundo a su padre adoptivo, un importante dirigente del PS, no responde pausado y esquivo como lo hacen los dirigentes políticos de larga carrera. Sin embargo, con apenas 41 años, MEO (como se lo menciona en la prensa chilena) ya cuenta con algunos hits en el tablero trasandino: puso en crisis la Concertación cuando se fue de la coalición gobernante en el año 2010, consiguió medalla de bronce como candidato a presidente a sus 35 abriles, ahora conduce un espacio propio –el PRO chileno (Partido Progresista)– y, por supuesto, sueña con ser el número uno de La Moneda en las elecciones del 2017.
Marco Enríquez Ominami explicó a Miradas al Sur en qué consiste su propuesta de Asamblea Constituyente; además, no descartó aliarse con la presidenta Michelle Bachelet en el futuro. A nivel regional, MEO se mostró solidario con el gobierno venezolano tras las sanciones diplomáticas impuestas por la Casa Blanca: “Venezuela es una democracia en problemas, pero es una democracia, y nadie puede negar sus conquistas sociales”, y explicitó su deseo de profundizar la conexión física comercial con Argentina: “Para que nuestras economías estén más conectadas debemos desarrollar el túnel binacional y así concretar el viejo sueño peronista de unir el Atlántico con el Pacífico”.Marco y Evo
–Usted remarca siempre la necesidad de impulsar una Asamblea Constituyente en Chile. ¿Cuáles serían los objetivos políticos de modificar el ordenamiento legal del país?
–El objetivo primario es erradicar una Carta Magna que es tan vieja como ilegítima. Además, es una Constitución que genera severos problemas de centralismo porque no democratiza el sistema de representación. Por otra parte, la actual Constitución fortalece al mercado, es decir al sector privado, y relega al Estado a un segundo lugar. Sintéticamente, impulso modificar una estructura legal precaria que boicotea las posibilidades de concretar las urgentes modificaciones sociales que necesita el país.
–En los últimos meses usted ha dado declaraciones de apoyo a las reformas políticas y educativas puestas en marcha por la presidenta Michelle Bachelet. Paralelamente, conduce un espacio político propio. ¿Cuál es su plan para las elecciones presidenciales del 2017? ¿Confluir con el oficialismo o construir un nuevo bloque de centroizquierda?
–Mientras la Presidenta continúe impulsando reformas sociales importantes vamos a estar con ella. Nosotros no somos parte del gobierno pero no podemos ser tan obstinados como para negar el papel actual de Bachelet como motor político para el cambio social, a diferencia de su primer gobierno que fue más contemplativo con el statu quo.
–Reivindica a Bachelet, pero no tanto como para ser parte del gobierno. ¿Qué políticas o sectores de la coalición gobernante (Nueva Mayoría) lo inhiben de confluir con La Moneda?
–Es muy simple y tiene que ver con su primera pregunta. La presidenta dio pasos importantes en algunas reformas, pero sigue sin tocar la Constitución, que es la gran batalla a dar para construir un nuevo país. Porque la Constitución es como una casa. Si ella es demasiado estrecha, muchos van a quedar marginados de la posibilidad de vivir bajo un mismo techo. A ver, la Carta Magna actual no permite la realización de plebiscitos para decidir colectivamente políticas públicas trascendentes, ni tampoco da lugar a la revocación de mandatos. En definitiva, estamos hablando de una Constitución muy pobre, apenas republicana. Por eso, Chile está padeciendo una democracia bancaria, el diseño de la política territorial depende de los dictados de la economía. El derecho y la educación han sido absorbidos en mi país por el poder del mercado. Para ser claro, los últimos cuatro ministros de Educación chilenos han sido economistas. La Constitución en Chile sólo defiende el derecho de propiedad porque establece que el país está al servicio de la propiedad y no al servicio del desarrollo. Esa es una grave controversia a resolver y, por ahora, Bachelet está cometiendo un grave error político al no tratar de incidir para resolverlo.
–Comenzar un proceso de transformación nacional con la puesta en marcha de una Asamblea Constituyente es una marca política de los denominados países bolivarianos. Esta semana el presidente Barack Obama decretó una serie de sanciones diplomáticas contra el Palacio Miraflores, epicentro del bloque chavista. ¿Cuál es su mirada sobre la coyuntura venezolana?
ch marco enriquez–Venezuela es una democracia en problemas, pero las transformaciones sociales puestas en marcha por el chavismo han sido gigantescas, eso es inocultable. Más allá de mis puntuales diferencias con (el presidente Nicolás) Maduro, jamás convocaría a romper relaciones diplomáticas con Venezuela. Estados Unidos, por ejemplo, tiene excelentes relaciones con Arabia Saudita, que está muy lejos de ser una democracia. Por lo tanto, no veo por qué Chile no va a tener una relación de Estado a Estado con Venezuela. Y no veo por qué un verdadero progresista sudamericano no va a reconocer los tremendos progresos sociales implementados por el Palacio Miraflores en mortalidad infantil, en salud primaria, en educación, en cultura, eso es indiscutible. En definitiva, nadie puede negar que en Venezuela haya una democracia, aunque existan ciertos problemas.
–Usted tiene 41 años y desea ser presidente. ¿Cuáles son las ideas fuerza que caracterizan a su generación política?
–Yo creo que mi generación, a diferencia de otras, reivindica el respeto del medio ambiente. Porque la sustentabilidad es esencial al desarrollo de cualquier política pública. A su vez, mi generación es muy despolitizada porque fue criada con los valores de la libre economía como paradigma. Por eso, no debemos sorprendernos de que, cada tanto, multitudes de jóvenes exploten encabezando protestas no tan pacíficas porque se sienten frustrados ante la falta de porvenir. En España, por ejemplo, el auge de Podemos está relacionado con haber recogido las demandas de empleo de los sub 30. Por eso, nosotros, desde Chile, la capital mundial del neoliberalismo, la Corea del Sur de Sudamérica, no convoco a hacer lo posible, sino que convoco a hacer lo que podemos y debemos hacer. La definición de lo posible la hizo la Constitución de Pinochet, eso es lo que quiero subvertir, eso es lo quiero revertir.
–Ya que hablamos de los legados de cada generación política, como hijo de un ícono revolucionario de los ’70, el líder guerrillero Miguel Enríquez, ¿qué valores de los años ’70 le parecen aún reivindicables, y cuáles no?
–Creo que el diagnóstico de mi padre sobre la democracia bancarizada chilena es muy vigente. La denuncia que él hacía sobre la democracia electoral como una democracia bancarizada fue hace casi medio siglo. Sin embargo, se ha descubierto muy poco tiempo atrás cómo un poderoso grupo bancario local financia a la derecha nacional. Ahora, también salió a la luz la sociedad económica existente entre otro poderoso banco y el hijo de la presidenta. Entonces, mi papá no estaba tan equivocado. Claro, mi padre transitaba un camino, el de la lucha armada, que no es el mío porque yo creo en la democracia. Pero, son contextos muy distintos. Lo central es que soy muy admirador de la fuerza que tenía mi padre por luchar en lo que creía.
–¿Cuáles deberían ser las líneas centrales de la relación diplomática entre Argentina y Chile en el futuro cercano?
–La relación con Argentina debe fortalecer el crecimiento económico y el desarrollo de Chile. En ese sentido, el concepto clave pasa por la conectividad física en infraestructura. Y esto lo digo porque, más allá de que debemos consensuar posturas comunes en nuestra política internacional, no podemos descuidar los problemas prácticos de todos los días. Lo digo más simple: Chile cuenta con el 0,3 del PIB mundial. Lo que diga nuestro país en la discusión del cambio climático vale poco pero si lo decimos junto a la Argentina vale mucho más. Por otro lado, para que nuestras economías estén más conectadas debemos desarrollar el túnel binacional y así concretar el viejo sueño peronista de unir el Atlántico con el Pacífico. Pero, para ello debemos terminar con ciertas desconfianzas que aún siguen vigentes a ambos lados de la Cordillera.

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