POESÍA: VIAJE AL MUNDO DE JORGE TEILLIER

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Rara vez los poetas dan las claves que operan en cada poema de su autoría. Archibald MacLeish, en su Arte poética, dice: «Un poema no debe significar / sino ser».
Desde esa perspectiva, el único que podría hablarnos del universo que ha creado, es el propio autor. Ejemplo de esto serían las llamadas citas o notas a pie de página, que ayudan a la lectura de La tierra baldía de T. S. Eliot.

El tema, ampliamente tratado por Harold Bloom en La angustia de las influencias, tiene también otra vertiente, que centra el problema más bien en el ámbito del poema y la construcción de éste. Nos referimos, simplemente, al concepto de intertextualidad, entendida como «(…)la presencia de textos anteriores en un texto determinado, es decir, (…) la capacidad por parte del lector de reconocer la presencia de elementos culturales, artísticos o no, en el texto que lee»1.

En esta ocasión, Jorge Teillier conversa acerca de algunos de sus poemas en una grabación inédita, que guardamos, realizada en el invierno de 1991 en el Molino del Ingenio.

Revisaremos en primer lugar un poema, publicado en el libro El molino y la higuera (1993 ). Su título es El bosque mágico.

Interviene Teillier: «Este es uno de los pocos poemas míos, que me lo escribieron prácticamente, dedicado a Henry Treece. un poeta galés. Los tres primeros versos son de él, adaptados por mí, por cierto. Él empieza diciendo lo siguiente: «Despierto para soñar» y yo empiezo el poema entonces:

El bosque mágico

Y el poeta me dijo:

«El bosque está lleno de crepitantes pasos.

El bosque está lleno de agonizantes chillidos.

¡Nadie debe entrar esta noche a ese bosque!»

Allí encontré una mujer de ojos de sílex
y de uñas creciendo como amistosas orugas.
Su pelo tenía el color de las hojas insomnes
y una rama la guiaba como sabia serpiente.

Ella me cantó nuevas villanelas
y me mostró el dragón que la protegía en el aire.
Un jabalí defendió con sus dientes mi mente
y supe que una risa oculta se burlaba de mí.

Ella me hizo dejar mi amuleto sobre una lápida
y me mostró como matar mis amadas alondras
con una mueca, un silbido, un susurro,
con una hoja transformada en el licor prohibido.

Ella me preguntó mi nombre y el nombre de mi casa.
Yo sólo le nombré el Libro de los Libros.
Ella me dijo que podíamos dejar el bosque
e ir al Baile de los Reyes del Valle de la Luna.

Yo ví sus ojos volviéndose hogueras implacables,
ví sus uñas creciendo como amenazantes culebras
y recordé de golpe los rezos de mis parientes
y me encontré sólo en mi tierra natal.

«Aquí hay varias cosas. Hay algo que está en la astrología. Henry Treece, el poeta muerto, le dice al que despierta, que no salga al bosque, porque está lleno de amenazas. Uno dice cuáles amenazas. El dice que no hay que entrar, nada más. Entonces él encuentra a una mujer con ojos de sílex.

«El sílex es la piedra de sacrificio. La piedra más hermosa, pero era la piedra que usaban los aztecas para sacrificar a sus víctimas en la noche. Entonces eso ya es una referencia cultural. Cuando hablo del dragón es ella, porque es una serpiente alada. Una mujer de ascendencia aborigen y a la vez de ascendencia europea.

«Es un dragón con alas. Signo del dragón en la mitología china. Y yo soy jabalí. El jabalí defiende con sus dientes mi mente, el jabalí es un animal un poco lento, pero que defiende mucho, sabe detectar quien va a hacer daño, por eso me defiende del inconsciente. El dragón es el inconsciente que quiere hacerme volar y el jabalí quiere tenerme en la tierra.

«Descifrar el poema como sueño, hay que descifrarlo así: ella dice que yo tengo un amuleto. Entonces me pide que lo deje sobre una lápida de un antepasado mío, para que yo no tenga protección de ningún antepasado, y después me dice cual es mi nombre verdadero y dónde vivo. Yo le digo que eso lo sabe solamente el Libro de los Libros, que es el Libro de los sueños. Ella me va a matar, pero yo recuerdo los rezos de mi niñez y me encuentro de nuevo en la tierra de los antepasados.

«Esa es la interpretación cosmológica y a la vez astral. No es un simple poema. Es un sueño interpretado. Pero tiene un ritmo de poema, tiene 14 sílabas. Está hecho en forma racional. Pero no es un poema racional».

Luego analiza otro poema del libro El molino y la higuera. Lo tituló: Tú que de la nada sabes más que los muertos:

«Tú que de la nada sabes más que los muertos»
Tú que tiemblas sobre el papel en blanco
Acuérdate de mí que ya no llevo archivos.

Acuérdate de mí que ya no llevo archivos
Ni me conmueven estas líneas que escribo
Ni el vuelo de las golondrinas cada vez más oscuro
Y que lo cambiaría por un oro invisible.

«Tú que de la nada sabes más que los muertos»
Acuérdate de mí que escribo cuando me da la gana
Y que no he renegado de una sola palabra
Y no espero oír el canto de los tripulantes.

He encontrado la nada en unos brazos desnudos
He encontrado la nada en un llanto de un recién nacido
He encontrado la nada en flippers y museos
«Tú que de la nada sabes más que los muertos».

Habla Teillier:

«Tú que de la nada sabes más que los muertos es un poema de Stephane Mallarmé, gran poeta simbolista. También hay una cita de Boris Pasternak:’No hay que temblar sobre el papel en blanco. Mejor es no llevar archivos. Mejor llevar memoria. Después hay algo sobre Gustavo Adolfo Bécquer: ‘Ni el vuelo de las golondrinas cada vez más oscuro. Pero a mí las golondrinas no me traen tristeza, me traen oro.

«Aquí hay otra frase de Mallarmé: Pero yo me calmo pensando que oigo el canto de los tripulantes’. Él quiere partir a otra parte. Yo digo no, me quedo solo. Encontré la nada. ¿Dónde está?: en unos brazos desnudos. El llanto de un recién nacido es la nada, porque quiere estar vivo y quiere estar muerto. Los flippers y museos son iguales, tactos digitales, tactos de los cinco sentidos. Y de la nada, nadie sabe más que los muertos».

En esa misma grabación, Jorge Teillier conversa acerca de un poema que escribió hace más de diez años. Nos dice:

«Este es un poema escrito bajo la influencia de una película que vi el año 45, en Lautaro, que me llamó mucho la atención, porque se llamaba El club de los corazones solitarios, donde se juntaba gente que no conocía a nadie, en una ciudad de Estados Unidos, y tenían una inicial con el nombre de corazón solitario. Y se encontraban y bailaban.

«Yo decía, cómo puede haber en el mundo gente que tenga el corazón solitario. Después me di cuenta que existían realmente, a través de una experiencia propia. Por eso el poema se titula: Hoy soy un miembro del club de los corazones solitarios. Anoche, mientras escuchaba a Elvis Presley, me di cuenta que me gustaba porque representa eso de ser miembro de un club de corazones solitarios.

«Este poema lo escribí cuando cumplí cincuenta años. Estaba en una clínica y me puse a pensar qué habría pasado si no hubiera salido del pueblo. No habría estado en esa clínica. Hubiese sido jefe de correos, mucho más interesante».

Hoy soy un miembro del club de corazones solitarios.
En la clínica espero, aburrido el desayuno,
mientras mi compañero de mesa mira el muro recién blanqueado
y comenta, riendo, una película de gansters.

Nunca te envié ni siquiera una postal, y no sé por qué me acuerdo de ti.
Debes estarle dando desayuno a tus hijos
¿Cuántos son? ¿Se parece alguno a mí?
Debes haberte casado con un profesor primario o un Jefe de Correos.

Vas a la huerta y hablas con tu madre
sobre tu padre y sus amigos muertos
que hoy deben estar en el cielo jugando brisca rematada,
tras dejar como herencia casas a medio morir saltando.

Yo antes de ir al liceo, te hablaría bien del peor alumno del curso
y del partido de fútbol que ayer ganó el «Aguilas del barrio norte».
Yo no sabía que iba a viajar bajo tantos cielos agonizantes,
y que en ningún país hallaría a alguien que compartiera el silencio.

Yo no sabía que iba a cumplir cincuenta años sin nadie
y por eso te veo mientras espero el desayuno.
Sonreías en el puente cuando te decía que no moriríamos en Nápoles
y que en el Sena te obligaría a subir a un bateau-mouche.

Tú vuelves a hacer hablar a la cocina a leña
y tus días pasan como si no pasaran:
Son el tropel de bueyes que tu hermano lleva a la Feria
y yo sigo escribiendo versos tontos que debería echar al fuego.
Hoy soy un miembro del Club de los Corazones Solitarios.

(Extracto del poema Hoy soy un miembro del club de los corazones solitarios, publicado en El molino y la higuera, 1993).

Notas

1 Cuneo, Ana María. La intertextualidad en «Huerfanías de Jaime Quezada», en Foxley, Carmen y Cuneo, Ana María. Seis poetas de los sesenta. Editorial Universitaria, col. El saber y la cultura. Santiago, Chile, 1991.

2 Angustia (1864), de Stephane Mallarmé.

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* Poeta.

Addenda
fotoFrancisco Véjar (1967) ha publicado Fluvial (1988), Música para un álbum personal (1992), Continuidad del viaje (1994), A vuelo de poeta (1996), Canciones Imposibles (1998), País Insomnio (2000). Es también responsable de una personal Antología de la poesía joven chilena, que va por su segunda edición.
En cierto sentido se formó a la vera de Jorge Teillier, contribuyendo posteriormente a la coordinación editorial para la publicación de tres libros del poeta de Lautaro. Funciones que también cumplió para el Premio Nacional de Litaratura Armando Uribe Arce.

Escribe además en distintos medios gráficos.

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