Neruda: en Barcelona subieron a cantar con él

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Luego del concierto en el Palau de la Música de Barcelona -el Canto general según Theodorakis, Josep Vila, Maria Farandouri y Petros Pandis- y de la fastuosa gala del San Jordi: un «Neruda en el corazón» interpretado, y rescatado para quienes no han leído la obra del poeta, por Víctor Manuel, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat, Pedro Guerra, Ana Belén, Chico Buarte, Fito Páez, Joaquín Sabina y Lucio d’Alla, que contó con el sólido e impecable recitado de Julio Jung, el regreso de Pablo Neruda a España hará aun otra parada.

Esta vez la Consejería de Cultura del Consulado de Chile en Barcelona, junto a Punto Arte e Iris Galería de Arte, invitan a la presentación de los dibujos originales de Tito Calderón, que ilustran el libro Pablo Neruda: residencia en España, que presentará el periodista Joan-Igansi Ortuño en la Galería Iris este 15 de julio.

 
Neruda, Nobel de Literatura en 1971, fue cónsul de Chile en Barcelona en 1933; en 1934 fue trasladado a Madrid, ciudad y cargo que debe abandonar en 1936 por simpatizar con la República; su país estaba entonces -y volverá a estar otras veces- gobernado por la derecha.

«Casi todo lo que he hecho después -casi todo lo que he hecho en mi poesía y en mi vida- tiene la gravitación de mi tiempo de España», consignó otorgándole a la memoria el lugar que, entrado el siglo XXI, en su país muchos eligen obviar.

España en el corazón y en alta mar

España pare un poeta nuevo. Aquí publicó algunas obras que marcan y hacen definitiva esa transición. Entre ellas España en el corazón, realizada por el poeta Manuel Altolarrigue- Manolito para Neruda- en 1937, en calidad de editor, y con los hombres del Ejército del Este como fabricantes del papel, que lo hicieron con los más variados materiales; se afirma, incluso, que emplearon una bandera tomada a las fuerzas fascistas y hasta la túnica ensangrentada de un soldado moro.

De regreso a Chile, el poeta se embarca como activista en la campaña electoral de las fuerzas de izquierda, el Frente Popular, que en 1938 lleva la Presidencia de la República al educador Pedro Aguirre Cerda. Éste, que dada la «recomendación» de las autoridades nacionales, había conocido el exilio en 1927 -al que viajó con un libro de cabecera: Desolación, dedicado por su autora, la poeta Gabriela Mistral-, no pudo permanecer ajeno una década después al desangramiento español.

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A poco de iniciado el gobierno del Bloque de Izquierda, nombre adoptado por la coalición, Neruda recibe una orden largo esperada: ir a Francia y rescatar a republicanos españoles retenidos en los campos de refugiados -en rigor: de concentración-. El poeta coordina solidaridades y ayudas. Combate a la burocracia diplomática y administrativa de su país -profundamente derechista y no poco pro fascista- y logra embarcar rumbo a Valparaíso, en agosto de 1939 en Burdeos, alrededor de dos mil personas, entre ex combatientes, sus familias y otros derrotados, en el Winnipeg, buque adquirido por el gobierno de la República Española en el exilio.

España es todavía el eco de su afirmación de 1943: «toda creación que no esté al servicio de la libertad en estos días de amenaza total es una traición».

La isla, la traición, homenajes

El resto es conocido e incluye su Canto General, sucesión de apuntes que navegan hacia un norte intuído hacia 1936/38: la historia total, general y particular, de América, un libro de luchas y pasión, síntesis y desparramo de lo que América es y de lo que sus pueblos y naciones buscan.

En 1943, entonces con la infatigable «Hormiguita»: musa exigente, correctora, secretaria, cónyuge y amante, comienza a construir el mito de una isla que no existía -ni existirá jamás sino en los dominios de la poesía: Isla Negra, una casa y un pabellón con un pez a la vera del mar.

El poeta llega al Parlamento para ser desaforado y perseguido por un hombrecillo de fácil sonrisa al que ayudó a obtener la presidencia de la república luego de los gobiernos de Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos. Con sus apuntes ya convertidos en el Canto… Neruda clandestino atraviesa a lomo de caballo el sur de la Cordillera y aparece en Argentina. En 1952, en México, Canto general comienza a caminar.

Todas estas cosas tal vez tuvo in mente Julio Jung cuando señaló a EFE el «lazo profundo» que ligó siempre al poeta con España, que -lo dejó señalado- nos dejó el idioma.

Resulta poco frecuente -tal vez por esas costumbres diplomáticas- que los representantes de un país participen más allá de lo que el protocolo manda en asuntos de aquel ante el que están acreditados.

Correcta hubiera sido la presencia de Jung, entonces, en el San Jordi cuando el Neruda en el corazón, hasta unas palabras de compromiso, quien sabe, el ramo de flores de estilo -muertas flores que Neruda odiaba por muertas- habrían sido correctas para quien contribuyó a hacer de Coronación un filme excelente. Pero no: Jung pertenece al mundo de la cultura.

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Por tanto el artista (de verdad) que es el encargado de cultura del consulado chileno en Barcelona -un artista es animal de desórdenes y productor de sueños o no es nada- sube al escenario, se cala un «jockey» y sin hacer caso del ritmo «oficial» nerudiano intercala las palabras el poeta -y mucho de su sentido y sentimientos- entre las letras, sentidos y sentimientos cantados por tantos y tan buenos intérpretes en esa ocasión.

Los políticos son reacios a confiar en los representantes del mundo del arte e intelectuales. Jung, al comunicar lo que el poeta es con las palabras del poeta, quizá haya interpretado los sueños autoimaginados de quienes, en la sombra vaga del poder, ven desde una pequeña altura circunstancial al país de Neruda. Tal vez; pero por cierto, en cambio, nos acercó al que nos invitó a renacer con él, a subir con él, a luchar con él, a cantar con él.

La poesía es una aventura peligrosa.

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