Violencia contra la Infancia (VI). – AMENAZA, GOLPE, GRUPO, ADULTOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La familia es la unidad grupal natural básica de la sociedad. La Convención de los Derechos del Niño contiene en su preámbulo la idea de que el hogar es el entorno natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros, en particular los chiquillos, con lo cual reconoce que es la familia la que mayor capacidad tiene para protegerlos y proveer lo necesario para su seguridad física y emocional. La privacidad y la autonomía de la parentela son valoradas en todas las sociedades, y el derecho a una vida privada y familiar, a tener hogar y correspondencia esta garantizado en los documentos internacionales de derechos humanos.

En las últimas décadas se ha reconocido y documentado que la violencia contra los niños ejercida por los padres, representantes y otros miembros de la familia –física, sexual y psicológica, así como la desatención deliberada–, es un acontecimiento corriente. Desde la temprana infancia hasta los 18 años, son vulnerables a variadas formas de brutalidad en sus hogares.

Los agresores son diferentes de acuerdo con la edad y madurez de la víctima, y pueden ser los padres, padrastros, hermanos y otros integrantes del hogar y cuidadores. La mayor parte de las veces, la violencia física ejercida contra los niños en el seno de la casa, no es fatal, ni causa daños corporales visibles de carácter permanente o grave.

foto Sin embargo la que se ejerce contra los muy pequeños origina daños permanentes e incluso la muerte, aunque no fuera esa intención de los agresores. Investigaciones realizadas en varios países indican que el “síndrome del bebé sacudido” –que consiste en zarandearlos repetidamente– a menudo trae consigo heridas en la cabeza y lesiones cerebrales graves.

En el estudio descriptivo realizado por el profesor Paulo Sérgio Pinheiro, que fuera encargado por el secretario general de la ONU, para el estudio de la violencia contra los niños, se señala que ésta en el hogar puede producirse en el contexto de la disciplina, bajo la forma de castigos físicos, crueles o humillantes. El trato severo y la sanción en el hogar son corrientes tanto en los países industrializados como en los de desarrollo.

Los estudios efectuados así como las declaraciones hechas por los propios niños –en el curso de consultas regionales– subrayan el daño físico y psicológico que sufren como consecuencia del mal trato, y han propuesto formas alternativas de disciplina que sean positivas y eficaces.

La intimidación física viene a menudo acompañada de la psicológica. Injurias, insultos, aislamientos, rechazo, amenazas, indiferencia emocional y menosprecio, todas ellas son formas de fuerza que pueden perjudicar el desarrollo del niño y su bienestar, especialmente cuando estos tratos provienen de una persona adulta respetada, por ejemplo, el padre o la madre.

El informe de la ONU, advierte que la desatención, por ejemplo –el no cubrir las necesidades físicas y emocionales de los niños, no protegerlos del peligro o no obtener servicios médicos o de otro tipo cuando sea preciso–, favorece la mortalidad y la morbilidad de los pequeños. El desequilibrio que hay entre chicos y chicas en algunas regiones en el porcentaje por sexos hace pensar que las muchachas corren mayor peligro de sufrir desatención y brutalidad. Los niños discapacitados también tienen mayor riesgo de sufrir desatención o pueden ser abandonados; prácticas que en ocasiones puede ser aceptada y alentada.

Cada vez se reconoce más la existencia de la violencia sexual en el hogar. De acuerdo con varias indagaciones efectuadas en 21 países –en su mayoría desarrollados–, entre el 7% y el 36% de las mujeres y entre el 3% y el 29% de los hombres dijo haber sido víctima de agresiones sexuales durante su infancia, y según la mayoría de estas pesquisas la tasa de abusos sufridos por las niñas es de tres a cinco veces la de los varones. La mayoría de los atropellos suceden dentro del círculo familiar.

De modo similar, un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud, en el que se recogieron datos tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo, mostró que entre el uno y el 21% de las mujeres manifestaba haber sufrido abusos sexuales antes de los 15 años, en la mayoría de los casos por parte de varones miembros de la familia que no eran ni su padre ni su padrastro.

En algunas naciones, la no existencia de una edad mínima legal para el consentimiento sexual y el matrimonio puede exponer a los niños al trato violento de su pareja. Se calcula que 82 millones de chicas contraen matrimonio antes de cumplir 18 años. Un número considerable contrae nupcias a edades mucho más tempranas, a menudo de manera obligada, y corren riesgo de sufrir violencia, incluidas las relaciones sexuales forzadas.

Las costumbres tradicionales dañinas afectan a los niños de manera desproporcionada y por lo general les son impuestas por sus padres o por los dirigentes de la comunidad a edad temprana. Según el Relator Especial sobre las prácticas ancestrales que afectan a la salud de las mujeres y los niños, la mutilación genital femenina que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se les práctica a muchachas cada vez más jóvenes, es corriente en África y también se da en algunas partes de Asia y en las comunidades de inmigrantes de Europa, Australia, el Canadá y los Estados Unidos de América.

Otros hábitos usuales nocivos que afectan a los niños son, entre otras, las ataduras, los arañazos, las quemaduras, las marcas, los ritos violentos, el engorde, los matrimonios forzosos, los llamados delitos de “honor” y la violencia relacionada con las dotes, el exorcismo o la “brujería”.

Se calcula que entre 133 y 275 millones de niños de todo el mundo son testigos de la violencia doméstica cada año. Presenciar habitualmente escenas de ira en el hogar, por lo general a través de peleas entre los padres o entre la madre y su pareja, puede afectar seriamente su bienestar, su desarrollo personal y su interacción social en la infancia y en la edad adulta.

La crueldad dentro de la pareja también hace aumentar el riesgo de brutalidad contra los niños en el seno de la familia: diagnósticos realizados en China, Colombia, Egipto, México, Filipinas y Sudáfrica muestran que hay una estrecha relación entre la violencia contra las mujeres y la de los niños.

foto Violencia en la escuela y centros educativos

En la mayoría de los países, los niños pasan más tiempo bajo el cuidado de los adultos en centros educativos que en ningún otro sitio, además de sus casas. Las escuelas desempeñan una importante función en la protección de los chicos contra la barbarie. Los que trabajan en estos institutos y los supervisores tienen el deber de proporcionar un ambiente de seguridad para los niños e impulsar su dignidad y desarrollo.

En muchos casos las instituciones exponen a los niños a la violencia e incluso pueden enseñarles a usarla. La percepción pública de la crueldad en los colegios se ha visto influida por la atención de los medios de comunicación hacia incidentes extremos en los que se han producido tiroteos y secuestros de estudiantes. Sin embargo, es menos probable que en sus casas o en otros espacios de su comunidad.

El despotismo perpetrado por profesores u otros trabajadores de las escuelas, con o sin la explicita o tácita aprobación de los ministerios de educación y otras autoridades que supervisan los colegios, puede revestir la forma de castigos corporales, psicológicos, crueles, humillantes, sexuales o motivada por el género y acoso entre compañeros. Las sanciones corporales, tales como las palizas, los golpes con vara son práctica habitual en las instituciones de numerosos países.

La Convención sobre los Derechos del Niño exige a los Estados partes que tomen las medidas apropiadas para garantizar que en las escuelas la disciplina se administre de modo acorde con la Convención. La Iniciativa global para acabar con todo castigo corporal hacia niños y niñas señala que 102 países han prohibido el castigo físico en la escuela, pero el cumplimiento de esa norma es desigual.

La violencia en las escuelas también se produce en forma de peleas y acoso entre estudiantes. En algunas sociedades el comportamiento agresivo, incluidas las riñas, se percibe como un problema menor de disciplina. El asedio entre compañeros a menudo está ligado a la discriminación entre estudiantes de familias pobres –o de grupos marginados por su etnia o que tienen características personales especiales, por ejemplo, su aspecto o alguna discapacidad física o mental–.

El hostigamiento entre compañeros suele ser verbal, pero a veces se produce violencia física. Las escuelas se ven afectadas también por los sucesos que tienen lugar en la comunidad en general, como la presencia de bandas y de actividades delictivas relacionadas con ellas, especialmente las que tienen que ver con las drogas.

Atención social

De acuerdo al informe de de la violencia contra los niños de las Naciones Unidas, millones de niños, en especial chicos, pasan considerables periodos de su vida, bajo el control y la supervisión de autoridades de atención social o de sistemas judiciales y en instituciones como orfanatos, hogares para niños, centros de acogida, calabozos, cárceles, centros de detención de menores y reformatorios. Estos niños están expuestos a la violencia del personal y autoridades del centro que son responsables de su bienestar.

En la mayor parte de los países el castigo corporal en las instituciones no está prohibido de manera explícita. El hacinamiento y las condiciones miserables, la estigmatización social, la discriminación, así como la deficiente capacitación del personal aumentan el riesgo de violencia. Con frecuencia no hay medios efectivos de presentar reclamaciones, ni mecanismos de seguimiento e inspección, ni reglamentación y supervisión apropiadas por parte de los gobiernos.

A los agresores no se les exigen responsabilidades, con lo que se crea una cultura de impunidad y tolerancia de la violencia contra los niños. Las consecuencias del confinamiento van más allá de la propia experiencia del maltrato. Algunas de las consecuencias a largo plazo son los retrasos graves de desarrollo, la discapacidad, los daños psicológicos graves y el aumento de la tasa de suicidios, axial como la residencia.

Nada menos que ocho millones de los niños del mundo viven en centros de acogida. Un número relativamente pequeño reside en ellos por carecer de padres, pero la mayoría lo hace por otros motivos: por discapacidad, desintegración familiar, violencia en el hogar y por sus condiciones sociales y económicas incluida la pobreza.

La violencia ejercida por el personal de las instituciones con el objetivo de inculcar la “disciplina” a los niños consiste, entre otros, en pegarles con las manos, varas y mangueras, golpearles la cabeza contra la pared, inmovilizar a los niños en sacos de tela, amarrarlos a los muebles, encerrarlos en cámaras frigoríficas durante días y dejarles yacer en sus propios excrementos.

En las instituciones residenciales, los niños con discapacidades pueden ser objeto de violencia bajo la apariencia de tratamiento médico. En algunos casos, críos de hasta nueve años son sometidos al tratamiento con electrochoque sin hacer uso de relajantes musculares o anestesia. A veces los electrochoques se utilizan también a modo de “tratamiento por aversión” para controlar su comportamient, a veces se usan drogas para controlar su conducta y hacerlos mas “obedientes”, con los que se reduce su capacidad de defenderse.

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La desatención es otra de las características de muchas instituciones residenciales en las que las condiciones son tan deficientes que ponen en peligro la salud y la vida de los niños. En muchas instituciones para chicos con discapacidades, no hay acceso a programas educativos, de tiempo libre, de reinserción u otro tipo. A menudo los niños con discapacidades son abandonados en sus camas o cunas durante periodos prolongados sin que tengan ningún tipo de contacto humano. Esto puede causar graves daños físicos, mentales y psicológicos.

Los niños que viven en centros asistenciales están expuestos a la violencia de otros infantes, especialmente cuando las condiciones y la supervisión del personal son deficientes y los mayores y más agresivos no están separados de los más pequeños o vulnerables. El personal a veces suele autorizar o alentar el maltrato entre los propios chiquillos.

Aunque el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos y la convención de los Derechos del Niño lo prohibe, algunos países aún castigan con la pena de muerte ciertos delitos cometidos por menores de 18 años. Y en la actualidad, señala el informe, al menos en 31 países el castigo corporal esta permitido como condena por delitos cometidos por niños, lo que en algunas naciones puede incluir palizas con vara, flagelación, lapidación o amputación.

Si bien el artículo 37 de la Convención de los Derechos del Niños obliga a garantizar que sólo se recurrirá al arresto de los pequeños como último recurso y por el mínimo tiempo necesario, en 1999 se calculo que un millón de niños se encuentran privados de libertad. La mayoría están acusados de infracciones menores o leves y es la primera vez que las cometen. Muchos de ellos son detenidos por ausentismo escolar, vagabundeo o por ser personas sin techo.

En algunas naciones, la totalidad de los chicos presos no han sido condenados por cometer un delito, sino que se encuentran a la espera de juicio.

Con frecuencia los niños que están detenidos sufren tratos brutales por parte del personal, a veces como una forma de control o castigo, por infracciones menores. Al menos en 77 países el castigo corporal y otros violentos están reconocidos como medidas disciplinarias legales en las instituciones penitenciarias.

A los adolescentes se les propinan palizas, azotes con varas, los inmovilizan de forma dolorosa y los someten a tratos humillantes, como por ejemplo desnudarlos y flagelarlos con varas delante de otros detenidos. En los centros de detención sufren especial peligro de sufrir maltrato físico y sexual, principalmente cuando los supervisores son varones.

De acuerdo con la convención de los Derechos del Niño, la legislación nacional de la mayoría de los países exige que los niños en conflicto con la ley estén en dependencias separadas con el objeto de prevenir los malos tratos y la explotación por parte de los adultos. Sin embargo, en muchos países, es habitual que los niños permanezcan arrestados junto con los adultos. Los niños detenidos corren mayor peligro de autolesionarse o de presentar un comportamiento suicida, sobre todo cuando la detención es larga o indefinida, o cuando se hallan confinados en instalaciones para mayores.

Bibliografía consultada

– Informe del experto independiente para el estudio de la violencia contra los niños, de las Naciones Unidas.
– Material de la Organización Mundial de la Salud.
– Material de la Alianza International Save the Children Sweden.
– Material de la UNICEF.

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* Periodista.

El artículo anterior de esta investigación puede leerse aquí, donde se encontrarán los enlaces para los capítulos anteriores de esta exhaustiva investigación.

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