Venezuela: – SALVAMENTO EN EL NAUFRAGIO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hay que iniciar una operación de salvamento de los principios. Hay que rescatarlos de las fauces voraces que los han prostituido. Los principios correctos deben ser rápidamente reivindicados.

Hay que organizar con toda rapidez la operación de salvamento antes que la nave se hunda y pretenda llevarse al fondo del océano los planteamientos correctos, de tanto haberlos degenerado, de tanto haberlos utilizado incorrectamente, de tanto haberlos extrapolado hacia la locura.

Los básicos de la libertad y de la democracia, entendidos no como parabas hechos de granito, sino como un proceso permanente de vuelo hacia la justicia y la equidad.

Hay que revalorizar los principios de una economía social inclusiva, con diversas formas de propiedad conviviendo pacíficamente. Hay que sacar a flote al Derecho, entendido como una construcción jurídica que procura una conformación social para la equidad. Hay que poner sobre el salvavidas la concepción de ciudadano que interviene y participa y recurre a toda forma de organización para hacer sentir su voz.

Tenemos que utilizar agua y jabón para devolver su transparencia prístina a todo lo verdadero que ha sido enlodado con el menjurje de la equivocación, del pasticcio ideológico mal asimilado, de la arrogancia unipersonal elevada a calidad de dogma.

Hay que salvar la idea del cooperativismo, principio y norma universal, ahora señalado como generador de empresas que tienen aspiraciones capitalistas de obtener ganancias y que, por ende, deben entrar en proceso regresivo. Hay que reivindicar al cooperativismo, como forma de asociación de ciudadanos en procura de objetivos comunes de producción y de consumo. Hay que decirles a los cooperativistas que el propósito de ahogarlos no responde sino a una confusión mental del permanente confundido mental y que la democracia del siglo XXI los rescatará conforme a las normas correctas, que los apoyará y los estimulará sin establecerle esos límites odiosos de cero obtención de ganancias.

Hay que advertirle rápidamente a aquellos a quienes han llamado demagógica y genéricamente «pueblo» que serán elevados a una mejor condición, a la de poder ciudadano que vigila, controla y castiga o premia las acciones de sus gobernantes. Hay que aclararles que podrán participar sin ponerse camisas de algún color determinado, hay que suministrarles la explicación razonada de que los demagogos que gritan «pueblo» no saben nada de la creación de una República de Ciudadanos, que ser ciudadanos implica un cúmulo de responsabilidades y decisiones compartidas.

Es la hora de aclarar meridianamente que aquí no hay vuelta atrás, que aquí se construirá una televisión pública sobre las bases del respeto, del equilibrio y del sentido de Estado. Es menester llamar a la república a que infle los salvavidas para que algunas cosas que se han dicho bajo el manto de la arrogancia y del ataque contra la libertad vuelvan a ser colocadas en su justa dimensión.

Hay que reformular la división político-territorial sobre la base de una concepción sustentable de desarrollo. Hay que buscar papel lija para quitarle a los conceptos toda la herrumbre decimonónica. Hay que devolver el respeto a la majestad presidencial, cambiar los discursos por obra tangible. Hay que devolver a Bolívar a donde siempre estuvo, en el corazón de los venezolanos, quitándole la esquizofrenia y la utilización indebida. Hay que aprender a leer la realidad histórica y darnos cuenta que tuvimos hombres de carne y hueso que al lado de gestas heroicas cometieron errores, como es el caso de Páez.

Hay que educar para la amplitud, para la comprensión de lo que fuimos, somos y seremos. Hay que llamar a todos los equipos de rescate. La limpieza general de mutilaciones, equívocos, extrapolaciones, minestrones ideológicos y corrupción de ideas apropiadas, deberá ser tarea de todos. Hay que aprestar los útiles de limpieza, devolver el brillo a las ideas, deslastrarlas de este óxido maligno que levanta estatuas de cien metros, que compra sistemas de misiles antiaéreos, que se lanza a adquirir la producción de coca, que sueña con aviones no tripulados.

Galimatías como «la dictadura de la democracia verdadera» deben ser echadas al barril de los elementos tóxicos para ser sustituidas por pensamiento transparente conductor hacia una democracia de ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos. Los anuncios de supuesta oposición hecha por algún trasvertido de carnaval deben ser olvidados, deben ser recordados como muertos del tres de diciembre, pues otra cosa nunca fueron. Ya basta del espectáculo lastimoso que algunos cadáveres dan procurando sobrevivir más allá de la muerte.

De allí la confusión, de allí el desasosiego, de toda esta amalgama de delirios oficiales y de opositores disfrazados, de allí sólo puede brotar la desesperanza. Este país parece un burdel; haría falta un Toulouse-Lautrec para que pinte los rostros pintarrajeados, para que refleje la decadencia, para que deje testimonio de esta hora menguada. Hay que comprar toneles de cloro, coletos, esponjas de metal y espátulas, para desinfectar, para raspar, para desintoxicar el piso de esta república.

O se produce una reacción colectiva frente a los desatinos y frente a las impudicias o nos iremos consumiendo bajo un alzheimer colectivo. Hay que iniciar una operación de salvamento, urgente, acelerada, de emergencia, antes que esta mezcla fatídica de locura y bolsería nos convierta en óxido insalvable en las profundidades de la corrosión y de lo inaccesible.

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* Escritor.

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