OLLANTA HUMALA, PROTAGONISTA NO INVITADO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Ollanta Humala es sin duda el out sider. Como antes Fujimori y Toledo, aparece como el candidato diferente, de afuera del sistema. Sin embargo, a diferencia de los dos anteriores, cuya fuerza fue la ambigüedad, Humala representa algo claro y definido: el nacionalismo refundante.

Si los otros sólo eran, en su turno, el rechazo al sistema desprestigiado, sin carrera ni ideología política conocida, Humala representa ese rechazo desde una posición que si bien tiene aún numerosas imprecisiones –que generan grandes dudas y aún temores–, es clara y distinguible.

Ello por dos grandes razones. La primera, biográfica: su vida, desde la niñez en el seno de una familia de clara ideología y práctica nacionalista, anti imperialista y de lucha por la justicia social, es un acumulado de ideas y prácticas claras inscritas en ese programa; agrégase a ello su alzamiento anti fujimorista en el año 2000, todo lo cual muestra un compromiso personal con ideas que –para bien o para mal, se esté o no de acuerdo con ellas– es indudable.

La segunda, es de orden, justamente, programático: Humala, si bien, de forma apresurada por las circunstancias y con un giro aún en marcha –y, por tanto, no del todo claro–, es el representante de la necesidad, sentida por una parte significativa de la población, de refundar el Perú, como ha ocurrido ya en varios otros países de la región, compartiendo con aquellas otras experiencias, el fuerte indigenismo como base de identidad nacional y el anti imperialismo.

La «paradoja Humala»

Las dudas persisten –muy esencialmente hablando– respecto de su idea de integración regional, en particular su actitud hacia Chile, así como en su capacidad de articular alianzas amplias para sustentar su propuesta de refundación, sin que ello implique caer en la tradicional politiquería y corrupción; tarea por lo demás difícil en el Perú.

Claramente Ollanta ha ganado su lugar «en la calle», no cuenta con medios de comunicación –salvo los escasos y débiles que se ha autogenerado–, ni encuestadoras, las que ha regañadientes y sólo cuando ya no fue posible dejarlo fuera, lo incorporaron; por ello, resulta plausible leer los apoyos que éstas le reconocen como de suyo “rebajados”.

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Los medios más importantes reflejan una paradoja difícil de entender para quien mira desde fuera: a diario publican acusaciones de todo tipo en su contra –las más graves de supuestos crímenes contra los Derechos Humanos–; y repiten hasta el cansancio que está “estancado” o en “retroceso” en las intenciones de voto. Contradictoriamente, le entregan, de hecho, y en ese mismo movimiento, constante tribuna y protagonismo público.

El análisis de las innumerables y disímiles encuestas –cuyos resultados, además, encuentran pública poca credibilidad entre la mayoría de la gente-, muestra que tales acusaciones no logran deteriorar el apoyo que ya ha obtenido –reconocido entre un 16% y un 22%, segundo lugar tras Lourdes Flores–; queda por ver si sí afectará a su potencial crecimiento.

Su enemigo real ha sido más bien “interno”, el daño más importante le ha venido desde sus propias filas. No se trata de la división con sus hermanos y padre por cuestiones ideológicas. La casi nula presencia en las encuestas –y en el apoyo en la calle– de su hermano Ulises, también candidato presidencial por el nacionalismo “etnocacerista” habla por si sola. Se trata de quienes le acompañan en las planchas (listas) electorales a todos los demás cargos públicos.

Los que paradojalmente con su discurso moralizador y refundador de la política, se muestran iguales a los politiqueros tradicionales, que combaten y critican, en dos sentidos: la numerosa presencia de candidatos con dudosos y a veces comprobados antecedentes de corrupción; y las públicas pugnas y divisiones, a veces rabiosas y desvergonzadas, por estas candidaturas.

Organizar y depurar en el avance

Ciertamente la propia rapidez de su ascenso político ha conspirado para que logre armar en buen tiempo un movimiento político depurado, sobre todo en un medio tan deteriorado donde casi no hay de dónde tomar elementos limpios –y con el requerimiento adicional que sean además viables y deseables, a diferencia de los “etnocaceristas” con los cuales rompió por sus discursos filo racistas, fascistas y chauvinistas–.

Así lo ha reconocido él mismo, sometiendo públicamente a la investigación de la prensa a todos sus acompañantes en la elección; de hecho, ya algunos denunciados han sido depurados; pero se presenta el difícil problema de distinguirlos de supuestas denuncias que son en realidad excesos parciales por parte de los medios, declaradamente –y a veces desvergonzadamente– hostiles a su candidatura.

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* Columnista de Por la libre en Perú (www.porlalibre.org).

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