Ser joven en Brasil

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Pese al progresivo envejecimiento de la población brasileña, los jóvenes son todavía un contingente demográfico significativo, pero deben enfrentar notables dificultades, especialmente cuando son pobres. Un estudio divulgado esta semana por el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada –IPEA, órgano gubernamental subordinado al Ministerio del Desarrollo– proporcionó algunos números y datos que explicitan esa situación lamentable.

La primera información preocupante es la relacionada con el empleo: en 20 años (1987-2007), el índice de desempleo entre los jóvenes de 16 a 20 años aumentó del 7 al 20 por ciento. Entre los que tienen de 21 a 29 años, es de 11 por ciento. Eso cuando el gobierno brasileño se enorgullecía de haber reducido el desempleo total al 7,5 por ciento (diciembre de 2007) de la población económicamente activa.

Los jóvenes (entre 16 y 29 años) son el 26,4 por ciento de la población brasileña (190 millones), pero entre los 7,9 millones de desempleados del país, ellos representan el 60,74 por ciento del total. En otras palabras: en ese sector de la población, que alcanza un total de 50,2 millones de personas, hay 4,9 millones de desempleados.

Un optimista podría decir, frente a esos números: "Espléndido! Si no trabajan, es porque están estudiando, o por lo menos pueden dedicar el tiempo forzosamente libre al estudio". Pero el estudio del IPEA muestra una realidad muy diferente.

Entre los 18 y los 24 años, sólo el 31 por ciento está en algún tipo de escuela, y apenas el 13 por ciento está en la universidad.

Reduciendo un poco más el foco, el trabajo organizado por Jorge Abrahao de Castro (director de Estudios Sociales del IPEA) descubrió que entre los que tienen 15 a 17 años, sólo el 48 por ciento está en la enseñanza media, donde por su edad deberían estar todos. En ese mismo lapso de edad, el 44 por ciento no consiguió terminar la enseñanza fundamental (ciclo de 9 años), y un 8 por ciento simplemente no estudia.

Esa situación tiene dos reflejos: por un lado, las tasas de analfabetismo son comparativamente altas entre los jóvenes (1,7 por ciento entre 15 y 17 años, 2,4 por ciento entre 18 y 24 años, 4,3 por ciento entre 25 y 29 años).

Por otro, el tipo de trabajo que pueden conseguir es el de peor calidad: de los que consiguieron trabajo, el 50 por ciento (entre los 18 y los 24 años) lo hacen sin registro legal, lo que supone bajos salarios y ausencia de beneficios sociales.

Entre los que tienen de 25 a 29 años la situación mejora ligeramente: sólo el 30 por ciento trabaja sin registro legal.

"Los jóvenes se someten a tener empleos de peor calidad y, a cambio, renuncian a una parte de su educación; cuanto más temprano empiezan a trabajar, menos oportunidades tendrán en el futuro", constató de Castro.

Entre los hombres jóvenes, el 42,2 por ciento dejó de estudiar porque encontró una oportunidad de trabajo (entre las mujeres jóvenes, la principal causa de abandono de los estudios es una maternidad prematura).

De Castro señaló que las décadas de 1980 y 1990 fueron particularmente duras para los jóvenes brasileños, porque en ese período las empresas preferían tener trabajadores más maduros y con mayor experiencia. Paralelamente, hubo una omisión de los gobiernos frente a problemas como la deserción escolar, la elevada desigualdad social y las alarmantes tasas de mortalidad entre los jóvenes.

Pasado ese período, las cosas no cambiaron mucho, si se recuerdan los datos sobre el empleo mencionados antes; pero tampoco mejoraron mucho las políticas frente a los problemas señalados.

Brasil es actualmente el campeón latinoamericano en repetición de cursos en las escuelas, con una tasa de 18,7 por ciento, y si bien consiguió universalizar la matrícula en escuelas, mantiene elevadas tasas de deserción escolar. La desigualdad está siendo combatida con la discutible estrategia del establecimiento de cuotas en las universidades, con resultados que aún deben ser correctamente evaluados.

Pero la mortalidad sigue siendo impresionante: nada menos que el 78 por ciento de las muertes por homicidio o accidentes de tránsito afectaron a jóvenes entre los 18 y los 29 años. Y Brasil está entre los países con las más altas tasas mundiales tanto en número de homicidios como de accidentes de jóvenes.

Despacho de Argenpress.

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