Presidentes en Dominicana. – LA PROCESIÓN »VA POR DENTRO»

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Naturalmente todo es falso. O expresión deseos del corresponsal. Porque, sospecha Europa, nada de lo que ocurre en América es serio; puede ser temible si sucede en o es causado por EEUU, porque EEUU es poderoso (quizá más allá de lo que puedan controlar sus gobernantes), pero al sur de ese río que parece una frase hecha, el Río Grande, lo que acontece apenas roza calidad de farsa.

La imagen del mexicanito que duerme su sagrada siesta, apoyado en un muro de adobe, con el gran sombrero picudo de ala ancha es un «must» turístico. Ese mexicanito difícilmente exista. Del mismo modo como el Bravo no es la única frontera entre Estados Unidos y el resto de América.

Lo que sí fue una representación farsesca, y quizá lo fue –y habría que investigar quién es el autor y quién (acaso la misma máscara) dirigió a tan malos actores, es la (usaremos una palabra del vocabulario popular del Caribe y norte de América del Sur) vaina esa de la abrazadera y la paz sellada. Porque no se selló nada, salvo reconcomios y la sensación desolada de que Ecuador no obtuvo más que una poca y distante simpatía, simpatía en absoluto comprometida por la mayoría de los asistentes.

La verdad es que las raíces del conflicto se extendieron. ¡Nadie pidió sanciones por el bomardeo en territorio que se supone es tan amigo como ajeno!

Contar como «éxito» la reunión de presidentes –cumbre, por alguna razón extraña denominan a los encuentros cuando los que se encuentran son políticos o ya ricos– es una ingenuidad. Éxito significa que un negocio, actuación, etc… ha tenido buena aceptación, o que algo ha concluido tras lograr sus objetivos. Pero detrás de la palabreja late su significado profundo: éxito es salida.

En Dominicana no se salió de nada; más bien se abrió una puerta para entradas que bien podrían tornarse dramáticas. Que maese Hugo Chávez Frías entonara eso de «Quisqueya, la tierra de mis amores», no fue sino un esfuerzo –o una declaración– de querer debatir y acordar en paz. Lo que no ocurrió.

¿Que ocurrió?

La bonita Colombia (los que vieron las imágenes de las fragmentadas secuencias que transmitió la televisión lo advirtieron), representada por un agotado y envejecido presidente Álvaro Uribe Vélez, «reconoció» la violación del territorio ecuatoriano, y dijo que nunca más. Habría que ser idiota para creerlo (creer el nunca más, que lo otro, haber bombardeado y penetrado en un país amigo, no tenía por qué reconocerlo, ¡era sabido por todo el mundo!

Es decir: el gobierno colombiano salió airoso de la prueba de fuerza aconsejada por los asesores militares y políticos estadounidenses: logró inmunidad. Hitler en 1936. Lo que depare el futuro será conocido, sin duda con tristeza, por los pueblos latinoamericanos en el transcurso de los próximos años.

(Ver articulo aquí).

Los gentiles presidentes y sus asesores pueden respirar con alivio, han salvado, con las formalidades protocolares, la cara; les encanta salvar la cara mientras sus Estados se estremecen con el latrocinio, la coima y la entrega a poderes foráneos: desde la determinación de tribunales en caso de querellas jurídicas hasta el hurto de la cultura y ciencia de los habitantes de sus países.

Como un anciano gagá Uribe repetía la monserga anticomunista de mediados del siglo XX (las novedades llegan tarde a esta parte del mundo) consciente de que hablaba en hombros de un gigante; quedará por ver cuan gigante es todavía su protector, mentor y amo.

Digna, apretada como un puño, casi solitaria, inquebrantable pareció la intervención de Rafael Correa, Presidente de la República del Ecuador. Una lección de política y moral. Lo demás, golpes de efecto: Chávez y la madre de Ingrid Betancour, por ejemplo. En su descargo debe decirse que no podía sobrellevar a solas la carga que le adjudicó Uribe: ser el gran protector de las FARC.

No es el actual gobierno de Colombia, sin embargo, el enemigo, el enemigo vive en un ciudad que se llama Wáshington, y no importa su nombre: cambia cada cuatro u ocho años (a menos que se lo asesine antes, asesinar a los moradores de la Casa Blanca es una vieja costumbre en ese país). Un enemigo poderoso con yanaconas, asociados, esclavos y paniaguados en el resto del continente.

El asunto de fondo, el importante en esta coyuntura, que es si las FARC conforman o no un grupo beligerante tras más de medio siglo de no declarada guerra civil en Colombia, fue un asunto que no se discutió. Tampoco quisieron hace tiempo y allá lejos, en un principio que fueran beligerantes los del vietcong: así les fue. ¿Cuántos muertos costará el sarao en Dominicana?

Estados Unidos fue el ganador. Queda por ver por cuánto tiempo.

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