Transformar la educación

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEn la actualidad se impone una transformación total de los valores de la educación en Venezuela: la enseñanza técnica deberá convertirse en “canal” normal de la instrucción secundaria, progresivamente abierto a todos los niños. La pedagogía, en cambio, deberá tornarse un “canal” reservado a la minoría reconocida, hacia los 14 y 15 años, apta para los estudios universitarios. Esto supone un derrumbamiento de la idea, por lo menos implícita, según la cual la formación general es un derecho para los ciudadanos mientras que el aprendizaje profesional  sólo es accesible bajo ciertas condiciones y merced a un esfuerzo personal importante.

A este precio adquirirá esta última un “estatuto” comparable al de los canales pre universitarios y sus beneficiarios cesaran de aparecer como los desperdicios de la enseñanza. Pero aún será menester que no esté como hasta ahora, cerrada sobre sí misma y que se abra eventualmente a los mejores sujetos la puerta de la experiencia universitaria, lo cual implica que no responda únicamente a las necesidades contingentes de la economía.

La educación técnica trata, por un lado, de asegurar el éxito de los individuos en su trabajo. Para eso hace falta a la vez evitarles introducirse en caminos sin salida y permitirles desarrollar su formación al máximo de sus posibilidades. Ahora bien, en todas las ramas de la actividad, ciertos individuos no se revelan sino progresivamente y con frecuencia a una edad avanzada. Esta pedagogía debe pues comportar fases sucesivas, cuyo acceso no debe estar subordinado más que a condiciones de aptitudes sin que intervengan la edad, la antigüedad, ni la presión de títulos o de diplomas.

Por otro lado, esta formación que únicamente será dispensada a la mayoría de los adolescentes en el transcurso de los estudios del segundo ciclo y, sin duda, a la mayoría de los adultos después de su entrada en la vida activa, debe contribuir a su logro personal. Debe también ser una preparación tanto para la vida “de ocio” como para la vida de trabajo. Hacer adquirir el sentido de las relaciones y de las responsabilidades sociales. De estos tres objetivos de la educación técnica derivan los objetivos pedagógicos que deben serle asignados y que conciernen a la cantidad y a la calidad de sus “productos”.

La “clientela” de las escuelas técnicas de toda naturaleza es de fácil definición. Debe comprender, por una parte, a todos los adolescentes que, habiendo terminado el ciclo de enseñanza secundaria,  no pueden seguir con provecho un “canal” del secundario que prepare directamente a la educación superior, por otra parte, a los trabajadores adultos en un momento u otro de su vida activa.

La “producción” de técnicos no se mide por el volumen de su público, sino por el número de personas efectivamente formadas. Importa aquí evitar un error perjudicial tanto para la economía como para los individuos: la educación  se propone entre otros objetivos, la selección de las “élites”; se puede sostener que debe contar con “obstáculos” severos en el transcurso de los estudios y que debe ser sancionada mediante diplomas otorgados con deliberada parsimonia. El objetivo de la educación técnica es sólo el de formar entes en lo mejor de sus posibilidades. Así pues, no debe conocer “desperdicios”: todo adolescente debe, al final de un ciclo de enseñanza o de aprendizaje ser calificado para funciones de un nivel más o menos elevado. El fracaso no puede aquí ser imputable a los alumnos, sino que ha de ser sólo una consecuencia de un error de orientación  o de insuficiencia de los maestros o de los métodos que éstos  aplican.

La educación técnica debe convertirse en una educación global; no puede eliminar los conocimientos teóricos. Por  lo demás,  éstos pueden ser inculcados mediante procedimientos que reduzcan la abstracción, tales como los métodos inductivos, en los que la conceptualización interviene al término de un proceso de observación. Asimismo debe tender a desarrollar ciertas aptitudes; la más importante en un mundo en evolución es la flexibilidad.  Se deben formar personas fácilmente adaptables, que afronten los cambios sin experimentar demasiadas dificultades.

En fin, la educación técnica debe ser generadora de actitudes, especialmente de comportamientos sociales. El problema es delicado. Todo el mundo concuerda en admitir que ella debe preparar para la vida en grupo y en trabajo en equipo. Además, en nombre de la autonomía de la persona humana, se trata de desarrollar el espíritu crítico, el sentido de la responsabilidad personal.

Es importante adecuar la educación técnica a los planes de desarrollo del país. Cada especialidad técnica debe obedecer a una demanda del mercado. Por ejemplo, si incrementamos el parque automotor, debemos formar un mayor número de técnicos en mecánica automotriz, e igualmente en cualquier industria como la textil, la de hidrocarburos,  etc. Lo que sería dañino para la nación es formar técnicos  que luego de un proceso formativo se enfrenten a la inexistencia de un mercado propicio  de trabajo.

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* Periodista venezolana.

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