Perdón por la interrupción: Estados Unidos eligió (al parecer). ¡Qué alivio!

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Lagos Nilsson*

Debo confesar: me libera el final del proceso eleccionario en el país norteño. Me tienen aburrido los "analistas", "politólogos" y demás fauna que huele a sospechoso chovinismo estadounidense –aunque no sean estadounidenses ellos–, como un montón de vagos, que diría alguien en el bar de la esquina, disparando vocablos sobre una realidad que escasamente conocen, si conocen, tal como pudieron opinar sobre la política del imperio romano los habitantes romanizados de la periferia oprimida que jamás se habían sentado en las gradas del Coliseo.

 

Porque de eso se trata: de un circo gigantesco, de una operación en el terreno de las comunicaciones con un objetivo: que olvidemos. ¿Que olvidemos qué? Un hecho: la política exterior de Estados Unidos (si puede hablarse de política exterior cuando el asunto es el viejo apotegma de allá: América para los americanos –y se tiene presente que América se inicia al sur de Canadá y termina en el Río Bravo y la costa del Golfo de México; una franja, amplia, cierto, pero eso: una franja extendida entre dos océanos y no más).

La teoría del patio trasero, de los hijos de puta que serán fideputas, pero "nuestros hijos de puta", las romerías de gobernantes –o de quienes aspiran a serlo en esta parte del mundo– a Wáshington y Nueva York, las ayudas para combatir el terrorismo, el narco, el exceso de población, las inversiones –vaya perversa metáfora–, los TLC –con su trampa en derechos de propiedad intelectual, tribunales estadounidenses para resolver eventuales diferencias–, los asesinatos y el crimen gastronómico que son los Macdonald’s y las horribles pizzas de otras cadenas, en fin, hacen pensar que América Latina y el Caribe, con la excepción de Cuba (y eso quizá) no son materia de la política externa de EEUU; ni siquiera de política interna: apenas será, piensa uno, materia de una subdirección de una subgerencia de alguna trasnacional.

Radios y canales de TV tanto en Buenos Aires como en Perú, en Santiago de Chile como en México, han montado programas especiales para seguir el recuento de votos, las proyecciones de los primeros escrutinios (escribo esto recién caída la noche suramericana). Da asco.

No el esfuerzo periodístico de esas empresas, al fin de cuentas el capital carece de patria específica; me asquea la estupidez de un montón de latinoamericanos que se refieren a la elección estadounidense como si fuera la de su club de canasta o de bolas criollas o de tiro al blanco o de fútbol o de béisbol del barrio o urbanización donde viven. Ninguno de los "expertos" repasa siquiera el actuar de EEUU (del EEUU político) en el resto de América: sobre nosotros.

Ninguno recuerda a Bolívar, a los cónsules estadounidenses del siglo XIX, o Martí, o Sandino, o la Revolución Mexicana, o Torrijos (el viejo), o Árbenz, o Perón, o Allende, o Chávez, o Correa, o Morales, o… Ninguno recuerda a los médicos del Cuerpo de Paz y las esterilizaciones forzadas a mujeres en el Altiplano (un idiota en una radio, en este instante, pregunta porqué "no se han producido proyecciones en Pensilvenia o en Niu Yorq" – otro pregunta ¡a la CNN! sobre Ojaio e Ílinois: ¡bravo por el acento! Naturalmente la música del programa imaginarán cuál es).

Es verdad, de papel o no el tigre de América del Norte mata ovejas, vacas, gallinas, cultivos y cuanto imagine imaginable en todo el mundo. Es parte de su naturaleza y de la naturaleza de las cosas bajo el orden capitalista. Pero sobre eso nada dicen estos analistas de pacotilla. Podría uno preguntarse cuánto reciben por su trabajo cotidiano algunos, almenos, como estipendio de la correspondiente embajada.

Así que terminó el acto sufragista. El señor McCain habría reclamado por alguna irregularidad, el señor Obama no ha dicho nada. Ganará cualquiera de los dos. La pregunta es: ¿y después qué? Porque, no olvidemos, alguien pagará las consecuencias de la crisis mundial. Un consejo: lea sobre permacultura y autogestión. Podrá necesitarlo.

* Periodista, escritor.

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