Virus, plagas y bioterrismo

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Nieves y Miro Fuenzalida*

Las epidemias, el contagio y la contaminación provocados por bacterias, virus y gérmenes siempre han constituido un desafío mortal a las organizaciones nacionales e internacionales de salud. De todos estos contaminantes los virus son los principales a temer.

Viajan de especie a especie a través de secreciones y excreciones y su tremenda capacidad para cambiar su material genético al entrar en contacto con otros cuerpos ponen a prueba nuestros sistemas defensivos. Su naturaleza patogénica ambivalente lo coloca entre la vida y la muerte.

De todos los agentes infecciosos el virus es el que ha ocupado el centro de la atención en las especulaciones contemporáneas y debido a su carácter proteico le ha sido fácil invadir el inconsciente cultural. Su extraordinaria capacidad para invadir un cuerpo extraño y usar su metabolismo para auto replicarse es lo que le permite transformarse en una imagen ideal para ser usada en diferentes campos de expresión cultural que nada tienen que ver propiamente con inmunologia, virologia o con el discurso medico. La dimensión metafórica del discurso viral domina ahora las discusiones contemporáneas del terrorismo y la narrativa popular.

Ruth Mayer, en un reciente articulo (Virus Discourse), intenta mostrar que los textos de ficción nos dan una mejor visión de las transformaciones y desviaciones que se producen en el discurso publico al poner de manifiesto dimensiones inconscientes de lo político comparados con las aproximaciones periodísticas y comentarios políticos que tienden a ignorarlas, reprimirlas o autocensurarlas. Es la dimensión fantástica de la ficción la que la hace un medio perfecto para reflejar nuestros miedos y fascinaciones actuales.

En un reciente libro de ciencia popular, El demonio en el congelador, de Richard Preston, uno de los best sellers del año 2002, Alibek, el antiguo jefe de producción e investigación de las armas biológicas de la Unión Soviética, en conversación con el autor dice que no cree “que las armas nucleares funcionen. Ellas destruyen todo. Las armas biológicas, en cambio, son más… beneficiosas. Ellas no destruyen edificios, solo destruyen actividad vital.”

“¿Actividad vital?”
“Si, gente”.

En otra parte del mismo libro el general J. Parker, jefe de las investigaciones medicas del ejército de EEUU, refiriéndose al ataque de ántrax al Congreso en 2001, sostiene que la carta fue un misil. Y las oficinas de correo hicieron el trabajo de asegurarse que llegara al “ground zero”.

Una serie de publicaciones recientes sobre guerra biológica y bioterrorismo retienen el lenguaje de la amenaza nuclear y la guerra fría, y al mismo tiempo apelan a un escenario de amenazas mas sofisticadas. Las imágenes del peligro nuclear todavía alimentan la imaginación popular. Pero son las visiones de horror del bioterrorismo las que han probado ser las más atrayentes para reproducir los miedos sociales.

Si a pesar de que no todos los escenarios de destrucción, desastres y muerte se organizan alrededor del ataque viral, ciertamente la metáfora viral domina el discurso. Richard Haass, representante del Departamento de Estado de EEUU, en un discurso de Octubre de 2001, expresaba la idea de que “el terrorismo internacional es similar a un virus letal. El terrorismo vive como parte de nuestro ambiente. A veces dormido, a veces virulento, pero siempre presente en alguna forma. Igual que un virus, el terrorismo internacional no respeta fronteras.

"Se mueve de país a país, explotando el comercio y las comunicaciones globalizadas para propagarse. Y puede ser particularmente malevolente si encuentra un anfitrión simpatetico. Por tanto, necesitamos tomar medidas profilácticas apropiadas dentro y fuera del país para prevenir que el terrorismo se multiplique e infecte nuestra sociedad y dañe nuestras vidas”.

Combatir los desafíos del terrorismo es similar a combatir los desafíos del virus en el sentido de que podemos lograr un gran avance, pero nunca erradicar totalmente el problema. La noción de un agente viral que siempre esta ahí, en medio de nosotros, es mas terrorífica que la idea de que el cuerpo político esta a punto de ser infectado por patógenos externos. Aquí es donde empezamos a notar que, con la noción del virus, las distinciones binarias tradicionales tales como nosotros/ellos, salud/enfermedad, dentro/afuera quedan en la balanza.

Los terroristas viven entre nosotros, son educados en nuestras universidades, disfrutan de nuestra compañía y de pronto se vuelven en contra nuestra ¿No es este el eco del diagnostico que hizo Baudrillard después del 11 de Septiembre?… En aquel momento, dijo, el ataque significaba la llegada de un nuevo enemigo, un enemigo fantástico y un antagonismo que esta en todas partes y… en cada uno de nosotros. El terrorismo, al igual que los virus, ocupa todos los espacios.

Con la metáfora del virus Baudrillard imagina una patología fundamental incrustada en el sistema mismo. El discurso de Haass insinúa, igualmente, que el nuevo conflicto podría no tener solución, porque no pone un sistema en contra de otro, sino que presenta un sistema erosionándose desde dentro. Ésta es, por supuesto, una visión que los representantes del sistema no están dispuestos a encarar. Todavía prefieren la dicotomía entre el mundo libre y el despotismo y odio del resto. Pero, el mero hecho de que esta nueva forma de pensar tenga un canal de expresión es ya un índice de su poder.

La imaginación popular ha estado expuesta a los peligros virales continuamente con la amenaza del sida, la viruela o la gripe porcina que la prensa, la televisión o el internet discuten casi diariamente transformando a los virus, más que ningún otro agente patógeno, en una poderosa figura amenazante en la fantasía colectiva contemporánea y parte elemental de los debates actuales en torno al contacto y contaminación global.

Si a esto agregamos la complejidad y diversidad de las transformaciones que la política, la economía y la cultura experimentan en nuestros días, no es raro que los virus se presenten como agentes especialmente apropiados para describir estos cambios comparados con el intento de capturarlos en términos de puro control individualizado. A pesar de su fuerza subversiva ellos permiten una conceptualizacion neutral de la situación actual que evita el romantizarlos como guerrilleros o rebeldes o demonizarlos fácilmente al consistir solo en fuerzas manipulativas más que agentes del bien o del mal.

Ellos son entes ambivalente sujetos a la logica de la mutación que producen un efecto patogénico que súbitamente puede transformarse en uno apatogénico. Y es esta ambivalencia la que efectivamente debilita las relaciones binarias de salud/enfermedad, bueno/malo, inofensivo/peligroso, interno/externo.

De acuerdo a Ruth Mayer –en el relato del suspenso clásico de la novela o el cine (La película Pánico en las calles, por ejemplo)– el tema del contagio y la contaminación funcionaban de manera diferente a como funcionan hoy día. La lucha en contra de la epidemia durante la Guerra Fría se centraba en el contenimiento del virus y la información. Mantener el agente infeccioso fuera del sistema y controlar las noticias.

En el nuevo orden mundial globalizado las fronteras entre lo que esta afuera y lo que esta adentro se hacen cada vez más precarias y las fuerzas del bien y del mal empiezan a parecerse peligrosamente unas a las otras. Hoy día el género del suspenso viral ya no recurre a la logica del contenimiento y el virus ya no figura solamente como trasfondo negativo, sino que ahora dispone la acción y todo gira en torno a su propagación como en The Cobra Event, de R. Preston, en donde un terrorista loco en posesión del virus “brainpox” imagina transformar a Nueva York en un bioreactor que se amplifica a si mismo expandiéndose a través de todo el globo siguiendo líneas invisibles y rutas de aviación comercial.

De Nueva York a Shangai, de Filipinas a Ruanda, de Calcuta a Caracas y de vuelta a Tokio. Todas las grandes ciudades de la tierra. La revancha de la biología molecular. La fuga viral inicia un movimiento único, una explosión inmensa que cubre todo el planeta y desafía la noción de autoridad de la nación, del estado o del individuo. En todos estos relatos de suspenso popular la propagación viral desafía la logica del contenimiento y requiere medios de acción diferentes como muestra la novela Vector de Robin Cook o las películas Outbreak y Contaminated Man.

El nuevo peligro es mucho más inquietante por su naturaleza difusa, ambivalente y auto productiva. Nadie esta en control de los eventos que se producen por cuenta propia, por decirlo así, y la imagen viral es la que permite acentuar la discontinuidad entre el viejo y el nuevo orden. La misma logica de la amenaza global se repite en la mayoría de las narrativas del biosuspenso que encontramos en la televisión, el cine o los libros que se encuentran en los estantes de los aeropuertos, las estaciones de trenes o los supermercados.

Contamined Man usa el mismo escenario de Pánico en las calles, pero con un trasfondo diferente en el que lo extraño y lo familiar dejan de tener sentido. La amenaza ya no emana del exterior, como en Pánico en las calles en donde el portador del virus era un inmigrante, un cuerpo extraño proveniente de territorios lejanos, sino del propio país. El agente patógeno, Trinoxin, es un agresor interno desarrollado en los propios laboratorios nacionales que infecta a uno de los técnicos transformándolo en un hombre plaga. El poder del virus pasa a ser algo inseparable de nuestro propio sistema y no puede ser controlado o aislado.

Ninguno de estos relatos, afirma R. Mayer, presentan la amenaza viral como un proyecto exclusivamente militar o terrorista. Pero es, justamente, en estos términos en que el virus se culturaliza transformándolo en un elemento integral del nuevo orden global que sucede a la guerra fría y que hoy informa los escritos de ciencia popular y las estrategias militares. Según esta logica los nuevos conflictos y amenazas parecieran provenir de afuera, pero, en realidad, su incubación, ejecución e impacto se producen en nuestro propio medio.

La estrategia para combatir la amenaza viral, de acuerdo a esta narrativa, es establecer mecanismos de intervención cada vez más sutiles y penetrante. Pero, como los ciclos de acción y reacción, contaminación y contenimiento se suceden cada vez con más rapidez, la defensa en contra de la amenaza también se torna más difícil y perversa.

 Según el filosofo francés Derrida, estos peligros, que no vienen de un Estado en particular, sino de fuerzas anónimas absolutamente invisibles e incalculables, ponen en peligro lo que se supone sostener el orden mundial y la posibilidad misma de un mundo y de cualquier esfuerzo global (ley internacional, mercado mundial, lenguaje universal, etc.). Lo que no debemos olvidar, dice, es el efecto perverso que la logica aterrorizante de la auto inmunidad tiene.

Después de tanta historia corrida bajo los puentes hoy sabemos que la represión en su sentido sicológico y político, sea por la fuerza de la policía, el ejército o la economía termina siempre produciendo, reproduciendo y generando aquello que trataba de eliminar.



 * Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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