Ruanda: los acreedores del genocidio (BM, FMI, gobiernos occidentales)

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Éric Toussaint*

A partir del 7 de abril de 1994, en el espacio de menos de tres meses cerca de un millón de ruandeses (la cifra exacta está por determinar) fueron exterminados porque eran o se suponía que eran tutsis. A ello hay que añadir varias decenas de miles de hutus, opositores políticos al regimen en el poder o personas que se negaron o podrían negarse a contribuir al genocidio. Antes de éste se calculaba que la población era de siete millones y medio de personas.

La comparación con el genocidio de los judíos y gitanos por parte del régime nazi está plenamente justificada, si bien es cierto que hay algunas diferencias: el número total de víctimas (los nazis exterminaron a 6 millones de judíos), los medios empleados (los nazis concibieron y aplicaron medios industriales para aplicar la solución final).

Pero hubo efectivamente genocidio, es decir, la destrucción planificada de toda una colectividad por medio del asesinato masivo que tenía como objetivo impedir la reproducción biológica y social.

Las políticas establecidas por las instituciones financieras multilaterales

Es fundamental preguntarse por el papel desempeñado por los proveedores de fondos internacionales. Mi tesis es que las políticas impuestas por las instituciones financieras internacionales, principales proveedores de fondos del régimen dictatorial del general Juvénal Habyarimana, aceleraron el proceso que llevó al genocidio. Generalmente no se suele tener en cuenta la incidencia negativa de estas políticas para explicar el dramático desenlace de la crisis ruandesa. Sólo algunos autores ponen en evidencia la responsabilidad de las instituciones de Bretton Woods (por ejemplo, Michel Chossudovsky y Pierre Galand). Éstas rechazan toda crítica al respecto. Resulta más sorprendente constatar que algunos autores vinculados con organizaciones no gubernamentales publiquen estudios para tratar de neutralizar la crítica del Banco Mundial y del FMI (Woodward, 1996; véase la bibliografía al final del artículo).

A principio de la década de 1980, cuando estalló la crisis de la deuda del Tercer Mundo, Ruanda (como su vecino, Burundi) estaba muy poco endeudado. Mientras que en todas partes del planeta el Banco Mundial y el FMI abandonaban su política activa de préstamos y predicaban la abstinencia, adoptaron una actitud diferente con Ruanda: estas instituciones se encargaron de prestar abundantemente a Ruanda. Entre 1976 y 1994 la deuda exterior de Ruanda se multiplicó por veinte. En 1976 se elevaba a 49 millones de dólares; en 1994 representaba cerca de mil millones de dólares. La deuda aumentó sobre todo a partir de 1982. Los principales acreedores son el Banco Mundial, el FMI y las instituciones vinculadas a ellos. El BM y el FMI desempeñaron el papel más activo en el endeudamiento. En 1999 estas instituciones detentaban el 87% de la deuda exterior ruandesa (en 1999 la deuda exterior ruandesa se repartía de la siguiente manera: el 87% se debía a las instituciones multilaterales, el 13 % se debía en bilateral, 0% a acreedores privados. Fuente: World Bank, GDF 2001).

El régimen dictatorial que existía desde 1973 garantizaba no caer en una política de cambios estructurales progresistas. Por ello potencias occidentales lo apoyaban activamente: Bélgica, Francia y Suiza. Además, podía constituir una muralla defensiva respecto a unos Estados que todavía mantenían en la región unas veleidades de independencia y de cambios progresistas ( por ejemplo, la Tanzania del presidente progresista Julius Nyerere, uno de los dirigentes africanos del movimiento de los no alineados).

Durante la década de 1980 hasta 1994 Ruanda recibió muchos préstamos y la dictadura de Habyarimana se apropió de una parte considerable de ellos. Los préstamos concedidos debían servir para insertar más firmemente a la economía ruandesa en la economía mundial desarrollando sus capacidades de exportación de café, de té y de estaño (sus tres principales productos de exportación) en detrimento de los cultivos destinados a la satisfacción de las necesidades locales. El modelo funcionó hasta mediados de la década de 1980, momento en que se desmoronaron primero la cotización del estaño, luego del café y por último del té. Ruanda, para el que el café constituía su principal fuente de divisas, se vio gravemente afectado por la ruptura del cartel del café provocada por Estados Unidos a principio de la década de 1990.

Utilización de los préstamos internacionales para preparar el genocidio

, en consecuencia el nuevo régimen habría debido ser exonerado totalmente de ella. Los acreedores multilaterales y bilaterales sabían perfectamente con qué trataban cuando prestaban dinero al régimen de Habyarimana. Tras el cambio de régimen no tenían derecho a remitir sus exigencias al nuevo Ruanda. Y, sin embargo, lo hicieron sin vergüenza alguna. Es absolutamente escandaloso.

Las autoridades ruandesas que tomaron el poder en 1994 trataron de convencer al BM y al FMI de renunciar a sus créditos. Ambas instituciones se negaron y amenazaron con cerrar el grifo de los créditos si Kigali se empeñaba en ello. Pidieron a Kigali silenciar la ayuda que habían aportado al régimen de Habyarimana a cambio de nuevos préstamos y de la promesa de la anulación futura de la deuda en el marco de la iniciativa a favor de los países pobres muy endeudados (lanzada en 1996). Es deplorable que haya aceptado esta negociación. Las consecuencias son nefastas: continúa el ajuste estructural cuyas consecuencias económicas y sociales son desastrosas, y crecimiento de la deuda exterior. Al hacerlo las autoridades de Kigali obtuvieron el estatuto de alumno aplicado del FMI, del BM y del Club de París. Peor, participando en la ocupación militar de una parte del territorio del país vecino, la República Democrática de Congo, a partir de agosto de 1998 y participando en el saqueo de sus recursos naturales, el régimen ruandés se hizo cómplice de Estados Unidos y de Gran Bretaña en la región (ambos países buscaban activamente debilitar a la RD de Congo).

(1) Una primera versión de este artículo se publicó en 1997: Eric Toussaint, «Rwanda : Les créanciers du génocide», 5 p., in Politique, La Revue, Paris, abril 1997. Los cambios aportados a esta versión con completamente menores.

(2) Deuda odiosa: «Si un poder despótico contrae una deuda no según los intereses y necesidades del Estado sino para fortificar su régimen despótico, para reprimir a la población que lucha contra él, esta deuda es odiosa para la población de todo el Estado. Esta deuda no es obligatoria para la nación: es una deuda del régimen, deuda personal del poder que la contrajo; en consecuencia, cae con al caída del régimen en el poder». Alexander Nahum Sack (1927).

*Presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo Bélgica

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