VIEJITO PASCUERO… ¡NO TE MUERAS NUNCA!

1.851

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El título de esta nota molestará mucho a un amigo. Le tiene ojeriza a Papá Noel. Cuando llega la Navidad, despotrica en contra del personaje. Lo acusa de mentiroso, clasista, falso, racista, manipulador. Poco piadosa su mirada. La verdad es que los cargos responden a causas que no son imputables al bonachón de Santa. Él no es nada más que un sincretismo de varios mitos, de uno o dos santos y de una extraordinaria batería de «márketing».

Pero de eso no tienen la culpa ni el sacerdote griego que vivió en el siglo IV y que luego sería llamado San Nicolás, ni el patrono holandés Sinterklaas, ni el hada Befana, ni Saturno, ni el gigante vasco Olentzero, ni los duendes de barba blanca que le ayudaban a repartir regalos.

Lo que le molesta a mi amigo lo puso la Coca Cola, en 1931. Es cierto, desde el siglo anterior existía el personaje de vestimenta roja, barba blanca, que se movilizaba en trineo. Pero la Coca lo humanizó y lo transformó, gracias al pincel de Sunblom. Ese es el personaje que hoy conocemos y que hace reclamar a los jerarcas de la Iglesia Católica, todas las navidades, que no se debe olvidar que la fecha conmemora el nacimiento de Cristo. Otra falacia.

Así y todo, no quisiera que el Viejito Pascuero desapareciera. Tiene mucho de clasista. Claro, hace diferencias entre ricos y pobres. Que es falso, no cabe duda. Quién no sabe que engaña a los niños. Sólo los niños, y algunos, porque varios son los que hacen que creen para no generarles conflictos a sus padres. Además, la falsedad del anciano queda de manifiesto hasta en su vestimenta. Aquí, el 25 de diciembre los patos asados planean desde el cielo. Allá, en el Hemisferio Norte, en cambio, el frío se higieniza con un blanco espectral. Y el viejo, pobre, tiene que abrigarse para no caer con un resfrío que, a su edad, podría ser mortal.

La idea, sin embargo, nació bien. Todos los personajes que fueron amalgamados para crear al sonriente Santa, representaban la generosidad. Las ganas de hacer algo por terminar con las diferencias. Por dar, en definitiva, un poco de felicidad. Todo un revolucionario era el personaje. Claro que los años lo reblandecieron y la maquinaria publicitaria lo trituró, dejándolo en lo que es hoy: un símbolo de la época.

Como la mayoría de los símbolos que sustentan el consumismo, el Viejo Pascuero poco tiene que ver. Es una víctima. Una víctima más. A pesar de todo, no es cuestión de echarlo al tacho de los desechos. El Viejo sirve mucho todavía. Nos permite mirarnos en todo lo ancho y largo de nuestra estupidez. Y, tal vez –sólo tal vez– ése pueda ser un punto de partida. Si las intenciones generosas aún tienen un hueco en el corazón humano, las esperanzas están abiertas.

Y nadie puede asegurar que el Santa no se rebele, proteja a sus renos con pintura mágica, se transforme en un mesías y avance sobre la humanidad para liberarla del imperio del mercantilismo. ¿Por qué no? De paso nos haría un favor adicional a todo el Sur. La próxima imagen del Santa de estos lados sería desarrapada. Cambiaría su gorro de felpa por un sombrero de paja. Su chaqueta gruesa por una polera y, por supuesto, se recortaría la barba.

Si hoy día creemos tanta tontera ¿puede ser malo echar a volar la imaginación detrás de valores que son rescatables? Francamente, prefiero escuchar a los niños contándome cómo el Viejo Pascuero se escapó sólo unos segundos antes de que él volviera de dar vuelta la manzana con el papá. Le alcanzó a ver nada más que la línea luminosa que deja su trineo supersónico. O verlos el 25 en la mañana estrenando su bicicleta nueva y cantando: “Quiero tener un millón de amigos”. Todo eso me parece más sano que el mezquino juego del poder. Me quedo con el mensaje del Viejo pascuero, antes que con el melindroso mensaje de generosa apertura que predican políticos jóvenes y viejos. Que, por lo demás, se ha demostrado también falaz.

Sacándole toda la mugre que han cargado sobre sus hombros los empresarios –chupasangres o no–, el Viejos Pascuero sale bastante bien parado. Mucho mejor que otros viejos. Es cierto. Al que se me viene a la mente en este momento, nadie lo va a usar como símbolo de la generosidad ni de la unión entre los seres humanos. Más bien podría hacer el papel de Drácula. Y, tal como el conde, tendría sus seguidores.

Finalmente, rescato al Viejo Pascuero por la sabiduría que le dio la edad. Por el acercamiento que tiene con las emociones. Con la sensibilidad, con el amor. Porque no tiene que ver con el poder. Porque cuando regala algo pide nada, ni siquiera un voto como compensación. Porque está alejado de la virtualidad y de las luces de la fama efímera y en eso puede darle lecciones a otros ancianos que se niegan a asumir su papel de referentes respetables nomás, ni menos.

Depende como se mire, el Viejo Pascuero puede ser un vidrió ordinario semi traslúcido o un espejo de excelente calidad. Depende.

———————-

* Periodista.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.