Vivir es ser otro, de Kintto Lucas: un extravío entre laberintos

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Cuando Hermann Hesse, en su libro El Lobo estepario, describió un juego de abalorios en una galería con espejos donde se multiplicaban reflejos al infinito, nos invitaba a un viaje a través de la réplica humana como una forma de extravío entre laberintos. Algo parecido me sucedió al leer el libro de Kintto Lucas, Vivir es ser otro. La primera pregunta que me asaltó es por qué vivir no es ser uno mismo. La respuesta rebuscada se la encuentra entre líneas de un texto formidable que nos lleva y trae de la mano por una introspección monologal de un auto discurso filosófico con apariencia de novela.

De página a página la lectura del libro invita a ir, de espejo en espejo, descubriendo el reflejo del género humano. A veces nítido, a veces distorsionado, en la opacidad de un mundo que se retuerce en vericuetos que no siempre responden a la voluntad humana. Por eso el libro insinúa que es necesaria la filosofía, cuestionándola como una forma de reflexión para ordenar el mundo, para encontrarle un sentido, para no dejar que se extravíe -y con él, el ser humano-, entre reflejos engañosos.

Vivir es ser otro, transitar entre los laberintos del cerebro, del amor y de la soledad para descubrir, acaso, qué es ser uno mismo, dónde está la razón o la sin razón de ser. Una disquisición entre la locura y la cordura, entre la realidad y la ficción.

En ese viaje, Lucas nos propone que la razón es un problema cerebral, o que el propio cerebro es un problema, porque “todo está en el cerebro” y proviene de sus dominios racionales hasta el amor, el dolor, la felicidad y la tristeza. En ese sortear laberintos interminables, de vernos reflejados en nuestra propia imagen aparente buscándonos sin hallarnos, existimos a expensas del reflejo de cada espejo que nos quiera mostrar lo que a bien tenga reflejar de nosotros mismos.

Un juego de abalorios, un destello de brillos muchas veces embusteros que engañan, confunden la vida con la muerte y al revés. Audaz sugerencia de invitar a mirar los espejos, “abrir las puertas”, como sugiere el autor, sin importar cuál es el siguiente estado, cuál el desenlace de una búsqueda riesgosa en sí misma. Esta perenne búsqueda, este ir sin venir de regreso, esta tentativa infinita de encontrarnos y ser uno mismo, es la parte medular de este texto que nos invita a vivir para ser otro, multiplicado ad infinitum.

Reflexión existencial en tiempos de posmodernidad cuando todo está retorciendo su sentido, tiempo de simulaciones y apariencias elegantes, urdidas con la consigna del extravío para desafiarnos a ser nosotros mismos, diversificados en un mismo ser. Frente al extrañamiento de la realidad fuimos invitados a cambiar de mundo, cuando no, cambiar el mundo. A ratos, monólogo introspectivo, cambio de narrador omnisciente, indagador de identidades, hasta descubrir que el mundo no es verdadero, pero es real.

Vivir es ser otro, un libro donde no interesa mayormente indagar por su contenido argumental. Da lo mismo que sea aquí o allá -la realidad o la fantasía, los sueños o los estados anímicos, y en ellos, la felicidad, la tristeza, en fin- a condición de que nos dejemos llevar, a través de un tránsito reflexivo, filosófico, que nos sugiere encontrar los sentidos entre tantos espejuelos engañosos, o el sentido último de vivir… para ser otro.

*Periodista. Fotógrafo. Director-Editor de la revista digital Lapalabraabierta. Colaborador de las revistas Rocinante y Babieca. Conductor del programa La Oreja Libertaria, Radio Pichincha 95.3 FM. Autor de los libros La hora del lobo (2000), Decapitar a la Gorgona: ¿la corrupción, una moral de la crisis? (2001), Eva sin paraíso (2003), Diálogo comunitario en democracia (2013), Égüez. La memoria insumisa (2016), Escritos en clave morse (2018).

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