Óptica: Gadafi y los derechos humanos

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Nieves y Miro Fuenzalida.*

La idea de pertenecer a una comunidad moral o, lo que es lo mismo, a la cultura de los derechos humanos no es extraña a los cientos de miles a través del mundo que hemos sufrido la persecución, el encarcelamiento y la tortura bajo regimes dictatoriales y dirigentes que no trepidan en asesinar al pueblo.

El ideal de una comunidad planetaria dominada por los derechos humanos está aun muy lejos de ser una realidad, pero el sufrimiento físico y psicológico de las victimas, la experiencia común, el hecho de haber “estado ahí”, es lo que nos permite trascender los fetiches ideológicos y solidarizar con los cuerpos martirizados.

Quienes hemos sentido el mismo dolor que hoy sienten los perseguidos por los tiranos y dictadores es lo que nos obliga a trascender el lugar común.

El pensamiento progresista que surge con el renacimiento y que es con el que la izquierda se identifico desde muy temprano, inauguro nuevas formas de coexistencia. La razón reemplaza el mito, la magia, la autoridad religiosa y el dogma y abre el camino a una moral universal independiente de mi grupo, raza o nación. El camino de la historia se llena con el ruido de la explosión de los movimientos liberadores… de esclavos, de mujeres, de pobres.

Los miserables en busca de la dignidad… Es la lucha por la igualdad de los derechos, por la existencia de la democracia, el pluralismo y el internacionalismo proletario. La edad de la razón, uno muy bien podría decir, fue la edad de la revolución. Para consolidar este sueño se crean instituciones legales y jurídicas capaces de defender estos derechos y extenderlos a toda la humanidad.

Aquí no estamos diciendo nada nuevo. Pero es todo esto lo que los tiranos del pueblo niegan. Lo vivimos en Chile bajo Pinochet y lo continuamos viviendo en otras partes del mundo. Para estos criminales que monopolizan el poder en forma absoluto el derecho a la vida se funda en caprichos personales o ideológicos y no en el estado jurídico universal.

Es la fuerza del tanque, la metralleta, la policía secreta y las cámaras de tortura con la que eliminan toda posibilidad de mantener o crear una tradición democrática. La denuncia de los crímenes de Pinochet por parte de Amnistía Internacional, la Cruz Roja y “Human Right Watch jugaron un papel clave en la lucha en contra de la tiranía.

Son estas mismas organizaciones las que hoy denuncian los crímenes de Gadafi en contra de cualquiera que discrepe con él y según ellas hay suficientes evidencias para juzgarlo en la Corte Criminal Internacional. Si durante la lucha en contra de Pinochet confiamos en estas instituciones… ¿por que no lo hacemos ahora en la lucha en contra de Gadafi? La soberanía nacional en algún momento fue un principio internacional cuya función fue la de defender a las naciones débiles en contra de de los impulsos depredadores de las naciones mas poderosas.

Después de la intervención en Yugoeslavia para detener el genocidio de Bosnia y la detención de Pinochet en Londres la soberanía nacional ya no se puede usar para escudar los crímenes de los dictadores.

Cuba, Venezuela y Bolivia simpatizan con Gadafi y cuestionan la resolución de las Naciones Unidas de impedir que el dictador continúe masacrando al pueblo. Por supuesto que esta es su prerrogativa… pero ¿de que manera uno podría seguir llamándose izquierdista?

Si el criterio único es el anti imperialismo norteamericano, entonces cualquier aliado es bueno… el islamismo anti-modernista, el régimen de Bielorrusia o Gadafi. Esta es la prioridad y tiramos por la borda los ideales progresistas que una vez la izquierda internacional sostuvo.

El evento árabe posee una cualidad singular que los fetiches ideológicos no logran capturar. Por 42 años los pueblos de Tunisia, Egipto y Libia han vivido sometidos por regimenes dictatoriales en donde toda posible oposición ha sido eliminada físicamente. Lo que hoy vemos es el anhelo de estos pueblos de vivir con cierta dignidad, de poder hablar sin el temor de ser eliminados, de tener una voz en las decisiones públicas, de tener un poco de dinero en el bolsillo, de disfrutar de los mismos derechos que existen en el mundo moderno.

En breve, el mismo anhelo democrático que siempre ha caracterizado a los movimientos progresistas. Su irrupción en la escena intranquiliza a la izquierda ortodoxa porque ellos no hablan de imperialismo y no queman banderas norteamericanas y también asusta a Obama y el Pentágono porque han desenmascarado a los tiranos que por tanto tiempo ellos mismos han mantenido. Si hoy día se ven obligados a deshacerse de ellos es solo porque su lastre amenaza con hundirlos.

La desorientación de la administración de gobierno de EEUU se reflejo claramente en las declaraciones de Clinton al decir que no sabían quiénes eran estos rebeldes, lo que explica la reluctancia a participar en el conflicto. Quien más tiene que perder económica y políticamente en esta operación es Estados Unidos. Si lo hace es porque Obama tiene una verdadera obsesión con su legado histórico y no quiere cargar con un genocidio como en Ruanda o Sheberniza. Cuando Gadafi amenazo a la ciudad de Bengasi que una vez vencidos no habría compasión ni perdón no tuvo salida.

No sabemos lo que ocurrirá en el mundo árabe. Predecir no es una tarea fácil, especialmente cuando se trata del futuro… ¿Quién se robará la revolución? Lo que uno podría decir, sin embargo, es que si el mismo orden de cosas se mantuviera con diferente fachada, algo nuevo ha surgido en el mundo árabe y esto no será fácil de extinguir.



 * Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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