México: – CONSUMATUM EST

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Se ha impuesto en México –como otras veces a lo largo de su historia– un cachetazo autoritario asestado a la masa cuidadana por lo más granado y característico de las fuerzas de la derecha económica-política de aquel país.

Si las «autosucesiones» presidenciales de la era dominada por el PRI (Partido Revolucionario Institucional) se explican, lo que no quiere decir se justifiquen, por los rumbos tomados por la revolución agraria de 1910 –comandada Pancho Villa en el norte y Emiliano Zapata desde el sur– y la incapacidad o ingenuidad política de ambos dirigentes, y luego por el sangriento mamarracho de la «revolución cristera» de 1926/32, la «entronización» de Felipe Calderón parece augurar el intento de fundar otra suerte de dinastía institucional, esta vez a cargo del PAN (Partido de Acción Nacional, a la derecha del PRI).

Sólo que la levadura social no es la misma a principios del siglo XX que a inicios del XXI. Los 70 años de hegemonía de ese partido, pese a sus zigzagueos respecto de la plataforma original, significaron un salto cualitativo importante en México, más allá de la nacionalización petrolera de Lázaro Cárdenas, en el desarrollo de una política educacional que de algún modo permeó buena parte de la sociedad mexicana.

Probablemente el factor más importante en la caída del PRI no fue tanto su paulatino acercamiento –sujección– a las directrices de la Casa Blanca ni su falta de voluntad para resolver los acuciantes problemas del reparto del producto social, causa de la pauperización de gran parte de la poblacion. Vicente Fox ganó las elecciones presidenciales porque su mensaje de honradez y transparencia en el manejo de las cuentas fiscales pareció a los mexicanos más creíble que el emitido por el PRD (Partido Revolucionario Democrático), donde tenían y tienen destacada figuración personajes otrora ligados al PRI.

Se trata de cumplir una misión

Tarde se da cuenta la ciudadanía de que su percepción del mensaje foxista fue una y la realidad del mismo otra. El cambio prometido por el ranchero presidente se produce, sólo que no es el cambio por el que, en primer lugar, votaron los mexicanos. Fiel a –o condenado por– los retazos imperiales de la historia del país, Vicente Fox se aplicó a la tarea de diseñar la nueva familia gobernante, dinastía no basada en derechos de sangre ni el mandato divino, sino en el corral –siempre estrecho, siempre familiar– del reparto de la cosa pública y la protección a alguna propiedad privada.

Eso por una parte. Por otra Fox debía terminar de atar el nudo del nuevo virreynato; esta vez no para la Corona española –México es la Nueva España de los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX–, sino para la Casa Blanca. No en vano Mr. Bush, sorpresivamente en una reinión de primeros mandatarios americanos, lo ungió como su representante para contribuir a la paz y la democracia –y los negocios– en América Central y el Caribe, dejando en el aire una eventual extensión de esa influencia hacia el sur, digamos Venezuela y Colombia.

Esa movida se completaba con otra pinza en el Cono Sur: tal vez Chile asumiría el rol de vigilante del Pacífico para el imperio frente a una Argentina díscola embelesada con la alianza estratégica –económica, jurídica, política, científica, educacional y cultural– del MERCOSUR, un Perú siempre tambaleante, Ecuador ingobernable y Bolivia indefinible. Con Brasil la metrópili se entendería «personalmente».

Hasta el momento la elite en el gobierno chileno –en los cargos y en la oposición– ha respetado su parte del trato y los estratégicos F16, y lo que viene con ellos, aterrizan en Chile. Míster Gates acuerda entregar tecnología de redes para escuelas, bibliotecas y otros menesteres que así se tornan más fáciles de controlar. En lo que es estrictamente la esfera económica suceden, en Chile, otras cosas. Pascua Lama, por ejemplo.

…No de impedirla

Andrés Manuel López Obrador no es un político de izquierda, que quede claro de una buena vez. No se discute ni su talento ni su carisma ni su honestidad. Pero decir que es un político de izquierda es ir demasiado lejos. El último político de izquierda que asumió una presidencia en América fue Salvador Allende. Por su camino parecerían avanzar Hugo Chávez y Evo Morales –pero es muy pronto para juzgarlos y además las sociedades que gobiernan son bastante más complejas de lo que era la chilena en 1970. Distinta es tambien la realidad internacional–.

No obstante, AMLO representa una fuerza –no por heterogénea menos sólida– que pone en peligro algunos dibujos imperiales estratégicos en un área donde México es particularmente influyente: América Central, y también la profundización del movimiento que aspira a terminar de copar el aparato económico mexicano.

No es propiamente «outsourcing», pero –no conviene dejar de tenerlo en cueta– camiones mexicanos recorren las rutas estadounidenses con carga mexicana que compite con la produccion nacional, ello pone los pelos de punta a algunos sindicatos y nacionalistas de EEUU que ven en eso la contracara de la «invasión de espaldas mojadas» y otros «latinos».

Tampoco se ha abandonado el diseño de la súper carretera Puebla Panamá –la entre Puebla y la frontera norte está en servicio–, que bien podria extenderse –se ha dicho– hasta Bogotá: el famoso Plan Puebla Panamá, que consulta «integrar» el sur Maya de México a la mundialización de la economía. El sur de México dispone de gas, petróleo y, sobre todo, agua. Amén de la posibilidad cierta de construir un segundo canal biocéanico.

Imaginemos una larguísima cita de asfalto sembrada de «cuidades Juárez» y con todo el adelanto que representan centros de estudios superiores privados, mormones, prostíbulos, alguna base militar y extensos campos sembrados con semillas Monsanto…

AMLO, entonces, no debía llegar a Los Pinos. Y no llegó.

La marchita flor de las hermandades políticas

Incidentalmente se da un caso curioso. El PRD integra la Internacional Socialista –heredera de la II Internacional, esos socialistas antes llamados socialdemócratas–. También son parte de ella Acción Democrática, de Venezuela, el APRA peruano, el Partido Radical argentino, en fin varios otros entre los que se incluyen tres chilenos, además en el gobierno: el Socialista, el Partido por la Democracia y el Radical Social Demócrata.

Las elecciones mexicanas no fueron transparentes, menudean las acusaciones de fraude, el candidato del PRD lo grita a todos los vientos, el tribunal electoral se negó a proceder a un recuento de votos –una muestra que sí volvió a contarse arrojó cuando menos irregularidades– y en medio de ese circo otorga la presidencia a Calderón por el 0,56% de los sufragios ya que no contados, al menos calculados.

¿Hemos leído por ejemplo, una información en el sentido de que los partidos chilenos PS, PPD y PRSD, hemanos del PRD en la Internacional Socialista, hicieron patente su preocupación por la democracia mexicana?

No.

Acaso debamos preguntarnos por qué.

AMLO dixit

«Que nadie se apachurre, vamos hacia adelante, es un timbre de orgullo estar participando en este movimiento, debemos de actuar con la frente en alto, nosotros podemos ver de frente a cualquier persona, no tenemos nada de que avergonzarnos, estamos luchando por una Patria nueva, estamos luchando por nuestros derechos y por los derechos de todos los mexicanos.

«Vamos a seguir adelante, con decisión, con determinación, con valor, con mucho patriotismo», dijo López Obrador en el Zócalo de México.

El resto será historia o será una farsa más.

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* Edison Barría es analista político y dirigente social; integra la Comisión de RRII del PPD.
Alejandro Tesa integra el equipo Piel de Leopardo.

 

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