Mujeres que mueren al dar vida, informe de UNICEF –I

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Gisela Ortega*

Todos los años mueren más de medio millón de mujeres por causas relacionadas con el embarazo y el parto; no menos de otras 10 millones padecen lesiones, diversas enfermedades, infecciones o discapacidades que se traducen en una vida de sufrimiento. La mayoría de esas muertes y de esos problemas de salud se pueden evitar. El parto asistido por personal sanitario calificado con acceso a atención obstétrica de emergencia, una nutrición adecuada y la disponibilidad de servicios básicos de atención de la salud disminuyen el riesgo de mortalidad materna.

El informe de UNICEF, Un balance sobre la mortalidad materna, subraya que la tasa de muertes es de una por cada 76 mujeres en aquellos países con carencias en sus sistemas de salud y sanitarios y que estos fallecimientos son evitables.

Según los últimos datos de que se dispone, sobre el 99% de todas las defunciones relacionadas con la maternidad suceden en los países en desarrollo, de las cuales el 84% se concentran en África subsahariana y Asia meridional. Los niveles de mortalidad materna casi siempre reflejan el nivel general de los sistemas de salud de los países, particularmente durante el parto y el periodo post–natal, cuando las madres y sus bebés son más vulnerables. Para solucionar esta grave situación es preciso ampliar el alcance de los servicios dirigidos a las madres y los niños, teniendo en cuenta la interdependencia que existe entre la salud de las madres y la de sus hijos recién nacidos.

“Se estima que la tasa de mortalidad materna a escala mundial mejoró un 5,4% entre 1990 y 2005, pasando de 430 a 400 defunciones maternas por cada 100.000 nacidos vivos. En el mundo en desarrollo, la reducción de la tasa de mortalidad materna se debe, en parte, al aumento de la cobertura de atención prenatal y de asistencia calificada durante el parto”, afirma Ann M. Veneman, directora Ejecutiva de UNICEF, que indica: “No obstante, el riesgo de morir por complicaciones derivadas de la maternidad es de 1 en 76 en el mundo en desarrollo; en cambio, en el mundo industrializado es de 1 en 8.000. Se estima que, en el Níger, este riesgo es de 1 en 7.

“Los progresos registrados hasta la fecha –afirma Veneran– no bastan para garantizar el cumplimiento de la meta de los Objetivos del milenio de reducir la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes entre 1990 y 2015. Para lograr esta meta, la salud materna debe formar parte de un proceso continuo de atención que abarque, de manera coordinada, un conjunto de intervenciones esenciales para la salud de las madres, los recién nacidos y los niños pequeños. Es necesario ampliar el alcance de estas intervenciones, a fin de que los servicios esenciales se presten durante el embarazo, el parto y el posparto”.

Para advrtir: “Detrás de las estadísticas sobre mortalidad materna hay más de medio millón de tragedias personales. Sin embargo, al poner en práctica las recomendaciones elaboradas en este informe, no solo beneficiará a las mujeres cuyas existencias se encuentran en peligro. También repercutirá en las vidas de sus hijos y sus familias, y en la de sus comunidades y países.”.
 
La maternidad no es prioridad

La mortalidad materna es uno de los problemas mundiales que menos atención han recibido, y los progresos para reducir la tasa de mortalidad materna han sido demasiado lentos. El Objetivo del desarrollo del milenio 5 –mejorar la salud materna– atribuye a este asunto una importancia central; de hecho, una de sus metas es reducir la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes entre 1990 y 2015.

Al ritmo actual de progreso, y con una tasa media anual de reducción inferior al uno por ciento el mundo no logrará cumplir la meta sobre mortalidad materna. Existen muchas dudas en torno a la exactitud de los datos, no obstante éstos sugieren que, para cumplir la meta, la tasa mundial de mortalidad derivada de la maternidad tendría que disminuir todos los años, un 5,5%, como promedio , entre 1990 y 2015.

A escala mundial, más de 500.000 mujeres mueren todos los años por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto, y casi la mitad vive en África subsahariana. No obstante, de todas las regiones, ésta –donde el problema es más agudo– registra la tasa anual de reducción más lenta (0,1%).

Las causas de esta situación no son un misterio para nadie. Estas mujeres pierden la vida porque carecen de acceso a los servicios de salud –o su acceso es muy limitado– o porque la calidad de la atención es mala.

Mueren debido a las hemorragias, la sepsis, los trastornos hipertensivos, los abortos practicados en condiciones de riesgo, el trabajo de parto prolongado o la obstrucción del parto; complicaciones que se pueden tratar con éxito cuando el sistema de salud cuenta con personal calificado, instalaciones adecuadas para atender las emergencias y servicios de atención durante el posparto. Entre las causas subyacentes se cuentan el estado nutricional y de salud, incluidos el VIH y la anemia, al igual que factores sociales como la pobreza, las desigualdades, la baja condición social de las mujeres y las actitudes hacia ellas y sus necesidades.

Existen claros nexos entre el mejoramiento de la salud materna y otros Objetivos del milenio. La precaria salud de la madre suele llevar al empobrecimiento de la familia. En cambio, una mejor salud materna contribuye a reducir la pobreza, al ahorrar a la familia las desastrosas consecuencias económicas que acarrea su muerte o discapacidad.

La asistencia calificada durante el parto, e inmediatamente después, aumenta la posibilidad de supervivencia de los recién nacidos, no solo porque estos profesionales velan por su bienestar durante el delicado periodo neonatal, sino porque contribuyen a que más madres sobrevivan y puedan sacar adelante a sus hijos. El acceso a los servicios de salud reproductiva, también se asocia con la disminución de la pobreza y con la supervivencia infantil. Y una atención materna apropiada ayuda a prevenir y a tratar el paludismo en las madres y sus bebés, así como también evitar que transmitan a sus hijos el VIH.

La falta de progresos en salud materna tiene implicaciones mundiales para el desarrollo humano. La muerte evitable de cada mujer por causas relacionadas con el embarazo o el parto es terriblemente descorazonadora, pero el problema es mucho más grave y generalizado de lo que muestran las estadísticas sobre mortalidad.

Las consecuencias sobre los niños son enormes. Los datos sindican que los lactantes que pierden a sus madres en las primeras seis semanas de vida tienen más probabilidades de morir antes cumplir los dos años que aquellos cuyas madres sobreviven. Adicionalmente por cada mujer que muere durante el embarazo o el parto, 20 sufren lesiones, infecciones, enfermedades o discapacidades, como fístula, que provoca sufrimientos durante toda la vida. Esos problemas a veces son tan graves que llevan al alejamiento de la mujer o a que su propia familia la excluya, y, en consecuencia, a que la salud de sus hijos quede desprotegida. Eso tambien representa una gran pérdida para las familias y las comunidades, ya que muchas de esas mujeres todavía son jóvenes y tiene por delante muchos años productivos.

El hecho de que las mujeres de algunas regiones del mundo, básicamente África subsahariana y Asia del Sur, todavía corran un riesgo tan alto de morir durante el embarazo y el parto constituye una violación de sus derechos. El Artículo 12,2 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer –que 185 países han ratificado hasta la fecha– establece que los Estados partes “garantizarán a la mujer servicios apropiados en relación con el embarazo, el parto y el periodo posterior al parto, proporcionando servicios gratuitos cuando fuere necesario, y le aseguraran una nutrición adecuada durante el embarazo y la lactancia”.

 Debido a que las causas de la mortalidad y la morbilidad materna son tan claras –así como los medios para combatirlas–, no es difícil concluir que la razón por la que han permanecido desatendidas durante tanto tiempo es la desventajosa condición social, política y económica de la mujer en muchas sociedades.

 Panorama mundial

De las 536.000 muertes relacionadas con la maternidad que, según se calcula, ocurrieron en todo el mundo durante 2005, más del 99% se registraron en los países en desarrollo. Cerca de la mitad, 265.000, se presentaron solamente en África subsahariana y la tercera parte en Asia meridional: 187.000. Así pues, el 84% de las defunciones maternas a nivel mundial se registraron en África subsahariana y Asia meridional, y las hemorragias fueron la principal causa de muerte en estas regiones. Más aún, casi dos terceras partes de todas las muertes maternas ocurrieron solamente en 10 países. Con 117.000 defunciones –es decir, el 22% del total mundial– la India fue el país con el número más elevado, seguido por Nigeria, República de Congo, Afganistán, Etiopía, Bangladesh, Indonesia, Pakistán, Níger y Tanzania.

Al revisar la lista de los países con el mayor número de muertes maternas se observa que se trata, también, de los que tienen mayores poblaciones. Sin embargo, el riesgo a lo largo de la vida de morir por causas relacionadas con la maternidad no es necesariamente más alto en estas naciones. Este riesgo equivale a la probabilidad que tiene una mujer de morir por complicaciones derivadas del embarazo o el parto, y toma en cuenta la tasa de mortalidad materna –probabilidad de muerte por paro– y la tasa total de fecundidad –número probable de partos por mujer durante sus años reproductivos–.

Por lo tanto, en un contexto de alta fecundidad, la mujer afronta muchas veces el riesgo de morir por causas relacionadas con la maternidad, a diferencia de lo que sucede en un contexto de baja fecundidad.

 Mientras que, en el mundo en desarrollo, el riesgo de muerte materna a lo9 largo de toda la vida es de 1 en 76, en el mundo industrializado es de 1 en 8.000. Al comparar los países con los mejores y los peores registros, se observa una diferencia abismal.

En Irlanda, donde la tasa de mortalidad materna –TMM–, es de las más bajas del mundo, el riesgo que corren las mujeres de morir durante el embarazo o por causas relacionadas con el parto es de 1 en 47.000; en el Níger, ese riesgo de 1 en 7.

Al analizar UNICEF, los progresos realizados entre 1990 y 2005 se observan disparidades similares. Estimaciones recientes sugieren que la tasa de mortalidad materna se ha reducido un 5.4% en el mundo entero, pasando de 430 defunciones maternas por cada 100.000 nacidos vivos en 1990 a 400 en 2005. Si bien se trata de un progreso importante, no basta para alcanzar la meta del Objetivo del milenio fijada para 2015.

En África subsahariana, por ejemplo, no ha habido progresos notables. En esta región, el cálculo para 2005, –920 muertes por cada 100.000 nacidos vivos– es inferior al cálculo para 1990, –940–, pero debido al amplio margen de incertidumbre de las estimaciones, estas cifras podrían no representar cambios significativos desde el punto de vista estadístico. Particularmente en esta región, algunos de los países con tasas de mortalidad materna muy altas están envueltos en conflictos, lo que hace aún más imprecisas las mediciones. Puesto que África subsahariana es la región que más necesita progresar, esta situación es motivo de profunda preocupación.

Los informes sugieren que la mayoría de las regiones, con excepción de África subsahariana, está logrando al menos algunos progresos. El camino que se debe seguir está claramente establecido; de hecho, numerosos estudios y datos han ayudado a definirlo. La meta es brindar a las mujeres y a sus hijos una atención continua, que incluya tanto la prevención de los embarazos no planificados como de los abortos practicados en condiciones de riesgo; atención de alta calidad durante el embarazo y el parto que incluya una nutrición sana y cuidados obstétricos de emergencia; atención de alta calidad durante el posparto para la madre y su hijo, y un sistema eficaz de referencia de casos.

Morbilidad materna

Por cada mujer que muere por alguna causa relacionada con el embarazo, aproximadamente 20 quedan con lesiones, infecciones, enfermedades o discapacidades. Se calcula, pues, que 10 millones de mujeres que sobreviven a sus embarazos sufren estas consecuencias. En numerosos países en desarrollo, las mujeres no reciben tratamiento para esta clase problemas. El resultado es que, muchas padecen dolores y trastornos psicológicos a lo largo de toda su vida.

Una de las dolencias más incapacitantes es la fístula obstetricia. Se presenta, cuando durante un trabajo de parto prolongado u obstruido, la presión de la cabeza del bebe restringe el flujo sanguíneo hacia el tejido del canal del nacimiento, que puede necrosarse y producir perforaciones al tejido después del alumbramiento. El resultado es un goteo incontrolable de la vejiga o del recto hacia la vagina, lo que causa la incontinencia en la mujer.

La infección y el daño del nervio son otras complicaciones de la fístula. Se calcula que esta dolencia afecta todos los años por lo menos a 75.000 mujeres, muchas de las cuales no reciben tratamiento. Según algunas estimaciones, por lo menos dos millones de mujeres viven actualmente con esta devastadora lesión.

Las complicaciones durante el parto producen anemia e infertilidad a millones de mujeres. La hemorragia intraparto y posparto puede ocasionar anemia grave, que contribuye a la morbilidad crónica. La anemia interactúa con el paludismo, incrementando la vulnerabilidad; además aumenta el riesgo de muerte en casos de hemorragia y, cuando es grave, puede derivar en una falla cardiaca en las mujeres. Una de las consecuencias de los abortos en condiciones de riesgo y de la enfermedad inflamatoria de la pelvis sin trata con antibióticos es la infertilidad.

Anemia
Se calcula que aproximadamente la mitad de las mujeres embarazadas en el mundo entero padecen alguna forma de anemia, una condición muy peligrosa y frecuente durante el embarazo, ya que el feto absorbe los nutrientes que necesita para su desarrollo. Las enfermedades infecciosas, especialmente el paludismo y los parásitos intestinales, al igual que una dieta de mala calidad, pueden exacerbar el problema. La anemia se puede tratar durante el periodo prenatal, a pesar de que los programas de suplementación con hierro que se han aplicado en diversos países en desarrollo no han dado los resultados esperados.

La situación de las adolescentes embarazadas es particularmente delicada, pues por una parte, son más propensas a la anemia que las mujeres mayores y, por otra parte tienen menos probabilidades de recibir atención para este trastorno.

La desnutrición materna reduce la probabilidad de que las mujeres sobrevivan al embarazo, y la incidencia de bajo peso al nacer es más alta entre los hijos de mujeres cuyo peso es inferior al normal. Un índice de masa corporal por debajo de 18.5 kg/m2 denota carencia energética crónica y es prevalente en muchas regiones. La desnutrición materna es grave y frecuentemente en África subsahariana, Asia meridional y Asia sudoriental. Y es crítica en Bangladesh, Eritrea y la India.

Paludismo

Más o menos 50 millones de mujeres embarazadas están expuestos al paludismo todos los años. En las zonas donde esta enfermedad es endémica, hasta el 25% de los casos graves de anemia materna y hasta el 20% de los casos de bajo peso al nacer son atribuibles al paludismo. Contraerlo durante el embarazo también aumenta el riesgo de mortalidad, aborto espontáneo, bajo peso al nacer y muerte neonatal.

El uso de mosquiteros tratados con insecticida para prevenir el paludismo es vital. En la mayoría de los países de África subsahariana donde el paludismo es endémico ya se presta tratamiento preventivo intermitente a las mujeres embarazadas durante el segundo y el tercer trimestre, a fin de prevenir la anemia y la infección palúdica de la placenta en el momento del parto.

VIH y SIDA

Se calcula que 1,5 millones de mujeres que viven con el VIH dieron a luz en 2006 en 108 países de bajos y medianos ingresos. En comparación con las demás mujeres, estas corren un mayor riesgo de presentar hemorragias, sepsis y complicaciones relacionadas con las cesáreas, todas causas de muerte materna.

Las mujeres embarazadas y las madres que viven con el VIH tienen que poder acceder a la profilaxis antirretroviral para sobrevivir y disminuir el riesgo de transmitir el virus a sus hijos. Y en etapas avanzadas del SIDA, algunas necesitan recibir tratamientos en aras de su salud y su supervivencia. Se calcula que, en el momento de ser diagnosticadas, entre el 20% y el 30% de las mujeres embarazadas con VIH necesitan una combinación de medicamentos antirretrovirales.

Se estima que el 33% de las mujeres embarazadas con VIH en países de bajos y medianos ingresos recibieron terapia antirretroviral para prevenir la transmisión del VIH a sus hijos en 2007, en comparación con apenas el 10% en 2004.

Es posible prestar servicios de prevención de los embarazos no deseados como parte de un conjunto integral de medidas de atención de la salud para las mujeres con VIH que incluye atención de la salud sexual y de la reproducción, y servicios confidenciales de asesoramiento y detección voluntaria del VIH.


* Periodista
Fuente:
Progreso para la Infancia: Un balance sobre la mortalidad materna. UNICEF.

 

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