Rodolfo Novakovic / El periodismo y la ética de agradecer: tres casos

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Introducción.
Algunos lectores —que en forma periódica siguen mis artículos publicados en El Guardián de la Salud, en este portal Sur y Sur y en mis páginas-web personales— me preguntan por qué siempre doy las gracias a todas las personas quienes me envían sus consultas, requieren información o simplemente desean participar con un comentario o aporte, siendo mi respuesta muy sencilla: porque las consultas de aquellas personas hacen interesante un tema, llama al sano debate y al enriquecimiento entre las partes.

Existe una segunda razón de peso: quienes comunicamos un hecho —por diversos medios de prensa— o exponemos en un artículo buscamos no sólo dar a conocer el resultado de nuestra investigación, sino que esperamos que aquél “caiga en tierra firme”, que “remueva conciencias”, que sea un aporte entre la gente de bien, entre aquellos ciudadanos del mundo que aún tienen esperanzas y que luchan desde su lugar de trabajo, y que nos aportan con su “granito de arena”.

En tercer lugar, el ser agradecido con todos, y dar las gracias por cualquier correo electrónico, carta o consulta, no es sólo un indicativo o una norma básica de buena crianza, sino que además es un signo de magnanimidad y de equilibrio emocional con uno mismo.

En efecto, dado que todos nos necesitamos mutuamente y requerimos de la ayuda que nos prestan personas de otras áreas, credos y nacionalidades, el agradecimiento es la respuesta natural de uno cuando se siente en deuda con el otro que nos ha hecho tal aporte, por medio de su consulta, por medio de un comentario, o entregando cualquier otro documento, fotografía o “paper”. El simple acto de consultar —siempre dicho en términos respetuosos— produce un bien, me proporciona un servicio o ha sido un regalo; todos los que —de cualquier forma— deben ser agradecidos por mi persona.

Las personas agradecidas se sienten alegres cuando reciben bienes —correos, cartas, consultas, fotografías, etc.— porque detrás de dicho acto quien que lo recibe crece como persona, tanto en el ámbito personal, profesional y/o espiritual (y no sólo entre aquellos que son creyentes).

Si admitimos que necesitamos de los demás, que es importante reconocer las obras de otros, necesariamente debemos incluir en nuestro lenguaje normal las expresiones de agradecimiento.

Periodismo ingrato y egoísta

Dado que a mi correo llegan todo el tiempo múltiples consultas provenientes de personas tanto chilenas, de nuestros países hermanos como de investigadores y ciudadanos europeos, en estos años he podido efectuar una especie de estadística sobre el agradecimiento. Y así he podido comprobar en carne propia que los ciudadanos europeos, así como los historiadores, los estudiantes y ciudadanos ingleses, noruegos y alemanes en general son agradecidos, y valoran las respuestas que uno les entrega, al punto de enviarme ellos, permanentemente, posterior información con respecto al tema tratado, de manera que uno como investigador permanezca al día.

Del mismo modo, y no con el afán de criticar destructivamente, he podido experimentar que los suramericanos, sobre todo los periodistas a cargo de los medios de prensa —los que debieran tomar en serio su labor al servicio de los demás— son ingratos, se les olvida pedir las cosas con un simple “por favor”, coronando su actuación con una total ingratitud luego que se les envía documentos o la información solicitada, casi como si quienes colaboramos con ellos les estuviésemos efectuando un favor.

Los ingratos —dicen los sociólogos— se caracterizan por ignorar —o pretender ignorar— el bien o servicio que le hacen o aportan los demás; los favores que reciben, lejos de inspirarles agradecimiento, les provoca rencor.

Se dice también que la ingratitud proviene de una especie de descuido, de una mediocridad espiritual. “¿Qué tanto bien te he hecho para que me odies tanto?”, dice un adagio. Así, el ingrato posee un índice de soberbia y de egoísmo, incluyendo —en ciertos casos— la mala fe; y entre ellos encontramos a los envidiosos, a los resentidos, y a quienes toman como ofensa las bondades recibidas de los otros.

Dado que mi tónica ha sido mostrar descarnadamente, mediante ejemplos concretos, aquello que denuncio, y pese a que podría enumerar más de quince casos concretos de periodistas chilenos y suramericanos ingratos, he aquí que —ante mi distinguido público— expongo los siguientes tres ejemplos: el de los periodistas Gustavo Villarrubia Sburlatti; Oscar Valenzuela, de Radio Bio-Bio y de Las Últimas Noticias, respectivamente, y el del abogado Tomás Mosciatti Olivieri, director de Radio Bio-Bio.

Caso I

En julio de 2008, el periodista Gustavo Villarrubia, quien actuaba dentro del equipo de Contacto, de Canal 13, se tomó la libertad de contactar a una de nuestras clientas, doña Adriana Ortiz, cuyo hijo fue afectado con el alimento Nutricomp ADN, y procedió a solicitarle una entrevista en presencia mía.

No obstante, luego de intercambiar un par de palabras, el eximio periodista de Canal 13 no quiso escuchar mi posición —que difería sustancialmente de la que planteaba la fiscal Marisa Navarrete— al punto de posteriormente enviarme correos electrónicos en los que  decía (tal vez dada su larga experiencia en el campo científico médico) que no compartía mi postura científica.

Tras enviar yo una carta al gerente general de Canal 13, el señor Gustavo Villarrubia se comunicó a mi celular para pedir disculpas y agregar que había otros médicos, como la doctora Sylvia Ibáñez Tardel, quienes compartían también mi postura científica. Adicionalmente, y pese a que en la tarjeta de presentación que el señor Villarrubia me entregó decía “Periodista”, pude certificar que en la Universidad Complutense de Madrid (España) él no figuraba titulado como periodista, al cual había que adicionar la respuesta del Ministerio de RREE de Chile, quien determinaba que el señor Gustavo Villarrubia tampoco figuraba como periodista, por no haber convalidado dicho título, y por no existir —por suspensión, desde hacía años— la convalidación para dicha carrera entre España y Chile.

Era entonces claro, que la falta de su título profesional le había tornado su espíritu negro; un ente con dudas, con resentimiento e ingratitud.

Caso II
El 24 de mayo del año en curso, el periodista Oscar Valenzuela me consulta sobre un tema que —años antes había abordado con seriedad— relacionado con el área de meteoritos, puesto que —según él— deseaba efectuar una crónica sobre el asunto. Mi respuesta fue nutrida, con abundante información, incluso dándole datos como el contacto del Dr. Brian Townley, destacado geólogo de la Universidad de Chile, con quien efectuamos un “paper” en idioma inglés relacionado con esta materia.

No obstante, hasta la fecha Oscar Valenzuela, eximio periodista de Radio Bio Bio, ha olvidado dar el respectivo agradecimiento.

Caso III
El año pasado, por medio de un conocido mutuo, solicité conversar con el dueño y director de Radio Bio Bio, con la finalidad de que se expusieran y debatieran con seriedad las posiciones sostenidas por el Ministerio Público, mi posición, así como la participación del actual ministro de Justicia, el abogado Felipe Bulnes Serrano, en el caso Nutricomp ADN. Tanto Nibaldo como Tomás se mostraron —en un comienzo— interesados en el tema y ambos ofrecieron iniciar una entrevista en Radio Bio Bio, para luego, continuar —de ser posible— con una entrevista en CNN Chile con la participación de quienes sostenían la tesis que “la falta de Potasio” en Nutricomp ADN era la causante de las hipokalemias entre los consumidores.

Tomás Mosciatti me citó, a mediados del mes de junio del año 2010, a las oficinas de la radioemisora, solicitándome le entregase a él o a su hermano Nibaldo toda la información que pudiese yo disponer, para que él —como abogado— pudiese estudiarla y así tener la base para formular las pertinentes entrevistas.

Fue así como les entregué personalmente, en documentos anillados, copia de los Contratos de Manufactura celebrados entre Watt’s S.A. y B. Braun Medical S.A., copia de la escritura notarial de la Obligación de Pago con que B. Braun Medical se comprometía a indemnizar a los consumidores del alimento Nutricomp ADN, en donde se documentaba la participación —en marzo de 2009— del abogado Felipe Bulnes Serrano; el documento notarial en que Felipe Bulnes Serrano decidió representar en Alemania a los empresarios de B. Braun Melsungen AG, para asumir su defensa en Chile; etc.

En aquella reunión —me ofreció un té— Tomás habló por espacio de media hora sobre Concepción, sobre el terremoto, sobre la necesidad de paralizar Santiago cortando sus entradas, de efectuar un movimiento ciudadano, y una serie de otras teorías conspirativas. Cuando diplomáticamente le manifesté que el motivo de mi visita era el caso Nutricomp ADN, el periodista y abogado se volcó a preguntar sólo cosas genéricas sobre tal materia, tras lo cual, y pese a mis repetidos llamados telefónicos a su celular, y al de Nibaldo, pasaron los meses, y hasta la fecha Tomás nunca fijó ni dio curso a las entrevistas prometidas.

Tampoco jamás agradeció en lo más mínimo la documentación que —en forma solidaria y desinteresada— le hice entrega.

Sobre la información

La información es un bien social, no una mercancía, de modo que los comunicadores y los periodistas deben hablar con los ciudadanos, y no dirigirse a ellos como consumidores. En estos tres hechos que he expuesto de modo responsable, y que he dado la oportunidad a las personas aquí nombradas para que en virtud de la Ley de Prensa de Chile formulen sus descargos y observaciones, demuestran no sólo una inexcusable ingratitud hacia quien —como fue en mi caso— les ofrece información fidedigna y acuciosa, sino que confirman una falta de ética informativa, con una clara falta al compromiso social y colectivo; normas de conducta que los ciudadanos debiéramos exigir entre quienes nos entregan las noticias; reglas que no pueden ser impuestas por el Estado de Chile, porque responden a un sentimiento, y a una voluntad que los comunicadores debieran previamente interiorizar.

No es que los ciudadanos y quienes ejercemos la comunicación por diversos medios necesitemos como aliciente los actos de agradecimiento para realizar, cada uno en su campo, las tareas propias que profesionalmente son exigidas. Mas, un periodista, un comunicador, o un dueño de un medio informativo, que no sepa agradecer a quienes les contribuyen en su tarea informativa, conforman una suerte de indicador de estar ante la presencia de un ser baldado emocionalmente, con traumas, con rencores internos, etc., lo cual no hace más que contribuir al desorden y a la desinformación a la que, día a día, nos estamos acostumbrando.

Sonreír facialmente y agradecer es muscularmente —así lo dicen los médicos— más sencillo que mantenerse adusto y con una actitud ingrata. Si la naturaleza busca minimizar el gasto energético, entonces acompañémosla sonriendo y expresando en nuestro lenguaje cotidiano palabras de agradecimiento a todo aquel quien nos aporte y eduque.

Ingeniero físico, escritor, consultor.
(http://nuevosestamentos.blogspot.com).

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