Mayo del 68: ¿Adónde ha ido a parar toda la rabia?

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Tariq Ali

En 1968 la rabia contra la guerra de Vietnam desencadenó protestas y levantamientos en todo el mundo, de París y Praga hasta México. El prestigioso periodista y escritor anglo-paquistaní Tariq Alí considera el legado 40 años después en un artículo que condensa las tesis que ha venido sosteniendo en los últimos años

Una tormenta barrió el mundo en 1968. Empezó en Vietnam, recorrió Asia y cruzó el mar y las montañas hacia Europa y más allá. Cada noche se veía en televisión cómo los Estados Unidos llevaban a cabo una guerra brutal contra un país pobre del sudeste asiático. El impacto creciente que causó ver las bombas cayendo, las aldeas arder en llamas y todo un país arrasado con Napalm y Agente Naranja hizo estallar una ola mundial de revueltas sin igual antes o desde entonces.

Si los vietnamitas estaban derrotando al estado más poderoso del mundo, nosotros también podríamos, seguramente, derrotar a nuestros propios gobernantes: ése era el sentir general entre los más radicales de la generación de los sesenta.

En febrero de 1968 los comunistas vietnamitas lanzaron su famosa ofensiva del Tet, atacando a las tropas estadounidenses en cada gran ciudad survietnamita. El grand finale fue la imagen de las guerrillas vietnamitas ocupando la embajada norteamericana de Saigón (Ho Chi Minh City) e izando su bandera en el tejado. Se trataba, indudablemente, de una misión suicida, pero a la vez increíblemente valiente. El impacto fue inmediato. Por primera vez la mayoría de ciudadanos estadounidenses se dio cuenta de que la guerra era imposible de ganar. Los más pobres de ellos trajeron Vietnam a su propio hogar ese mismo verano en forma de revuelta contra la pobreza y la discriminación, cuando los guetos negros explotaron en las mayores ciudades de los Estados Unidos, en una serie de revueltas en las cuales los soldados negros jugaron un rol prominente.

Aquella chispa prendió fuego en todo el mundo. En marzo de 1968 los estudiantes de la universidad de Nanterre en Francia salieron a las calles y el Movimiento 22 de Marzo vio la luz, con dos Daniels (Cohn-Bendit y Bensaid, entonces estudiantes de Nanterre, y ambos aún en activo en la política verde o izquierdista) desafiando al león francés, Charles de Gaulle, el monárquico y distante presidente de la Quinta República, quien, en un arranque pueril, luego describiría como chie-en-lit -"mierda en la cama"- los acontecimientos en Francia que estuvieron a punto de hacerle caer. Los estudiantes empezaron reclamando reformas universitarias, luego pidieron directamente la revolución.

Ese mismo mes, en Londres, una demostración contra la Guerra de Vietnam se dirigió hacia la embajada norteamericana en Grosvenor Square. Se volvió violenta. Como los vietnamitas, quisimos ocupar la embajada, pero se había desplegado a la policía montada para proteger la ciudadela. Tuvieron lugar enfrentamientos y el senador estadounidense Eugene McCarthy, viendo las imágenes, pidió el fin de una guerra que había llevado, entre otras cosas, a "nuestra embajada en la capital que nos es más amistosa de Europa" a ser constantemente asediada. En comparación con lo que florecía en todos los sitios, Gran Bretaña era un espectáculo de segunda fila ("…in sleepy London Town there’s just no place for a street fighting man", cantaría más tarde Mick Jagger ese mismo año): las ocupaciones en las universidades y los disturbios en Grosvenor Square no supusieron ninguna amenaza real para el gobierno laborista, que respaldaba a los Estados Unidos, aunque se negó a enviar tropas a Vietnam.

En Francia, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre se encontraba en la cima de su influencia. Contrario a los apologistas estalinianos, argumentó que no existía ninguna razón para preparar la felicidad del día de mañana al precio de la injusticia, la opresión o la miseria hoy. Lo que se requería era un cambio ahora.

En mayo, el levantamiento de los estudiantes de Nanterre se había extendido hacia París y los sindicatos. Nosotros estábamos preparando el primer número de The Black Dwarf (1) cuando el 10 de mayo estalló la capital franceas. Jean-Jacques Lebel, nuestro sufriente corresponsal en París, que hubo de soportar los gases de la policía, nos enviaba noticias por teléfono cada pocas horas. Nos contó lo siguiente: "Se ha enviado a un conocido comentarista de fútbol al Barrio Latino a cubrir los sucesos de la noche y ha informado que ‘ahora los CRS [la policía antidisturbios francesa] está cargando, están tomando por la fuerza la barricada -¡Oh Dios! Ha empezado una batalla. Los estudiantes contraatacan, podéis oír el ruido – los CRS se retiran. Ahora se están reagrupando, preparándose para cargar de nuevo. Los habitantes están arrojándoles cosas desde sus ventas y los CRS -¡Oh! La policía está respondiendo, disparando granadas contra las ventanas de los apartamentos…’ cuando el productor le interrumpió: ‘No puede ser cierto, ¡los CRS no hacen cosas como ésa!’

‘Te explico lo que estoy viendo…’ Su voz se apaga. Le han cortado la emisión."

o herido."

Después G se sentó en un sofá entre dos hombres mayores, ambos ex combatientes. A su izquierda estaba Will Williams, de sesenta años, nacido en Mississipi, quien se alistó en el ejército a los 17 años. Estaba seguro que de no haber abandonado Mississipi el Ku Klux Klan o cualquier otro grupo racista le hubiera asesinado. Él también me explicó que el ejército "le había salvado la vida." Después de un período de servicio en Alemania fue enviado a Vietnam. Herido en combate, recibió el Corazón Púrpura y dos estrellas de bronce; también empezó a cambiar de idea cuando se unió a la rebelión de las tropas negras en Camranh Bay en protesta contra el racismo dentro del ejército estadounidense.

Tras un difícil período de adaptación, Williams empezó a leer seriamente política e historia. Sintiendo que el país le había engañado una vez más, él y Dot, su colega de más de 43 años, se unieron al movimiento opositor a la guerra de Irak, llevando sus voces de coro de gospel a los mítines y manifestaciones.

A la derecha de G estaba Clarence Kailin, que aquel verano cumplía 90 años, uno de los pocos supervivientes que quedan de la Brigada Abraham Lincoln que luchó en el bando republicano durante la Guerra Civil española. Él también estuvo participando activamente en el movimiento contra la guerra de Irak. "Hicimos nuestro viaje en secreto, incluso para nuestras familias. Fui conductor de camión, luego soldado de infantería y después camillero por un corto período de tiempo. Vi muy de cerca la brutalidad de la guerra. De los cinco de Wisconsin que vinieron a España conmigo, dos murieron… después vino Vietnam, y aquella vez los chicos de aquí murieron en el lado equivocado. Ahora tenemos Irak. La cosa está muy mal, pero aún creo que hay una bondad innata en la gente, por la cual tantos pueden romper con un pasado indigno."

En el 2006, después de servir de nuevo en Irak, G no pudo aceptar más cualquier otra justificación de la guerra. Admiraba a Cindy Sheenan y al grupo "Familiares de soldados contra la guerra", el grupo antiguerra en activo más efectivo y constante en todos los Estados Unidos.

Una década antes de la Revolución Francesa, Voltaire observó que "la historia son las mentiras con las que estamos de acuerdo." Poco acuerdo hubo después respecto a cualquier cosa. El debate sobre el 68 fue recientemente reavivado por Nicolas Sarkozy, quien fanfarroneó asegurando que su victoria en las elecciones presidenciales del año pasado era el último clavo en el ataúd del 68. La cortante respuesta del filósofo Alain Badiou fue comparar al nuevo presidente de la república con los Borbones de 1815 o el Mariscal Pétain durante la guerra. Ellos también hablaron de clavos y ataúdes.

"El Mayo del 68 nos impuso el relativismo moral e intelectual", declaró Sarkozy. "Los herederos del Mayo del 68 impusieron la idea de que no había ninguna diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la belleza y la fealdad. La herencia del Mayo del 68 introdujo el cinismo en la sociedad y en la política."

Incluso culpó al legado del Mayo del 68 de las sórdidas y codiciosas prácticas empresariales. El ataque del Mayo del 68 a los estándares éticos ayudó a "debilitar la ética del capitalismo, a preparar el terreno para el capitalismo sin escrúpulos de los paracaídas dorados con los que se equipan los empresarios más canallas." Así que la generación de los sesenta es de golpe la responsable de Enron, Conrad Black (3), la crisis de las hipotecas subprime, Northern Rock, los políticos corruptos, la desregulación, la dictadura del "libre mercado" y de una cultura estrangulada por el oportunismo más descarado.

La lucha contra Vietnam duró 10 años. En el 2003 la gente salió a la calle de nuevo en Europa y América, incluso en un número mayor, para intentar detener la guerra de Irak. El ataque preventivo falló: el movimiento careció de la fuerza y de la resonancia de sus predecesores. En 48 horas había prácticamente desaparecido, poniendo de relieve cómo los tiempos han cambiado.

¿Hubo sueños y esperanzas en 1968 o no fue todo más que una vana fantasía? ¿O la cruel historia abortó algo nuevo que estaba a punto de nacer? Revolucionarios –anarquistas utópicos, castristas, toda suerte de trotskistas, maoístas de toda laya– quisieron el bosque completo. Los liberales y los socialdemócratas se agarraron a un sólo árbol. El bosque, nos advertían, era una distracción, demasiado vasto e imposible de definir, mientras que un árbol era un trozo de madera que podía ser identificado, mejorado y convertido en una silla o una mesa. Ahora el árbol también se ha ido.

"Sois como los peces que sólo ven el anzuelo y no el sedal", les respondíamos, burlándonos. Nosotros creíamos -y seguimos creyendo- que la gente no debería ser juzgada por sus posesiones materiales, sino por su habilidad para transformar la vida de otros, la de los pobres y los no privilegiados; que la economía necesitaba ser reorganizada en interés de la mayoría y no de la minoría; y que el socialismo sin democracia nunca funcionaría. Por encima de todo, creíamos en la libertad de expresión.

Muchas de estas cosas parecen utópicas hoy y algunas, para quienes 1968 no fue lo suficientemente radical en aquella época, han capitulado al presente y, como los miembros de las antiguas sectas que pasaban con una pasmosa facilidad del libertinaje ritual a la castidad, ahora ven en cualquier forma de socialismo la serpiente que tentó a Eva en el paraíso.

El colapso del "comunismo" en 1989 creó la base para un nuevo acuerdo social, el Consenso de Washington, por el cual la desregulación y la entrada del capital privado en el hasta ahora dominio sagrado de los recursos públicos se convierte por doquier en norma, haciendo superflua a la socialdemocracia y amenazando al proceso democrático mismo.

Algunos, que entonces soñaron con un futuro mejor, simplemente se han rendido. Otros dan su apoyo a la amarga máxima de que "o cambias o nunca te ganarás la vida" (unless you relearn you won’t earn). La intelligentsia francesa, que de la Ilustración en adelante hizo de París el taller político del mundo entero, lidera hoy la retirada en todos los frentes. Los renegados ocupan cargos en cada gobierno occidental defendiendo la explotación, las guerras, el terrorismo estatal y las ocupaciones neocoloniales; otros ahora retirados de la academia se han especializado en producir basura reaccionaria en la blogosfera, empleando el mismo celo con el cual excorcizaban a las facciones rivales en la extrema izquierda. Tampoco es nada nuevo. La respuesta de Shelley a Wordsworth, quien tras dar la bienvenida a la Revolución Francesa se retiró a un conservadurismo pastoral, lo expresaba bien:

En la pobreza honrada tu voz urdía

Cantos a la libertad y a la verdad

Que abandonaste y no me deja de afligir

Porque lo que eras ha tenido caducidad.

NOTAS DEL TRADUCTOR: (1) The Black Dwarf fue un semanario político-cultural publicado en el Reino Unido entre mayo de 1968 y mayo de 1972. The Black Dwarf tomó su nombre de una publicación política radical del siglo XIX, con la que estableció continuidad, figurando en la portada del número de mayo del 68, "vol. 13, nº 1". Por sus páginas pasaron Clive Goodwin, Robin Fior, David Mercer, Mo Teitlebaum, Adrian Mitchell, Sheila Rowbotham, Sean Thompson, Roger Tyrrell y Fred Halliday entre otros. Tariq Alí fue su editor hasta 1970, cuando una escisión en el seno de la revista le llevó a fundar con otros miembros de la redacción The Red Mole. (2) Tony Benn (n. 1925), político socialista. Fue secretario de estado para la industria y secretario de estado para la energía en los gobiernos laboristas de Harold Wilson y James Callaghan. Actualmente es representante del ala izquierda (o Old Labour, en contraposición al New Labour de Tony Blair y sus partidarios) del Partido Laborista británico. (3) A diferencia de Enron, Northern Rock o las hipotecas subprime, el escándalo protagonizado por Conrad Moffat Black (1944) no ha tenido la misma repercusión mediática en el Reino de España. Como accionista mayoritario de Hollinger International Inc., Conrad Black llegó a controlar los diarios Daily Telegraph, Chicago Sun Times, Jerusalem Post, National Post y cientos de cabeceras locales en los Estados Unidos. A través de varias sociedades fiscales Black llegó a defraudar más de 6 millones de dólares a los accionistas de Hollinger International Inc., delito por el que fue detenido y juzgado en el 2007 por tres cargos de fraude fiscal y uno de obstrucción a la justicia.

 

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