Violencia Contra la Infancia (VIII). – EL HORROR DE LA CIRCUNCISIÓN FEMENINA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La mutilación/escisión genital de la mujer es un procedimiento quirúrgico que implica la eliminación parcial o total de los órganos genitales externos de las mujeres, u otras lesiones al aparato genital, por razones culturales o de otra índole que no se relacionan con necesidades médicas.

En el mundo hay más de 130 millones de mujeres y niñas que la han padecido. Se práctica generalmente a las de corta edad –de cuatro a 14 años–, así como a las que están a punto de contraer matrimonio; durante su primer embarazo o después de dar a luz. Esta situación, incrementa la desigualdad que sufren las jóvenes y mujeres y constituye una violación de sus derechos humanos universalmente aceptados, entre ellos el derecho a la integración física y a los niveles más altos posibles de salud física y mental.

Prácticas tradicionales

En muchas sociedades existen una serie de hábitos tradicionales que implican un cierto grado de violencia física o mental, y que pueden ser perjudiciales para la salud de los niños. La Convención sobre los Derechos del Niño, exige claramente una revisión de estas prácticas. No obstante, profundizar en costumbres que tienen raíces religiosas o culturales o de ambos tipos, y que pueden ayudar en sí mismas construir la identidad cultural de los niños y los adultos que pertenecen a ese grupo, requiere una gran sensibilidad.

foto La referencia especifica a costumbres tradicionales se encuentra en el artículo 24, inciso tercero, que obliga a los Estados a adoptar «todas las medidas eficaces y apropiadas posibles para abolir las prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los niños». Durante la redacción, de este artículo, se tomó la decisión deliberada de no señalar ningún caso concreto, dada la amplitud de circunstancias que pueden resultar dañinas, como por ejemplo la preferencia por el varón, la mutilación genital femenina, los matrimonios precoces y la alimentación entre otras.

El artículo 24.3 es importante porque en él se menciona por primera vez la abolición de estas costumbres en un documento internacional vinculante y, en contra de lo que pudiera esperarse, dada la delicada naturaleza del problema no se han interpuesto reservas a esta disposición. Debido al consenso internacional de los gobiernos, parece claro que el debate no ha de centrarse en si las prácticas tradicionales dañinas deben o no abolirse, sino en cuales son los medios apropiados para conseguirlo.

A menudo, intentan justificar la existencia de estos hábitos en función de la identidad cultural o la religión. Los riesgos para la salud de algunos métodos que implican la invasión de la integrad del cuerpo como por ejemplo la extendida circuncisión del varón, son enormes, especialmente si las realizan personas sin experiencia sanitarias sin condiciones higiénicas. Además, la falta de una anestesia adecuada incrementa el sufrimiento del niño.

Las justificaciones que asumen que el niño debe seguir la cultura o culto de sus familias o comunidades llevo a la Convención a expresar el derecho de elección de credo por parte del niño, en el artículo 14. Estos ritos tienen muchas veces lugar cuando el chico es aún muy joven para dar su consentimiento. Por supuesto aquellos algo mayores deben tener los mismos derechos que tienen los adultos en virtud de la legislación de su sociedad para consentir experiencias que impliquen algún grado de violencia, aunque no sean especialmente perjudiciales para su salud. Pero la responsabilidad de los progenitores de ofrecer a sus hijos una dirección y orientación en el ejercicio de sus derechos, no debe violar los artículos 19 y 24.3. La Convención hace para la protección infantil lo que otros documentos de las Naciones Unidas para la protección de las mujeres frente a costumbres tradicionales perjudiciales.

Prácticas concretas

Las prácticas que deben ser revisadas a la luz de los principios de la convención incluyen toda forma de circuncisión y mutilación genital, ataduras, marcas, quemaduras, tatuajes o abrasiones. También ceremonias de iniciación que impliquen, por ejemplo, inmersiones forzosas en agua, tratamiento deliberadamente discriminatorio de niños que suponga un perjuicio para la salud. Por ejemplo, alimento o cuidados preferentes al varón o falta de cuidados para los niños con problemas o nacidos en un día determinado.

Las medidas promovidas por el Comité de los Derechos del Niño para luchar contra las tradiciones dañinas incluyen legislación y educación. En la actualidad muchos Estados prohíben de forma explicita la mutilación genital femenina. Sin embargo esta claro que las reformas legales son insuficientes si no se combinan con una concienciación acerca del peligro que supone, así como con declaraciones de los líderes religiosos y de la comunidad que condenen dichos usos.

Derechos humanos

Las prácticas perniciosas y lesivas son condenadas por muchos tratados internacionales. Entre ellos, la Convención sobre los Derechos del Niño –1989–, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer –1979–, la Carta Africana sobre los Derechos y Bienestar del Niño –1990–. El asunto de la mutilación/escisión genital de la mujer se trata específicamente en la Resolución 56/128 de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre las prácticas tradicionales o frecuentes que afectan a la salud de la mujer y la niña –2001–, y en el Protocolo sobre los derechos de las mujeres en África, o Protocolo de Maputo, 2003–.

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La «circuncisión femenina»: consecuencias

Erróneamente se suele equiparar la extirpación de todo o parte del clítoris y labios menores en la mujer a la circuncisión masculina. Se trata en verdad de una verdadera mutilación, que tiene diversas consecuencias orgánicas, entre las que por figuran las enfermedades inflamatorias y las infecciones de las vías urinarias, o que la lesión no cicatrice.

Las complicaciones ginecológicas que provoca esta práctica pueden adquirir especial gravedad durante y después del alumbramiento, y entre ellas figura la fístula. También puede aumentar la susceptibilidad a la infección por VIH. El dolor de la operación suele provocar estados de choque y traumas prolongados y las hemorragias e infecciones pueden ser mortales.

Las relaciones sexuales pueden convertirse en un calvario y en todo jamás placenteras; en casos extremos la ablación tiene como consecuencia la incapacidad de gestar.

Las razones de esta costumbre son diversas y complejas, pero la mayor parece ser la creencia de que cuando las niñas no son sometidas a este procedimiento no pueden casarse. Tradicionalmente, los practicantes de la mutilación son curanderos, que en muchos casos son mujeres. En algunos países se ha tratado de dar carácter «médico» a la operación, poniéndola en manos de personal sanitario que la realiza dentro o fuera de los hospitales. Esto no significa, sin embargo, que deje de constituir una violación de los derechos humanos.

La amputación genital femenina tiene lugar sobre todo en países que ocupan una franja que va del Senegal en África occidental hasta Somalia en África oriental y el Yemen en Oriente Medio. Sin embargo, también se práctica en algunas partes de Asia sudoriental. Según informes provenientes de Europa, América del Norte y Australia, la práctica se realiza también en las comunidades inmigrantes de esas regiones.

Un compromiso

Entre las providencias eficaces que pueden tomar los gobiernos para alentar el abandono de la práctica figuran la ratificación de las convenciones internacionales pertinentes, la elaboración de normas jurídicas que prohíban la práctica y el respaldo a las asignaciones presupuestarias adecuadas. Esas disposiciones pueden complementarse mediante planes nacionales de desarrollo, programas para la eliminación de la pobreza y otras prevenciones gubernamentales.

Es necesario aprobar y poner en práctica leyes que prohíban la mutilación/escisión genital de la mujer y castiguen a quienes la practiquen. Esas medidas resultaran más eficaces si se toman en el marco de una campaña integral de concienciación en la que participen las escuelas y comunidades.

Es posible revertir o lograr que se abandone el apoyo a esta costumbre si se toman medidas adecuadas sobre las actitudes y tradiciones de los grupos que la practican. Si los dirigentes religiosos y otras personas con autoridad moral expliquen que no existe justificación para ello, se puede lograr que las comunidades la abandonen más rápidamente. Los debates abiertos tienen especial importancia con respecto a muchos temas relacionados con la defensa de la infancia, incluso con la protección contra las prácticas tradicionales dañinas.

Las comunidades, los padres y madres, los docentes y los niños y niñas deben sentir que pueden tratar abiertamente el tema de la mutilación.

Las niñas amenazadas por la amputación por lo general no pueden evitar o rechazar la operación. Sin embargo la educación y el conocimiento de soluciones alternativas puede ayudarlas a tratar el tema de manera más abierta y franca con sus familiares, resistir las presiones sociales y protegerse a sí mismas y a sus hermanas e hijas.

Debido a que la prevalencia de este uso guarda estrecha relación con los vínculos étnicos y se perpetúa en las colectividades de carácter endogámico –cuyos miembros tienden a casarse entre ellos–, resulta fundamental coordinar las labores que se llevan a cabo en las agrupaciones de esas características. Es necesario fortalecer y apoyar las organizaciones gubernamentales y basadas en la comunidad que se dedican a la protección de los derechos humanos y la dignidad de la persona, ya que desempeñan una función importante con respecto al abandono de la práctica.

A fin de brindar respaldo a las mujeres que se oponen a la mutilación genital femenina y apoyar a las que han sido sometidas a esa operación se pueden prestar servicios médicos para tratar las consecuencias sanitarias de la práctica, que suelen ser de carácter crónico y permanente, y llevar a cabo actividades educacionales e informativas que contribuyan a su abandono.

Debería difundirse y emplear más ampliamente los análisis de los datos obtenidos mediante las encuestas demográficas y de salud y utilizar como instrumentos habituales de seguimiento los indicadores acordados, las evaluaciones participativas de referencia y los estudios etnográficos locales.

En Egipto, UNICEF amplió durante 2005 las campañas de educación acerca de la mutilación genital femenina a nuevas comunidades en el Alto Egipto. Las labores realizadas incluyeron la movilización de la población de las aldeas contra la práctica.

En el Senegal, UNICEF colaboró con la organización no gubernamental TOSTAN en la creación de un programa de habilitación comunitaria que aplica un enfoque basado en los derechos humanos para combatir la violencia contra las niñas, especialmente la mutilación y el matrimonio adolescente. En 2005 el programa se llevo a cabo en 130 comunidades campesinas y logró que en 114 de ellas se realizaran declaraciones públicas de abandono de esas prácticas. Para fines de ese año, casi 1.630 aldeanos había anunciado su decisión de no volver a realizarla.

Objetivos del milenio. La mutilación/escisión genital de la mujer constituye una violación de la integridad física y psicosexual de las niñas y mujeres y una inherente contradicción de los principios de igualdad de género. Uno de sus muchos efectos negativos para la salud es el aumento de las posibilidades de fallecimiento durante el alumbramiento, de manera que se trata de un obstáculo a la reducción de la mortalidad materna. Algunos estudios indican también que las niñas que han sido sometidas a esta práctica son más vulnerables al VIH/SIDA, lo que significa que esa práctica atenta contra los esfuerzos por detener y revertir la propagación del SIDA.

Bibliografía consultada:

– Material de la UNICEF.
– Material de Female Genital Mutilation/Cutting: Statiscal Exploration 2005. UNICEF.
– Material sobre niños y violencia de diversas entidades internacionales.

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* Periodista.

El artículo anterior de esta investigación puede leerse aquí, donde se encontrarán los enlaces para los capítulos anteriores de esta exhaustiva investigación.

Addenda
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UNA HISTORIA DE MILES DE AÑOS

Nadie sabe con seguridad cuándo y cómo empezó esta práctica. Se cree que se lleva realizando desde hace 4.000 años. Según informes de Naciones Unidas, se realiza en veintiocho países africanos y se calcula que más de 130 millones de niñas y mujeres en África han padecido alguna clase de mutilación genital.

Waris Dirie, modelo africana que fuera una de las «chicas Bond» e imagen de la firma RevIon, padeció este ritual. Sus padres, pobres, pertenecían a una comunidad nómada. Incluso en la actualidad Waris Dirie no suele usar reloj. Cuando Dirie tenía cinco años, su madre la guió por la oscura noche del desierto, le dijo que no luchara y permitió que una gitana ambulante cortara los genitales externos de su hija. Igual que su madre había hecho con ella. Después, cosieron la vagina de Dírie con agujas hechas con espinas.

Durante los cuarenta días siguientes, estuvo con las piernas atadas para evitar que la herida se reabriera. Dicen que uno no puede recordar realmente el dolor, pero Waris asegura que aquello no se puede olvidar. «Dolía tanto» –recuerda– «que me quería morir». Se calcula que al 98 por ciento de las mujeres de Somalia se les mutilan los genitales.

Hoy Dirie es embajadora especial de la ONU para su campaña internacional para poner fin a esa práctica. En su calidad de embajadora recorre los países africanos en los que existe ésta practica y previene sobre los riesgos psicológicos y de salud qye envuelve.

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