Paro del agro en Argentina: la implementación del caos

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Luigi Lovecchio*

En las rutas de la Argentina cortadas por la protesta del campo hay "ingenuos" protagonistas, dueños de 400-800-1200-2000 o más hectáreas con valores en dólares de 3.200.000, 6.400.000, 9.600.000, etc. Esta gente multimillonaria hace aplicadamente su trabajo de “idiotas útiles” al servicio de Wáshington, que entregó a las multinacionales de la soja un subsidio por la fantástica suma de 5.000 millones de dólares para que se invierta en beneficios concretos en los campos de todos los países del mundo que la cultivan.

Una minoría, y no de "campesinos" que no votó al oficialismo –y no ganó en las elecciones–. Sus actos revoltosos se pueden considerar de desobediencia cívica.

Esta oleaginosa, la soja, se ha convertido en siembra estratégica para el gobierno de EEUU, no tanto para su valor nutritivo sino por producir ganancias especulativas frente a la debilidad del dólar y por la posibilidad de transformarla en fuente energía que mueva máquinas en sustitución del petróleo.

Pero hay más: la idea hacer del mundo un conglomerado dependiente de la soja (o soya) en el que todos los otros productos agro-ganaderos –como la carne las frutas, la verdura etc– se tendrán luego que importar desde los mismos EEUU o desde los países “amigos” asociados de los Estados Unidos en esta verde aventura, como Brasil o Chile, por ejemplo. Es por eso que otra importante millonada de dólares subsidia en suelo estadounidense a los productores de frutas, verduras, carnes, etc.

Es la globalización en sus aspectos más dramáticos: un mundo hambriento que sólo puede ser alimentado por el feudo americano y sus asociados, que administrarán llenos de gloria y goces los alimentos y la energía del futuro. Son apenas los primeros pasos en esta dirección, pero firmes. Para eso es necesario crear una asociación global de países identificados con las finalidades de Estados Unidos con el objeto de crear un club exclusivo de alimentos que tenga el predominio sobre los países más necesitados.

Quienes se oponen a esta idea tendrán una economía basada de manera exclusiva en soja. La tentación de buenas ganancias fáciles son el telón de fondo de la codicia y de la vista corta –como ocurre ahora mismo con los productores agropecuarios de la Argentina–. Un futuro de estar en el desierto cargado de oro, pero lejos de un oasis.

También es por eso que acaso detrás de la protesta del campo –probabilidad tan aterradora como posible– la CIA o quizá un complot entre multinacionales y aparatos de "seguridad" por ahora innominados, opere silenciosamente, dando solícitas coordenadas, trazando programas e inteligencia que favorezcan la revuelta. Las varias asociaciones y federaciones del campo, por si solos, no habrían podido coordinarse tan bien en cada uno de sus pasos.

Observando los hechos con detenimiento se puede llega a esta consideración (de la CIA u otros organismos implicados) casi con la precisión de una cuenta matemática. Fueron así los hechos que se desarrollaron en Chile en 1973 para derribar el gobierno de Salvador Allende.

En ese entonces nadie sabía que una huelga de camiones iba a poner de rodillas al gobierno chileno libremente elegido; nadie sabía que el secretario del sindicato de camioneros, León Villarín, recibía de la CIA gran cantidad de dólares para pagar día a día la perdida de cada camión parado; nadie sabía que el mismo Villarín, luego refugiado en una pequeña ciudad cerca de Wáshington, rodeado de un discreto bosque privado y de anonimato, iba a declarar al periodista italiano Maurizio Clerici estar arrepentido de haber llevado a cabo las maniobras pagadas y sugeridas por la CIA. Le habían prometido que, luego de Allende, los chilenos dejaría de ser un pueblo agobiado por desiguales sociales.

El nuevo escenario argentino es empujado por ese subsidio de 5.000 millones de dólares anuales para que la soja se vuelva especulación, con precios de oro que alimentan la trampa de la codicia de los ingenuos productores agrícolas. Ahora su realidad es sembrar a todo vapor la oleaginosa de la abundancia, ignorando el tomate, la carne las verduras y la frutas en general.

Como las viejas profecías ésta se está volviendo realidad. El cincuenta por ciento del suelo argentino cultivable ya es soja. Los tomates, las papas y el resto de los alimentos y hortalizas crecen en precio: es el principio de la profecía y una de las razones de la inflación. (Quién quiera saber sobre las otras causas de la inflación puede leer mi artículo titulado: “Argentina: lechuga y hortalizas armas de destrucción masivas, creadoras de pobreza”, publicado en www.losbuenosvecinos.com.ar).

Una prueba que confirma la participación de la CIA en esta huelga del campo, la brinda el hecho de que en todos los países linderos el rendimiento en dólares de la tonelada de soja es inferior al que se paga en la Argentina. La Argentina mantiene el récord del precio por tonelada a pesar de las altas retenciones (Ver artículo publicado en www.clarin.com/diario/2008/06/08/elpais/p-01003.htm). Esto de debe a que el gobierno invierte 12.000 millones de pesos por año y mantiene al dólar más alto de su valor real; si se lo dejara flotar libremente rondaría un valor de 1.50 /1.70, como el real brasileño. En la actualidad se cotiza a 3,10.

Éste valor permite a los productores agropecuarios hacer de sus utilidades con la soja –y otros granos– un negocio redondo. Comparando con países limítrofes sin retenciones, la oleaginosa argentina da una ganancia del 14 por ciento –o más– como mínimo. La pregunta es ¿por qué los productores argentinos hacen una protesta tan dura y tan persistente si tienen el mayor rendimiento de todos los países suramericanos?

La respuesta se encuentra en el sistema de retenciones móviles implementadas por la presidente Cristina Fernández, en defensa justamente de que el campo argentino no se transforme en una inmensa reserva de soja, funcional a los intereses especulativos de Estados Unidos.

La cuestión, así, es dejarse tentar por las altas ganancias que promete la soja y descuidar el resto de los alimentos o mantener una postura equilibrada haciendo pagar a la oleaginosa de “oro” un impuesto que frene los buenos dividendos. De ese modo los productores agrícolas pondrían su atención sobre otras inversiones agropecuarias.

La medida que parece perfecta a todos los efectos, sin embargo contrasta con la voluntad de Wáshington de tener un juego cerrado y fuertemente disciplinado sobre esta nueva herramienta de conquista. Por eso se encarga la CIA –quizá otro organismo– de las acciones necesarias para convencer al gobierno argentino –mediante una acción de fuerza oculta, asociadas al pretexto de los productores del campo– de que cualquier intención "desobediente" es un esfuerzo inútil frente al poder de la Casa Blanca.

Y del mismo modo como en 1973 la prensa toda se alineó en Chile contra Salvador Allende, hoy en la Argentina está toda aliada del campo. Es vergonzoso ver como el “Gran diario argentino”, el multimedia escrito de mayor circulación en el país, es insidioso en sus títulos y copetes.

Es doloroso ver a un Fontevecchia y a un Mitre mentir con sus publicaciones abiertamente a los lectores haciendo un gran despliegue de artículos creados con el propósito de confundir a toda la opinión pública.

El dinero de la CIA o de otro organismo de “ayuda” produces sus efectos: nadie quiere dejar de participar en la torta. Negocios son negocios, no importa si oculto… Pero si se hiciera un acto de justicia esos medios periodísticos deberían ser encausados y condenados por el reato de traición a la patria, por más que estén apoyados por tanto poder y que al leer estas líneas suelten sonoras carcajadas.

Nada más. 

* Periodista.  

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