SOCIALISMO BOLIVARIANO. UNA HORA CRUCIAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Que el camino bolivariano al socialismo es una propuesta honesta, apoyada por la mayoría del pueblo venezolano y que, hasta ahora, ha significado un gran avance para las masas empobrecidas del país caribeño, no merece dudas a nadie que observe con objetividad ese proceso inédito. Basta un barómetro simplón, pero efectivo para constatarlo: el ataque virulento, agresivo y peligroso de los estamentos imperialistas que gobiernan en Estados Unidos.

A George Bush, cabeza bien visible de ese sector, no le preocupan los Kitchner, los Lula, los Tabaré, ni mucho menos los socialistas de marioneta que gobiernan en Chile. Ni siquiera Evo Morales que camina por una cuerda floja que apenas le permite por ahora mantener el precario equilibrio de su gobierno.

Sabe que todos ellos, incluidos los flamantes gobiernos de Correa en Ecuador y el sinuoso Daniel Ortega en Nicaragua, tienen el cuello cazado por una cuerda cuyo extremo distal lo sostiene la mano firme del capital globalizado. Basta apretar el nudo para detener cualquier intento de estos izquierdistas timoratos de tomarse en serio su papel.

Pero con Chávez no. El militar que un día optó por la espada de Bolívar desechando la corrupción crónica que gobernó siempre a Venezuela, tiene a su favor armas claves a las que el largo brazo del despotismo norteamericano no puede llegar, siendo una de las más importantes el poder económico que le otorga el oro negro, el petróleo, del que tomó posesión al traspasar PDVSA a manos de su Gobierno Popular. Esto lo pone, al menos en lo inmediato, fuera de la asfixia económica que ahogó, por ejemplo, el proyecto chileno de Salvador Allende.

Tiene, sin embargo, una peligrosa debilidad, un talón vulnerable que el catecismo marxista no perdona al momento de sopesar el destino de una revolución: el grado de conciencia del pueblo, de las grandes masas populares, que requieren de un partido revolucionario capaz de conducir el proceso y del cual Venezuela hoy adolece.

La creación de una conciencia revolucionaria

La experiencia venezolana ha sido un golpe a la cátedra, una salida de madre de la historia que tomó por sorpresa tanto a los gendarmes norteamericanos como a los sesudos analistas de la izquierda mundial que todavía quedan. Las grandes experiencias revolucionarias que alcanzaron el poder en el siglo XX –no hablo en número, sino en trascendencia como la chilena, la cubana o la soviética, sin contar las asiáticas y las africanas– fueron en cierto modo previsibles ya que estuvieron precedidas por un largo desarrollo de luchas sociales y políticas, incluso armadas como es el caso cubano, que prepararon a sus pueblos para la gran transformación.

Hubo otras en Europa, como la checa, rumana, búlgara, alemana, húngara, que recibieron la revolución de brazos del Ejercito Rojo, con movimientos comunistas que, en la mayoría de los casos, se encontraban diezmados por la represión fascista o simplemente eran minúsculos partidos sin peso gravitacional en el seno de sus respectivos pueblos. La carencia de una madurez revolucionaria, aunque no fue la única, ha sido citada como una causa importante del fracaso del socialismo en estos y otros países que conformaron el llamado sistema socialista de naciones.

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La exigua preparación revolucionaria del pueblo venezolano parece ser también el eslabón débil de la experiencia bolivariana y aquí encajan las dudas habidas en la discusión histórica del PCV en su congreso extraordinario que, como decíamos, puso en el tapete del debate la decisión trascendental de autodisolverse a favor de una proceso que todavía, en muchos de sus aspectos, continúa afincando sus raíces en el terreno inestable del populismo.

Como es sabido, el presidente Chávez dio un importante paso en sus intenciones de concientizar al pueblo venezolano llamando a sus partidarios a formar una sola organización política: el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

El primer ejemplo lo dio el MVR, el Movimiento Quinta República, su propio partido, que es abrumadoramente mayoritario en la coalición gobernante y que propició tempranamente su autodisolución. Sin embargo, la idea ha encontrado una inusitada resistencia en los grupos más representativos que apoyan el proceso, entre ellos el Partido Comunista. El propio José Vicente Rangel, hombre clave del gobierno, ex vicepresidente y puntal de la revolución bolivariana, criticó la decisión de Quinta República calificándola de precipitada e irresponsable ante su propia militancia «al dejar huérfana a mucha gente», como señalara hace algunos días de manera textual.

A esta crítica se une otro importante conglomerado chavista, el partido PODEMOS –Por la Democracia Social– cuyo líder Ismael García se ha opuesto también a la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela, aunque sigue proclamando su irrestricto apoyo al Presidente y al proceso revolucionario.

¿Cuál es el principal temor que aparece como factor común de este rechazo a la idea de Hugo Chávez, al margen de los argumentos técnicos e instrumentales que se esgrimen para justificarlo?

El fantasma más temido heredado de las socialdictaduras

Para definir mejor ese temor, volvamos un poco hacia atrás. A las razones del fracaso histórico de las experiencias socialistas en el mundo, que todavía –dicho sea de paso–no han sido abordadas con una objetividad que abandone el pesimismo autoflagelante y derrotista que continúa primando en la izquierda a nivel internacional, tienen como principal punto de mira a la organización leninista del Estado y del partido.

A ellas se le culpa de ser las generadoras de la aparición de pequeños reyezuelos absolutistas y corrompidos que estructuraron en torno a sí un remedo de partidos leninistas obsecuentes, descerebrados y aduladores, que ayudaron a castrar a sangre y fuego la necesaria democracia de la masa militante como cauteladora de estos excesos del sátrapa de turno.

El fantasma del resurgimiento de estas prácticas ha conducido a que este temor, que se basa en las consecuencias que esa realidad tuvo para la izquierda en el mundo, haya generado una suerte de psicosis colectiva que actúa hoy de manera negativa y paralizante al momento de preparar al pueblo para la respuesta organizada ante la inevitable embestida del aparato económico y militar del imperialismo.

Es lo que hoy ocurre en el seno de las fuerzas populares que apoyan al Presidente Chávez. Más que los destinos de la revolución misma –su profundización sacándola de su carácter de montonera populista que tuvo en su origen–, se privilegia el temor a desembocar en un régimen peyorativamente calificado por algunos como a la cubana, con un partido único, un líder mesiánico elevado a la categoría de Dios y, sobre todo, la coerción del derecho a disentir democráticamente de los designios del partido y sus dirigentes.

¿Es éste en realidad el destino aciago inevitable que tiene la organización leninista del Estado y del partido? Veamos otra vez la historia.

La primera experiencia práctica que tuvo el socialismo en el mundo fue la Revolución de Octubre. Lenin, su gestor principal, organiza un estado y un partido profundamente democrático, en donde los consejos populares –los soviets de obreros, campesinos y soldados– toman en sus manos la conducción de la revolución y donde se ejerce de manera apasionada el debate enriquecedor de la revolución recién iniciada.

Pero el líder bolchevique muere demasiado pronto, apenas iniciada la gran experiencia del socialismo. Es entonces que la conducción de la obra leninista la toma uno de los engendros humanos más nefastos que produce la historia, ahogando no sólo la democracia popular incipiente llenándola de crímenes y represión, sino que instaura un modelo supuestamente leninista del partido y del Estado, que rápidamente es aceptado sin discusión por la caja de resonancia del estalinismo en la que se convierten los partidos obreros del mundo.

Con una sumisión pasmosa, se acepta como leninismo la eternización de la dirigencia en el poder, sobre todo del jerarca de turno que arma entelequias disfrazadas de defensas de la revolución en cuyo nombre se aceptan los asesinatos, las torturas, las desapariciones y la corrupción del aparato del Estado y del partido. La descomposición de los proyectos revolucionarios alcanza tal grado, que en la década de 1981/90 se derrumban carcomidos en la base sin que el enemigo supuestamente acérrimo, el capital imperialista, tenga necesidad de mover un solo dedo para barrerlos de la faz de la Tierra.

En esto radica el gran desprestigio del modelo leninista de partido y Estado que hoy asusta a cualquiera que quiera mencionar sus principios. Sin embargo, no se tiene en cuenta que ese modelo, copiado del estalinismo no sólo por los Estados que emergieron al socialismo, sino que también por los partidos obreros en el resto del mundo, correspondió a una distorsión monstruosa del pensamiento de Marx y de la práctica democrática propuesta por Lenin. Ello se puede y se debe corregir mediante estatutos rigurosos que cautelen en el partido de la revolución el uso y abuso del poder omnímodo que constituye la antítesis de una verdadera democracia socialista y participativa.

La inevitable hora de los hornos

La dinámica del proceso venezolano –sin emplear el término «dialéctica» para no lastimar la epidermis de los admiradores de la democracia occidental– ha adquirido tal grado de celeridad que requiere con urgencia adoptar medidas drásticas destinada a dar al pueblo una conducción coherente ante los días que se avecinan, en los que el enfrentamiento con las fuerzas reaccionaria internas y la agresión imperialista se va haciendo cada vez más inevitable.

En los momentos en que esto escribo, ha quedado al descubierto un complot de insospechadas envergadura para asesinar al presidente Chávez, en el cual aparecen comprometidos militares de alto rango del ejército, a todas luces coludidos con los aparatos secretos de Estados Unidos. Esta es una clara indicación de que el proceso destinado a derrocar por la fuerza el gobierno bolivariano ya está en marcha. Entonces, ¿de qué manera se va a responder a la agresión directa de los complotados que parecen haber alcanzado el grado de preparación necesario para intentar la aventura?

¿Al estilo Allende que muere defendiendo la sagrada democracia occidental sólo para inaugurar un negro periodo de masacres y destrucción que al final pavimenta el camino de los grandes capitalistas que hoy profitan de la riqueza del país? ¿O se va a organizar la respuesta del pueblo desde la base hasta la dirigencia, para lo cual se requiere con prontitud generar una sola conducción política como lo ha propuesto Hugo Chávez?

La duda de los comunistas venezolanos y de la mayoría de los partidos y movimientos que conforman la base política de apoyo a la revolución bolivariana es, sin duda, legítima a la luz de la experiencia, como lo señaláramos más arriba. Sólo que el tiempo se acaba y el destino de Venezuela parece encaminarse forzosamente a un callejón que sólo tiene dos salidas: el derrocamiento de la revolución bolivariana con la instauración inevitable de una dictadura feroz protegida por Estados Unidos, o la victoria del pueblo que se verá también forzado a responder con una dictadura que muchos no querrán llamar con el desprestigiado título «del proletariado», pero que, quiérase o no, será la imposición de las grandes mayorías que han demostrado, en el propio terreno de la democracia occidental, que están irreductiblemente al lado del proceso revolucionario que encabeza el presidente Chávez.

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* Escritor.

Addenda

Comunicado Del Partido Comunista de Venezuela

El siete de marzo de 2007, el Buró Político del PCV emitió el siguiente comunicado:

En razón de las interpretaciones diversas que han divulgado en los medios de información masiva, con intenciones a veces de sembrar confusión al respecto, el Buró político del Comité Central del PCV ha estimado necesario emitir el presente comunicado:

1) El XIII Congreso del PCV, recién celebrado los días 3 y 4 de marzo en la localidad de Tacarigua de la Laguna, Estado Miranda, en ningún momento y de ninguna manera puso en duda la decisión relativa de nuestro apoyo y activa participación en la revolución bolivariana, al igual que nuestro respaldo a la conducción de dicho proceso revolucionario por el presidente Hugo Chávez, decisión que más bien ha sido ratificada por este Congreso<.br>

2) Asimismo, en cuanto a la propuesta hecha por el presidente Chávez de creación de un partido unificado, el XIII Congreso del PCV reafirmó nuestra histórica política de unidad de las fuerzas antiimperialistas y se declaró dispuesto a contribuir al propósito señalado, entendiendo la iniciativa del Presidente Chávez como el comienzo de un proceso para cuya materialización se requiere un plazo prudencial que permita el esclarecimiento de aspectos básicos, tales como los fundamentamos de carácter ideológico y programático.

Aportar cuadros

El lunes 12 de marzo el Buró Político del Comité Central del partido infomó que el PCV estaba preparado para «operativizar las resoluciones del XIII Congreso Extraordinario del Partido (…) cuyos contenidos principales son la conformación de un gran Frente Antiimperialista y la constitución del Partido de la Revolución convocado por el presidente Chávez».

Señaló Oscar Figuera, secretario general del PCV: “El VII Pleno del C.C. del Partido (reunido por mandato del Congreso) resolvió crear una Comisión de Planificación compuesta por el Buró Político más 3 miembros del Comité Central que se dedicarán esta semana a desarrollar el plan de acción de los comunistas para la creación del Frente Antiimperialista y las formas como el partido llevará a cabo su aporte a la formación del PSUV, dicho plan deberá ser presentado el próximo viernes, cuando nuevamente se reúna el Comité Central para sancionarlo”.

Figuera dijo a la prensa venezolana que estas dos herramientas están llamadas al desarrollo de la más amplia unidad de los venezolanos. “Unos que se siente afectados por la voracidad imperialista que involucra a amplios sectores del país, incluso aquellos que no están por el socialismo deberían ser parte del Frente Antiimperialista y los sectores más avanzados y revolucionarios cuyo objetivo es el socialismo deben incorporarse el Partido de la Revolución o pueden pertenecer a ambas estructuras”.

“(…) El PCV esta dispuesto a aportar cuadros para la organización del partido unido, claro, todo dependerá de las formas operativas que se vaya gestando por quienes han sido designado por el presidente Chávez, para hacer efectivo la organización de esta instancia”.

Y agregó: «Lo que debe quedar claro es que el Partido Comunista de Venezuela es parte integrante de esta iniciativa que unirá a los revolucionarios y revolucionarias en pos de la construcción del socialismo. Partido que debe, desde nuestra perspectiva, ser un partido marxista, leninista y el aporte revolucionario y trasformador del bolivianismo”.

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