Ondas agresivas

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Durante siglos, grupos de pacíficos y amables norteamericanos han cohabitado como otro grupo cuya agresión contenida ha esperado por sólo una pequeña provocación para desatarse. La ira emergió en toda su fealdad durante los juicios de brujas del siglo XVII en Salem, Massachussetts, cuando los ancianos puritanos, reprimidos sexualmente, descubrieron que el Demonio se había infiltrado en su Sión de la Selva –a través de los genitales, por supuesto–.

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Aunque los Puritanos no pudieron extender su misión por todo el continente, en su intento teocrático por construir un mundo libre de pecado, de manera que Cristo pudiera regresar y redimir a la humanidad, sí dejaron un legado duradero. Religión, represión, imperio y violencia se han conjugado bien desde entonces como leitmotiv en la historia de EEUU.

LA ESCLAVITUD Y EL “FAR WEST”

Durante más de dos siglos, millones de esclavos experimentaron la crueldad de amos y tenientes que rutinariamente golpearon y violaron a su fuerza de trabajo y familias divididas –todo justificado, explicaron los hombres de Dios, por la Biblia–. Después de la esclavitud, los gobernantes del “apartheid” lincharon regularmente a los negros y segregaron con eficacia gran parte del país –hechos nuevamente condonados por secciones del clero politizado que interpretaron la segregación como mandato de Dios–.

La malicia se colocó en el centro en la persona de los militares durante las guerras indias que duraron más de un siglo, batallas imperiales con “enemigos” que poseían tecnología militar inferior. Durante la guerra de 1812 por arrebatar Canadá a Inglaterra, los oficiales estadounidenses aprendieron la lección de no combatir a contrincantes difíciles que poseyeran armamento avanzado.

Siguiendo órdenes del Departamento de Guerra, las tropas norteamericanas masacraron a las tribus y les robaron sus tierras. La invasión norteamericana y posterior ocupación de las tierras indias es un modelo cruel, agresivo e imperial. (Ambos presidentes de apellido Bush criticaron a Saddam Hussein por cometer hechos similares en Kuwait en 1990.)

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TIEMPOS MODERNOS

Soldados de EE.UU. cometieron masacres cuando ocuparon las Filipinas (1898 1932). Los ejércitos norteamericanos de ocupación se comportaron de manera similar en Haití, Cuba y Nicaragua.

¿Qué crueldad mayor puede existir que el bombardeo nuclear de dos ciudades japonesas y las bombas incendiarias sobre la población civil en Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial?

Y el lado feo del rostro norteamericano se mostró sin uniforme en los recientes atentados con bombas al Edificio Federal de Oklahoma e incontables clínicas de aborto –no por musulmanes fanáticos, sino por jóvenes norteamericanos entrenados por el ejército–.

LA RADIO, LAS VOCES…

Los crueles hechos también encuentran su reflejo en las ondas de radio. El desagradable hablador adicto Rush Limbaugh quería encarcelar a otros adictos e imponer la sentencia de muerte a los traficantes. Por favor, escuchen aunque sea una vez cómo despotrica homicidamente Michael Savage y la ortodoxia puritana de la Dra. Laura, quien posó desnuda para la cámara mientras vivía en pecado –una situación que ella deplora en el caso de otras mujeres–. Pero estos boca de orinal políticos palidecen ante la reciente agudeza populachera del perenne comentarista radial Paul Harvey.

A los 86 años, y acabado de firmar un contrato de $100 millones por 10 años con Disney-ABC, esta perenne personalidad radial decidió que le había llegado el momento de articular un punto de vista que él estaba seguro que sus oyentes compartirían.

El 23 de junio dijo en su programa radial diario en ABC: “Me ha estado molestando algo durante varias semanas. Voy a sacármelo de una vez y veamos qué pasa. Después del ataque a Pearl Harbor, Winston Churchill dijo que el pueblo norteamericano –y esto es una cita directa–: ‘No llegamos hasta aquí porque estemos hechos de algodón de azúcar’. Esa fue su respuesta al ataque a Pearl Harbor. Y ese recordatorio fue tomado seriamente y procedimos a desarrollar la bomba aunque aproximadamente 150 000 hombres, mujeres y niños perecieron en Hiroshima y Nagasaki. Con un solo golpe se terminó la Segunda Guerra Mundial”.

¿Ganó él su atención? Y ahora para aplicar la historia al presente, Harvey calificó al 11 de septiembre como “el Pearl Harbor de Nueva York. Winston Churchill no está aquí para recordarnos que no llegamos hasta aquí porque estemos hechos de algodón de azúcar. Así que después del desastre de Nueva York hicimos gala de nuestra humanidad, dimos a nuestros antiguos socios un pase, a pesar de que hombres y dinero de Arabia Saudí fueron responsables en gran medida de la devastación en Nueva York y Pennsylvania y en nuestro Pentágono, y enviamos hombres con fusiles a Afganistán e Irak y mantuvimos nuestras mejores armas en los silos.
“Incluso ahora estamos allí muriendo, sin atrevernos a hacer algo definitorio porque nos hemos declarado mejores que nuestros enemigos terroristas, más morales, más civilizados. Insistimos: está en juego nuestra imagen”.

Harvey no hizo una pausa para la “Página 2”, su transición tradicional a un comercial. Continuó: “No llegamos hasta aquí porque estemos hecho de algodón de azúcar. En otra ocasión logramos introducirnos en este continente dando a los norteamericanos nativos mantas infestadas con viruela. Sí, eso fue guerra bacteriológica. Y usamos todas las armas que pudimos obtener para apoderarnos de esta tierra de quien fuera y nos volvimos prósperos. Y sí, engrasamos los patines con el sudor de los esclavos”.

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Un curso relámpago de cómo Estados Unidos se convirtió en una gran nación. “Y así sucede con la mayoría de las grandes naciones-Estados, las cuales cuando se sienten culpables por su pasado salvaje, finalmente se vuelven civilizadas y pierden sus negocios y terminan por ser invadidas y dominadas por los hambrientos en ascenso que no están hechos de algodón de azúcar. Paul Harvey, buenos días”.

Harvey defendió la esclavitud, el genocidio la guerra nuclear y bacteriológica como métodos legítimos para construir “nuestra” gran nación. Las estaciones propiedad de Disney retransmiten a Harvey por otras mil estaciones radiales con una audiencia estimada de unos 18 millones de personas. Disney-ABC no ha informado a sus oyentes que Paul Harvey sirvió en el Cuerpo Aéreo del Ejército de Estados Unidos de 1942 a 1944, y que fue licenciado por medio de la Sección 8: enfermedad mental.

… Y LA ÉTICA

¡Qué diferencia con Mickey, Minnie, Donald y Daisy! Disney dibujó a esos amistosos animales sin genitales –¿para eliminarles agresividad o proteger a los niños del conocimiento de que hasta los animales los tienen?–; incluso les dibujó guantes blancos en las patas –¿como pureza o para cubrir el hecho de que las patas no son precisamente manos?–.

En 2004 Michael Moore trató de d¡stribuir su filme Fahrenheit 9/11 por medio de Miramax, una subsidiaria de Disney, que era también el principal inversionista en el filme. The New York Times (5 de mayo de 2004) informó que un ejecutivo de la empresa había dicho que como “Disney se dirige a familias de todas las inclinaciones y creencias y cree que el filme del Sr. Moore podría alienar a muchos”, no permitiría a Miramax distribuir el filme.

Posteriormente los ejecutivos de Disney no se preocuparon acerca del apoyo que Harvey dio a una variedad de lo que varios tratados definen como crímenes en contra de la humanidad y crímenes de guerra –esclavitud y atacar a poblaciones civiles con armas nucleares y biológicas–. Ni tampoco los ejecutivos de Disney temen que censurar a Harvey pudiera ofender a millones de esa gente de espíritu mezquino que escucha sus lugares comunes populacheros y reaccionarios.

Consideren las 17 horas a la semana de espacios estelares dados a Limbaugh y a la Dra. Laura. Cuenten las horas otorgadas en espacios estelares a airados despotricadores de derecha como Michael Savage, Al Rantel, Larry Elder, G. Gordon Liddy y Oliver North. Es más, estos extremistas casi monopolizan los programas de comentarios. En las estaciones religiosas en AM y FM, los predicadores fundamentalistas dominan; su política se engarza a la de charlatanes más seculares en la radio no religiosa. Irónicamente los comentaristas radiales se unen en un gran coro en su queja acerca del “control liberal de los medios”.

Mientras los liberales condenaban las torturas a iraquíes por parte de estadounidenses en Abu Ghraib, Limbaugh sugirió que los guardas de prisión “sólo se estaban divirtiendo” y “liberando alguna presión”. La idea que Limbaugh tiene de “diversión inocente” incluía sodomizar a prisioneros, conectar alambres a dedos de las manos, de los pies y pene para simular la tortura eléctrica, y violar a niños. Al igual que las divertidas fiestas en las fraternidades universitarias, los policías militares en Abu Ghraib sólo se divertían mientras un soldado violaba a una prisionera.

La agresión imperial, desde la noción de los puritanos de difundir la Palabra, hasta la difusión de la democracia a todo el mundo por George W. Bush coincide con el comportamiento cruel e ilegal. También se corresponde con sentimientos peligrosos y cerca de la superficie de millones de personas en este país. En nombre de Dios y de la bondad, nuestros soldados, por orden de sus líderes políticos, han hecho cosas terribles en todo el mundo.

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Los menos elocuentes de estos psicópatas esperan las palabras de “autoridades” como Paul Harvey y los otros charlatanes de la AM que les digan que Dios, democracia y grandeza justifican su tendencia a la violencia homicida.

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* Profesor en la Universidad Cal Poly Pomona, miembro del Instituto para Estudios de Política y autor de El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia.

Artículo publicado en la revista Progreso Semanal (www.progresosemanal.com).

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