Carlos Saúl Menem, quien disfrutara de dos inolvidables períodos presidenciales, entre 1989 y 1999, el más largo en la democracia argentina, falleció a los 90 años de edad. Asumió por adelantado en julio de 1989, ante la renuncia de Raúl Alfonsín, el primer presidente después de la dictadura, desbordado por una inflación galopante, además de sortear un intento golpista en 1987. Olvidó todas sus promesas electorales, entre ellas la de la revolución productiva y el salariazo, e instauró un gobierno neoliberal, de la mano de economistas de la dictadura militar

Fue el hombre que nació para una cosa, pero hizo la opuesto : así lo definió el analista Luis Bruschtein en Página12. La política exterior dio un giro de 180 grados después que su canciller, Guido Di Tella, declaró las relaciones carnales con Estados Unidos. Menem fue amigo de George Bush padre. Alineado con Washington involucró al país en la Guerra del Golfo (1991). Caía el Muro de Berlín, el neoconservadorismo se enseñoreaba con líderes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Las privatizaciones se habían puesto en boga en la región. Las llevó al extremo, irresponsablemente, sin tomar recaudos aplicados en países hermanos y vecinos. Sin anestesia, sin airbags, sin preservar resortes básicos de soberanía. La entrega de Yacimiento Petrolíferos Fiscales (YPF) a precio vil no tuvo parangón en Brasil. Chile no privatizó el cobre. La movida se consumó en el Congreso con un trámite espurio. Lo coronaron los diputados cantando la marcha peronista, uno de las escenas más esquizofrénicas y vergonzosas del justicialismo en democracia, recuerda Mario Wainfield.

Privatizó  y concesionó 196 empresas estatales, entre ellas las más estratégicas como la Administración General de Puertos, YPF y  Aerolíneas Argentinas (renacionalizada nuevamente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner). Flexibilizó derechos de los trabajadores (conquistas de décadas), despidió empleados públicos masivamente con el edulcorante de los retiros voluntarios. Peor aún: indultó a los militares procesados en el histórico juicio contra los juntas castrenses de 1985, a pesar de una movilización de medio millón de personas en contra de esta medida. Él mismo había sido uno de los miles de detenidos por la dictadura.

Menem fue uno de los principales destructores del país: Privatizó las jubilaciones, destruyendo el sistema de seguridad social, terminó con el transporte ferroviario, que unía a todo el país y era la vía de transporte de las mercancías, el mismo sistema que nacionalizara Juan Domingo Perón en los años 40.

Lo llamaban Gato, por sus siete vidas.  En 1991 su gobierno trastabillaba presa de la hiperinflación, mientras  los escándalos empezaban a caracterizarlo. Con la convertibilidad (peso igual a dólar) logró aquietar las aguas. Fue un logro al inicio, pero se fue transformando en suicidio en goteo, consentido por mayorías.

Hay que recordar que consiguió ser el primer presidente que incumplió el contrato electoral y fue revalidado por el pueblo en el cuarto oscuro en 1995. Pactó la Reforma de la Constitución en 1994 con el ex presidente Raúl Alfonsín. De nuevo: ese acuerdo se convalidó en el cuarto oscuro; los reformistas se impusieron en la votación para Constituyentes. El expresidente Eduardo Duhalde (que frenó su intento  reeleccionista en 1999) debió inventar el mecanismo de neolemas, para trabar una interna del peronismo en 2003 e impedir que Menem siguiera en el poder.

Eso sirvió para la llegada de un casi desconocido gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, quien se convirtió en su contracara.

Menem usó su encarcelamiento como justificante para los indultos sucesivos que decretó en 1990. Completó la impunidad abierta por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida del alfonsinismo. La lucha de los organismos de derechos humanos impidió su designio del que se jactaba, hablando como si hubiera sido la principal víctima del terrorismo de Estado. Lo cierto es que enfrentó con dureza las insubordinaciones de militares y venció a los rebeldes, con derramamiento de sangre.

Conjugaba mal los verbos,  mentía datos por doquier, se solazaba repitiendo mantras. A no engañarse: era un orador querible para muchedumbres. En el mano a mano costaba sustraerse a sus recursos de dirigente territorial: memoria para recordar nombres, lazos familiares, banderas futbolísticas, palmadas, abrazos, guiñadas de ojo. Captó al vuelo los cambios comunicacionales noventistas. La primera privatización que cometió fue la de los canales de televisión, recuerda Wainfeld.

Los ex presidentes Fernando de la Rúa y Mauricio Macri prolongaron las líneas maestras de la economía, en coyunturas diferentes. Hombres de menor inteligencia que Menem, menos resilientes, no consiguieron ser revalidados en las urnas.
Declinan condolencias
Muchos han declinado sumarse a las condolencias por el fallecimiento del ex presidente Carlos Saúl Menem dado el rol que tuvo en relación a la destrucción económica de nuestro país, las relaciones carnales con Estados Unidos, el pretendido perdón a los genocidas, la venta ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, la subsiguiente voladura de la fábrica de armas de Río Tercero y la dilapidación del capital social acumulado mediante las privatizaciones. Recuerdan también, en la figura de José Luis Cabezas, el periodista desaparecido, el riesgo que corrían aquellos que intentaban echar luz sobre cualquier oscuro suceso ligado a la corrupción menemista.
El Llamamiento Argentino Judío señaló que el ex presidente actuó, por acción u omisión, en pos del encubrimiento de los atentados de 1992 y 1994 donde, lamentablemente contó con la complicidad de quienes, desde la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), decían representar a toda la comunidad judía argentina. Al día de hoy han pasado 26 años de maniobras de apoyo por parte de la dirigencia y la querella AMIA-DAIA a la insostenible historia oficial del atentado, y la defensa denodada que ejercieron para cubrir a funcionarios judiciales y policiales corruptos, responsables de la impunidad organizada por el gobierno de Menem.
Quizá, no hace falta tantas palabras, sino disfrutar de este documental de Pino Solanas «Memoria del saqueo»