Viaje al fin -o al comienzo- de la noche en Asia

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Su pervivencia se debe a muchos factores distintos, pero la miseria extrema y la ignorancia en la que se desenvuelven las víctimas, así como la corrupción de gobiernos y policía, son causas principales del problema. El tráfico criminal de mujeres y niños es un hecho en casi todo el tercer mundo aunque países como India, Camboya o Tailandia han hecho de la esclavitud sexual un próspero y bien estructurado negocio.

Nepal es uno de los principales proveedores de víctimas. La pobreza de este pequeño país del Himalaya ha convertido a sus habitantes en servidores de intereses ajenos. Sus hombres lucharon como mercenarios en ejércitos extranjeros y con el nombre de gurkhas pasearon su ferocidad desde los campos de batalla de la Segunda Guerra mundial hasta las Malvinas.

La otra parte de la sociedad nepalí -sus mujeres y niños- ha trabajado tradicionalmente en el campo. Una cosecha al año no da para mucho, y la emigración forzosa en los meses de verano es una práctica arraigada desde tiempo inmemorial. Los investigadores de la esclavitud sexual señalan que en los años cincuenta empezó a gestarse el negocio en la India.

Los refugiados tibetanos -que huían de su país por la opresión china- buscaban mujeres nepalíes con las que casarse. La razón última de su afán era conseguir un pasaporte y una nacionalidad. Estos grupos emigraron a la India buscando trabajo.

Por motivos políticos, la India expulsó a los nepalíes de origen tibetano. Los hombres volvieron a Nepal con sus pasaportes y abandonaron a sus esposas. Lejos de su hogar, abandonadas y sin recursos no tuvieron más opción que la de ejercer la prostitución.

Con los años estas mujeres regresaron a Nepal y contrataron nuevas candidatas para trabajar en la India. El negocio a escala industrial había empezado. Todas las reclutadas tenían una edad que oscilaba entre los 13 y los 18 años. Casi todas pertenecían a la etnia Tamang considerada la más trabajadora y responsable, a la vez que de una rara belleza.

Rumbo a Bombay

Conforme el negocio fue creciendo, la forma de actuar de las mafias ha ido extendiéndose y perfeccionándose. Ciudadanos indios recorren las remotas aldeas del Himalaya ofreciendo trabajo a las jóvenes. En ocasiones se les promete un matrimonio ventajoso o una colocación en las fábricas de alfombras de Katmandú. Los padres aceptan encantados.

Entre las etnias más bajas del país nacer mujer es una desgracia. La dote necesaria para casarse arruina a muchas familias y las niñas se ven reducidas a la condición de bestias de carga. En ocasiones los padres conocen el destino final de sus hijas, pero incapaces de evaluar la magnitud de la tragedia -o acuciados por la miseria- acaban por venderlas.

Las niñas son llevadas a Katmandú donde suelen pasar una pequeña temporada trabajando en fábricas de alfombras. Se las traslada después a la India, de preferencia a Bombay, donde se las obliga a prostituirse. Las mujeres contraen una deuda ficticia con los proxenetas.

En el colmo del cinismo éstos argumentan que les han proporcionado una actividad y que en consecuencia tienen derecho a una elevada suma. Su trabajo en el burdel sirve para amortizarla, aunque en realidad no pueden hacerlo nunca (se las cobra un alquiler de habitación, revisiones médicas a precios abusivos etc… ).

Las enfermedades de transmisión sexual -sobre todo del SIDA- ha introducido cambios dramáticos en la suerte de estas mujeres. Cuando contraen la enfermedad se las expulsa del prostíbulo. Generalmente se les paga un billete de vuelta a Katmandú.

Hasta hace pocos años vagaban por los suburbios, en ocasiones con algún hijo, muy deterioradas físicamente y esperando la muerte. Hoy día y ante la magnitud de la desgracia, alguna ONG como Maiti Nepal o Inhured Internacional se hacen cargo de su situación en casas de acogida. El SIDA es también la causa de que las mafias indias busquen niñas más jóvenes cada vez. La media de edad se sitúa ahora entre los 10 y los 14 años.

En contra de lo que pudiera creerse no son casos aislados los que suceden. Cada año miles de niñas son compradas, raptadas o engañadas para acabar como prostitutas en la India.

La primera conclusión forzosa que se extrae de estas cifras es que una parte significativa de las propias sociedades india y nepalí conoce y participa de una u otra forma en la trata. No pueden trasladar miles de personas sin una infraestructura de medios de locomoción, hoteles, aduanas etc. La corrupción de la policía y autoridades posibilita la existencia del tráfico sexual.

Sudeste Asiático

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Tailandia es uno de los destinos preferidos por los turistas sexuales. Las calles de su capital, Bangkok, conocieron un cambio radical en los años sesentas. De ser una ciudad plácida y evocadora -la «Venecia asiática»- se convirtió en la retaguardia de la guerra de Vietnam. El país que presume en su historia de no haber sido colonizado nunca vio, de la noche a la mañana, sus calles invadidas por grupos de soldados con poca vida por delante y mucho dinero en el bolsillo.

La transformación de la ciudad y de la escala de valores de sus habitantes fue tan completa como rápida. Un camarero ganaba más que un profesor y una bailarina conseguía más dinero en propinas que un médico en el ejercicio de su profesión.

Un chico avispado de nombre Pat Pong reunió algunos clubs de alterne y masajes en la zona centro de la ciudad. Gracias a los estadounidenses de las bases militares el negocio creció como la espuma y hoy día Pat Pong es un grupo de calles de ambiente nocturno con nombres de locales tan explícitos como «French Kiss» o tan sorprendentes como «Madrid».

El erotismo tradicional de la tolerante sociedad tailandesa ha sido sustituido por un mercadeo destinado al turista, en locales donde las chicas son elegidas por los clientes gracias al número que llevan colgando en sus trajes de noche. Casi todos los lugares turísticos del sur del país y sus islas sirven de escenarios a un mercado del sexo tolerado y explícito. Al igual que en el resto del mundo el SIDA ha disparado la cotización de los niños y niñas más jóvenes.

El mercado del sexo de Bangkok se nutre de los países más pobres de su entorno geográfico, especialmente Laos y Camboya. El viaducto que une Laos con Tailandia salvando la corriente del Mekong ha sido bautizado oficialmente como «de la amistad», pero es conocido popularmente como «puente del SIDA».

Camboya, uno de los países, más traumatizados del mundo, es el paraíso de las mafias. Con una policía inexistente, un ejército corrupto y mal pagado, con sus campos sembrados de minas, el país está simplemente en venta. Se compran a precios irrisorios joyas arqueológicas que se revenderán después en el primer mundo a cambio de fortunas.

Y si vender se trata, se ha vendido hasta la arena de algunas playas, expoliadas por las multinacionales vidrieras de Tailandia. Las mafias del tráfico de jóvenes también se alimentan con los niños de Camboya. El SIDA hace estragos entre los jóvenes y la prostitución se ha disparado con la llegada a la capital del personal de la ONU y de las casi doscientas ONG con sede en Phnom Penh.

Un titular del periódico Cambodian Daily es rotundo en este sentido: «Democracia y paz, negocio y prostitución». El número de raptos es tan elevado que ningún padre responsable dejará a sus hijos alejarse de casa, ni permanecer fuera una vez sea de noche.

Las soluciones a todo este inmenso problema no son sencillas. Una editorial del Bangkok Post señala que la causa de fondo del tráfico sexual es la recesión económica y la corrupción generalizada que viven estos países. Pocas iniciativas serán válidas mientras estos condicionantes al desarrollo sigan vigentes.

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* Periodista español.

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