Marion Berguenfeld: El golpe militar me mató la adolescencia

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Licenciada en Letras, docente y periodista, la poeta Marion Berguenfeld nos dice en esta entrevista, por ejemplo, que ella comenzó a militar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y que enseña literatura como arma de liberación.

 — En “Estrip” asentás el nombre de tu padre, Enrique Berguenfeld, quien además de haber sido poeta fue músico y promotor cultural. Vayamos hacia él, a tu infancia, a tu juventud.

¿Mi infancia y mi juventud? ¡Fueron caóticas, extrañas! Vengo de una familia de empresarios y comerciantes. A papá le gustaba escribir, pero estudió Ciencias Económicas —un par de años— y terminó haciendo bastante dinero en los ‘60. Como su pasión era la música y la vida doméstica lo aburría mucho, el mismo día que yo nací abrió un bar que se llamaba “Reno” en Corrientes y Gurruchaga, donde se realizaban encuentros musicales de jazz, tango, blues… En los ‘70 se enamoró, se fue a vivir a Brasil con una secretaria adolescente y fundó dos fábricas.

Mejor dicho, las fundió, porque no supo sostener la riqueza. Corrían los ‘80 cuando creó un grupo mítico, Raíces de América, que apadrinó Mercedes Sosa. Todavía existe y mantiene seguidores en todo Brasil. El propósito era que los brasileños conociesen la música del resto de América. Después trabajó en un mega Centro Cultural, El Memorial de América Latina. Él era director del área musical o algo así y durante décadas llevó al Memorial a los más grandes artistas: Pablo Milanés, Rubén Rada, Peteco Carabajal, León Gieco, Los Olimareños, Silvio Rodríguez, Hugo Fattoruso, Anacrusa, Susana Rinaldi… ¡a los mejores de la época!

Su casa era conocida como “lo de Enrique Bergen, el de San Pablo”. Allí, en ocasiones, se alojaron los Quilapayún, Fágner, los Parra, en su cocina comió empanadas e improvisó Chico Buarque. Cuando yo iba a Brasil estaba en ese ambiente, entre músicos, ensayos y giras. A veces, llevada desde acá en el micro que trasladaba a toda una orquesta. Pero la poesía había aparecido en mí mucho antes, cuando todavía no sabía escribir. Siempre tenía canciones en la cabeza. Era una lectora voraz y desordenada. Una nena solitaria, tímida, dolorosamente sensible. Carne de poeta, supongo.

— En 2008 y en 2010, firmando, al menos en las tapas, con el nombre “Kirón”, Editorial Emecé-Planeta te publicó los volúmenes “Astroguía del sexo y del amor” y “Almas gemelas”. Hablemos de la astrología y de lo que te ha deparado.

La astrología me llegó vía el periodismo. Yo me fui de mi casa muy chica, a los diecisiete, tenía que trabajar y lo único que me gustaba era escribir. Así que respondía a toda oferta de trabajo que incluyese redactar algo. Redacté cursos de autoayuda por correo, posters, tarjetas postales, notas, publicidades, folletos, guías y una vez, un curso de astrología para cargar en computadora porque no existía nada de eso en castellano. Me contrató un ingeniero que era astrólogo (creo que vivía en un barco la mayor parte del año). Me daba libros con información astrológica seria y soporífera. Yo tenía que resumirlo y convertirlo en un texto entretenido. Eso fue a mediados de los ‘80.

En los ‘90 me tomaron en una editorial de publicaciones femeninas. Era para escribir en “Emanuelle”, una revista que había sido bastante revolucionaria en lo suyo. Pero a la semana exacta me pusieron a dirigir una revista nueva que se llamaba “Agenda Astrológica”. Yo no sabía nada de astrología, estudiaba Letras, escribía poesía, había terminado periodismo… no me lo tomé muy en serio. Pero contrataron a una astróloga española que era lingüista y a un astrólogo brasileño que era médico y sabían un montón. Se pusieron a explicarme. Me apasioné. La astrología me alucinó. Después estudié formalmente, pero ese primer contacto fue toda una revelación.

Y empecé de casualidad a trabajar en “La Nación” como astróloga, y un día una editora de Emecé, Mercedes Güiraldes, me llamó y así nacieron mis libros, los que me llevaron a la radio y a la tele. Digamos que pude saborear el gustito de la popularidad, o al menos de la masividad. Algo que los poetas anhelamos, pero nunca tendremos. La poesía no es de consumo masivo como la astrología. Nadie te paga por eso. Y en eso reside tal vez su pureza, su encanto.

— ¿Folletines en el siglo XXI?: sí, sos la autora de dos, “Hermanos de sangre” y “Pasión gitana”, ambos traducidos al portugués.

  —Fueron libros por encargo. Tal vez el mejor trabajo que tuve: escribir novelas de amor y que me paguen. Fue una iniciativa que duró muy poquito en la Editorial Perfil, se llamaba Colección Primavera. Una amiga y colega, Gabi Ramos, me convocó junto con otras dos o tres periodistas que podían con el desafío. Novelitas entre románticas y eróticas, estilo las “Cincuenta sombras de Grey”. Fue bueno mientras duró.

— ¿Se representó, fue editada “El plato de morcillas”, tu obra de teatro para niños? ¿Has escrito otras, para niños o adultos?

Ese proyecto también vino de la mano del periodismo y de otra colega y amiga, Claudia Wright. Dirigía un manual escolar de quinto grado y no tenía obra de teatro para incluir en el capítulo de género dramático. Me llamó y me dijo “es para vos”. Lo hice, la publicaron y ya no recuerdo cómo llego a Uruguay. La representaron tres veces, creo, un elenco de chicos. Siempre me atrajo lo infantil. Publiqué cuentos, poesía, canciones, cosas sueltas. Eso sí, estudié mucho sobre literatura de chicos porque me interesa jugar con el discurso.

 

 

 

 

 

 

Y si bien me fascina el lenguaje teatral… no es lo mío. Me pasa como con la prosa. Inicié varios proyectos de novela que nunca superaron el

Con Ramón Fanelli, Alicia Nora Perusín, María del Carmen Colombo y la actriz Ingrid Pelicori

segundo capítulo. Y algunos cuentos que “no dan” para libro. Podría escribir guiones de cine, teatro o tele en equipo, en eso sería eficiente, estoy segura. Pero la poesía es mi lenguaje madre.

— ¿Qué otras revistas dirigiste? ¿En cuáles escribiste?

— Estuve básicamente en revistas de autoayuda y de salud. Las tres en las que trabajé más tiempo como directora fueron “Predicciones”, “Sano y Natural” y “Agenda Astrológica”. Dirigí, de chica, la parte periodística de una agenda educativa y una revista de coleccionismo que se llamaba “Coleccionista”. Escribir, escribí en muchas. Trabajé en “Clarín”, en una sección que se llamaba Arte y Antigüedades, en la revista de dicho diario, en “Lea, revista de libros y cultura”…

— Otra de tus aristas es la de docente de Castellano y Literatura en Bachilleratos Populares.

Yo empecé a militar en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Ingresé con doce años recién cumplidos porque empecé la primaria a los cinco —me falsificaron el documento para hacerme entrar antes—. Me deslumbró ese clima de Universidad. Yo venía de un colegio privado inglés que detestaba. En primer año fui una estudiante modelo, pero en segundo, a los trece, cambié. Empecé a leer a Marx y a Freud al mismo tiempo, estaba en todas las protestas, llegaba tarde a casa, me rateaba. El golpe militar me mató la adolescencia. Desaparecieron amigos. Entre ellos Malena Gallardo, la más joven del Colegio.

Tenía quince años. Milité durante todo el Proceso. Pero cuando asumió Raúl Ricardo Alfonsín como presidente de la república, dejé eso atrás. Estuve con una especie de largo estrés postraumático. Cuando conocí a Ramón, mi marido, que es delegado y un luchador de alma, empecé despacito a salir del letargo. Claro que no tengo la fuerza de entonces. Pero en el Bachillerato estoy con compañeros y compañeras más jóvenes que sí tienen toda esa frescura, esa determinación. Lo mismo que mi hija Lena, que tiene dieciséis, y va a las marchas, está en las tomas, se apasiona…

Como la literatura es lo mío, trato de militar desde ahí. Desde la educación. Popular porque enseñamos a trabajadores. Gente que está desprotegida frente a un sistema social que los excluye. Es como la película “Matrix”. Primero tenés que despertarte y descubrir que te vendieron una ilusión. Recién después, cuando entiendas que el sistema te narcotiza para chuparte la sangre, tal vez puedas liberarte… un poquito. Me encanta enseñar literatura, pero no como algo vacío sino como herramienta de liberación. Porque eso es el arte, una ventana, una puerta, un caballo que te lleva lejos.

— Asentamos ya el enlace que conduce a la biblioteca de poesía virtual, pública y gratuita que fundaste con el poeta Ramón Fanelli. 

Esa es tal vez otra apuesta ideológica fuerte. Descubrimos que en Argentina no existe ninguna biblioteca de poesía. Yo hice un curso de bibliotecas comunitarias y cuando íbamos con el grupo de visita a la Biblioteca Nacional, a la del Maestro, a la del Congreso… siempre buscaba al menos un sector enteramente dedicado a la poesía, pero… nada. No había ¿Qué va a ser de nuestra generación de poetas si no se conserva su obra?, nos preguntábamos. Libros sublimes con tiradas mínimas que nadie podía ya encontrar.

Pensamos en armar una biblioteca en casa, pero no teníamos espacio. Entonces empezó a crecer la idea de un espacio virtual. Ramón entiende muchísimo de tecnología, de lenguaje digital, tiene su Sitio de poesía con miles de contactos. Eso facilitó el camino. Diseñamos el proyecto entre los dos. Fuimos pidiendo los libros, la autorización de los autores o de sus herederos. Hicimos como cincuenta libros igualitos a los de papel y lo lanzamos al ciberespacio. Esos libros están vivos. En un año lo visitaron seis mil personas.

Es como militar de poeta. Llevar al mundo lo mejor de un lenguaje que es revolucionario de por sí. Por ahora nuestro plan es seguir incorporando títulos. Los que ya están son todos maravillosos, especiales. Difundir la obra de otros me resulta tan importante como escribir lo mío. Porque fijate qué perverso es el Sistema: tira a la basura a nuestros mejores artistas, los silencia, los ignora, a la vez que produce toneladas y toneladas de discurso basura. Hay que dar vuelta la ecuación, difundir lo mejor de la producción humana, hacer de la poesía un antídoto, de eso se trata.

 — ¿Tenés por allí un libro que estás preparando, al que calificaste el año pasado como “raro” y que se titularía “Umbra”?

 —Raro en mi producción. De algún modo cuenta una historia. Y tiene un aire de película de misterio. Pero no puedo decir mucho más porque me falta distancia con mi propia producción, es demasiado reciente…

—“Las lobas” apareció firmado por Karina Marión Berguenfeld. Pero ya en “Bruta piedad” no sólo desapareció tu primer nombre, sino que con él se fue la tilde de Marión. ¿Qué te fue pasando con tus nombres, Marion sin tilde?

 En eso mi historia es bastante inusual. Como periodista, a veces, debí usar seudónimos y siempre jugué con mis verdaderos nombres. Por ejemplo, en “Clarín” redacté notas durante varios años en la sección Arte y Antigüedades y como no estaba “en blanco” me intimaron a usar un seudónimo, y elegí Karina Kurz, porque Kurz es el apellido de mamá. Cuando empecé a publicar horóscopos en “La Nación”, tenía un contrato de exclusividad con otra editorial, así que elegí Kirón, por Karina Marión, y además porque es un nombre de mucho peso en astrología.

En otra ocasión me encargaron las novelitas de amor que firmé como Marion McKena. En cuanto a dejar de ser Karina y pasar a ser Marion… Karina es el nombre que me eligió mamá y Marion, mi segundo nombre, lo eligió papá. Como el poeta era él… Y además Karina Marion es muy largo. El acento no sé bien cuándo ni por qué se perdió.

— Comparto con vos y nuestros lectores unas líneas de un mismo párrafo de la novela “El corazón de las tinieblas”del ucraniano Joseph Conrad: “Hay un toque de muerte, un sabor de mortalidad en las mentiras, que es exactamente lo que más odio y detesto en el mundo. Me hace sentirme desdichado y enfermo, como si hubiera tragado algo podrido.” Y luego: “Tengo la sensación del sueño, esa mezcla de absurdo, sorpresa y aturdimiento en un temblor de rebelión agónica, esa sensación de ser capturado por lo increíble, que constituye la esencia de los sueños…” Las mentiras y los sueños. ¿Qué te pasa a vos con ellos, qué te ha ido pasando con ellos —autora del poema “Sueños de loba”—

Con Alicia Pastore, Laura A. Ponce, etc.

desde aquella etapa de dos países, dos músicas, dos lenguas?

Yo vivo como dormida, volada, en un cierto estado de irrealidad que me suele angustiar. La vida diurna me resulta espesa, como una telaraña muy pesada que me rodea, haga lo que haga. Por eso me gusta nadar y dormir, me siento más liviana. La mentira es algo que me asusta. Suelo ser bastante brutal con eso de la franqueza, aunque a esta altura de mi vida aprendí a callarme, a no decir, a omitir más que mentir. Pero la mentira ajena me aterra porque no siempre la reconozco y sufrí enormemente pequeños y grandes engaños. La mentira me ha herido de muerte, llevo sus cicatrices.

— Sigamos con novelistas: ¿Las poéticas de qué narradores preferís?

 Las del boom latinoamericano, el realismo mágico de Gabriel García Márquez, de Alejo Carpentier, de Miguel Ángel Asturias, de Juan Rulfo, de Julio Cortázar, de Jorge Amado. Ellos me hablan en mi idioma.

Con Graciela Licciardi, Gustavo Tisocco y Silvia Manzini

— ¿Qué importancia le atribuís a los premios literarios en tu… carrera?

Me dieron ánimo para leer en público, algo a lo que le tenía terror; y a seguir escribiendo.

—Como dijo William James, el hermano del gran Henri James: “Un gran número de personas piensan que están pensando, cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios.” ¿Compartirías con nosotros alguna sentencia o algo así, que te parezca fenomenal por lo contundente?

 No se me ocurre ninguna ahora mismo, pero esa cita de James me parece buenísima: pensar es romper con las ideas preconcebidas, con modos de vida pret a porter.

Con Jorge Figueroa

— ¿Cuál sería tu “mayor secreto mejor guardado”?…

No tengo ninguno, pero podría compartir una idea: no existe el control, no controlamos nada, hay que dejarse ir…

—¿Solés estar en desacuerdo con vos misma?

Soy muy contra. Me encanta tratar de mirar las dos caras de la moneda al mismo tiempo.

Ficha

Marion Berguenfeld nació el 3 de enero de 1962 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, especializada en Literatura Latinoamericana. Es docente, periodista y editora. Ha publicado los poemarios “Las lobas” (Primer Premio de Poesía “Leonor de Córdoba”, en la colección “Daniel Levi” de Ediciones Asociación Cultural Andrómina, España, 2002), “Bruta piedad” (2004), “Forense. Estación fantasma” (2007) y “Estrip” (Primer Premio VI Concurso Nacional “Macedonio Fernández” de Poesía, Ediciones Codic, Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, 2009). Obtuvo, además, entre otros, el Primer Premio “Cuentolopos” 2000 de Literatura Infantil y el Primer Premio “aBrace” de Cuento Breve Latinoamericano 2001, en Uruguay. Ejerce la crítica literaria y fue co-conductora del programa radial “Tierra de Poesía”. Integra el Grupo Travesías Poéticas y es co-fundadora de www.ibuk.com.ar. Obras de teatro para niños, cuentos y poemas de su autoría fueron incluidos en antologías: por ejemplo, en“TraverséesPoétiques. Poètes argentins d’aujourd’hui”, Editorial L’Harmattan, París, Francia, 2011.

 

*Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Marion Berguenfeld y Rolando Revagliatti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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