Para el horror de Borges

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Si Jorge Luis Borges estuviera vivo, probablemente no se habría enterado. Al menos desde las fuentes directas. Y es que este genio de la literatura del siglo XX sentía un profundo desprecio por la prensa diaria. Tanto así, que en las oportunidades que llegaba a sus manos el matutino antes que a las de su madre -con quien vivió más de 80 años-, se las arreglaba para hacerlo desaparecer por el incinerador sin que ella supiera.

Para Borges, las noticias eran para olvidarlas, lo trascendente era la literatura.

Pero lo seguro es que a Borges -un hombre tímido y celoso de su privacidad- le produciría producido horror el sólo saber que en torno a su vida y obra, la prensa escrita se ha  festinado desde su muerte ocupando cientos de páginas y no precisamente las dedicadas al análisis literario, sino más bien las relacionadas con la chismografía literaria.

Siempre se recuerda a Borges como uno de los hijos huérfanos del Premio Nobel. María Kodama, la mujer que lo conociera desde niña y que después se convirtiera en su secretaria y mujer, asegura que en1976 estaban a punto de darle el premio, que incluso recibió una llamada desde Suecia que le sugería no realizar -por inconveniente- un viaje a Chile que tenía planificado.

El fantasma del soborno lo decidió a aceptar con más fuerza la invitación de la Universidad de Chile que lo nombró entonces Doctor Honoris Causa. Un viaje con una agenda muy saturada en la que también se incluyó una entrevista con el general Pinochet. La Academia Sueca no le habría perdonado en plena Guerra Fría semejante desliz a un intelectual latinoamericano.

Tras la muerte de Borges en 1986, María Kodama quedó como única heredera de los derechos de las obras del autor tras un abrupto cambio testamentario, desplazando en ello a Norah, su única hermana y a Fanny, la empleada que le sirviera a él y a su madre por más de 30 años. Desde entonces, la influencia que la Kodama habría tenido en los últimos años de su vida, ha sido duramente criticada.

El biógrafo y la viuda

Desde la trastienda propia de la prensa trasandina -y que este fin de semana tuvo uno de sus capítulos en un diario criollo- María Kodama le responde a Alejandro Vaccaro, presidente de la Asociación Borgeana de Buenos Aires y autor de dos biografías no autorizadas sobre la vida del escritor, los dichos vertidos en una entrevista otorgada a El Mercurio semanas atrás. Ya en ese entonces, el mismo título de la crónica «Pelambres Borgeanos» daba cuenta del tenor con que Vaccaro se refiere a Borges.

Su protagonismo en la prensa nacional fue con motivo de la singular muestra denominada «Borges.1001 imágenes» de la cual Vaccaro fue curador y que se exhibió en la Biblioteca Nacional hace un mes atrás. Consistente en gigantografías de la vida y objetos de Borges, la exhibición entregaba una mirada muy particular que dejaba a cualquier amante de la obra del escritor trasandino con un enorme sentimiento de deuda.

A Vaccaro en aquél artículo se le denomina»el biógrafo de Borges», pero es bien sabido que no es el único. Puesto que los entendidos en materia biográfica prefieren la pluma de María Ester Vázquez y si de analizar la obra borgeana se trata, como dicen los fanáticos, el trabajo del Premio Nacional chileno Volodia Teitelboim tiene muchos méritos, más cuando acompaña su labor crítica con algunas bien fundadas referencias biográficas.

Alejandro Vaccaro, el polémico autor de El señor Borges, recoge el testimonio de Fanny, la fiel empleada de décadas, para mostrar a un Borges más que en la intimidad, en esa cotidianeidad que deslava a cualquier genio. Allí dice que la figura protectora de la madre de Borges, doña Leonor Acevedo, acaso la persona más importante en la vida de «Georgie», como ella llamaba a su hijo, fue reemplazada tras su muerte por  la actual heredera universal. Que la nueva dueña de casa tenía una relación con el escritor que a veces rayaba en el maltrato. Que Borges, a sus más de 80 años, se habría enamorado perdidamente de una joven dependienta de una librería cercana a su hogar. Que pensaban fugarse juntos y que una vez descubierto el secreto, María Kodama lo habría aislado. Que sabiendo a Borges aquejado a sus 86 años de un cáncer al hígado, lo lleva a Europa, donde finalmente muere.

María Kodama se defiende en una extensa carta que desmitifica algunos de sus puntos abriendo de paso una serie de interrogantes adicionales, como los que dicen relación a la publicación póstuma de obras que Borges habría renegado. Nos referimos a El tamaño de mi esperanza, un libro que el autor de El Aleph abominaba por considerarlo un pecado de juventud, en el que campea la pedantería y el rebuscamiento verbal, propio de un joven y altanero iniciado en las lides literarias.

Todo esto a propósito de un Borges que no leía el diario, por considerarlo sin importancia. Quizás, finalmente, tenga razón.

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*Periodista. Conduce un programa en la radio de la Universidad de Chile.

Tomado de: www.portaldelpluralismo.cl

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