Cambiar los valores para frenar el colapso de la biodiversidad

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Se nos acaba el tiempo. Huyamos de debates maximalistas sobre colapsismo vs. pragmatismo. La ciencia ha establecido con meridiana claridad las dimensiones de la crisis ecológica global, que se suma a la crisis energética, climática, de derechos humanos, institucional y política, etc. Y en esa crisis multidimensional el aspecto quizás menos conocido, y más alarmante, es la degradación acelerada de la integridad de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad mundial. Nos encontramos inmersos en la sexta extinción masiva de la historia del planeta Tierra, y es la primera vez en 4.500 millones de años que las causas de esa extinción masiva se pueden atribuir a una sola especie: la humana.

Resulta interesante analizar cómo la crisis climática ha entrado con fuerza en la agenda política en la mayoría de países, incluidos los principales en la Unión Europea (Ue), donde condiciona en buena medida el debate político y social. También lo recoge la reciente encuesta Transatlantic Trends (de Hoop Scheffer, Quencez y Weber, 2023). Según esta encuesta, para la ciudadanía de la Ue el cambio climático es el mayor desafío de futuro, mencionado por un total del 39%, y el 20% lo cita en primera opción. En España el dato es aún más significativo: el 29% lo considera como el mayor desafío, mientras que asciende al 43% la población total que lo menciona.Cambiar los valores para frenar el colapso de la biodiversidad

En lo que se refiere a la respuesta que ofrecen los diferentes agentes públicos y sociales, la ciudadanía en España considera que los gobiernos hacen nada o poco (65%), casi igual como la ciudadanía en general (el 63% lo cree así) y, sobre todo, las empresas: el 75% valora nula o escasa su contribución a solucionar la crisis. También se responsabiliza a China, EU y la Ue, en menor medida. En el lado opuesto, el 50% considera que las ONG hacen bastante o mucho, y el 58% que la comunidad científica es quien más contribuye a solucionar el problema.

Resulta revelador que la crisis de biodiversidad no aparezca entre las nueve mayores amenazas percibidas por la ciudadanía cuando, como veremos a continuación, es la que mayor riesgo representa para el conjunto de la humanidad. Hay que reconocer, por tanto, que a nivel de comunicación ha habido un fracaso estrepitoso en comunicar la crisis de biodiversidad como un problema civilizatorio, seguramente el principal problema civilizatorio de nuestros tiempos.

Por otro lado, se constata un casi nulo reconocimiento de la relevancia de la crisis climática en la agenda política en España. En las recientes elecciones generales de julio de 2023, en ninguno de los debates televisados entre candidatos se planteó un bloque de preguntas sobre las propuestas de los partidos frente a la situación ambiental. Las breves palabras que llegaron a aparecer se limitaron a una genérica transición energética, como si este fuera el único o principal elemento de cambio a impulsar desde las instituciones. Si la crisis climática, pese a la preocupación que muestra la ciudadanía, no tiene relevancia para los partidos políticos mayoritarios, ¿qué decir de la crisis de biodiversidad? Ésta ni siquiera existe.

Acumulamos décadas de conocimiento científico sobre los impactos de las sociedades humanas sobre la naturaleza sin que se atisbe un cambio de rumbo significativo a escala mundial que pueda corregir esa tendencia destructiva. En 2009 se estableció un marco metodológico para evaluar los nueve Límites o fronteras planetarias 1/, correspondientes a 9 vectores que deben mantenerse dentro de un espacio operativo seguro para garantizar unas condiciones de vida estables para la humanidad. Se acaba de publicar la actualización del estado de esos límites planetarios. Si en 2009 se habían cruzado 3 límites y en 2015 eran 4 los límites sobrepasados, en la actualidad se alcanzan ya 6 límites que están rebasados, en un proceso que parece acelerarse.Cambiar de sistema o enfrentar el colapso ecológico mundial, enfatiza el informe de evaluación mundial sobre la Biodiversidad

Dicho de un modo llano: ya hemos llevado a nuestro planeta, nuestro único planeta habitable, a unas condiciones enormemente peligrosas para sostener adecuadamente la vida humana en él. Y uno de los límites rebasados de una forma más dramática es justamente la integridad de la biosfera, es decir, la conservación de los elementos que forman la biodiversidad, las funciones que realizan y los servicios ecosistémicos que de ella obtenemos.

Vínculo entre cambio climático y crisis de la biodiversidad

Se ha hablado demasiado poco de la relación entre las dos crisis ambientales principales: la climática y la de biodiversidad. Ambas responden a causas últimas coincidentes, pero se expresan de manera diferente. Pese a ello, tienen una serie de vínculos directos e indirectos muy potentes que hasta muy recientemente no se han empezado a abordar. El informe conjunto IPCC-IPBES arrojó información valiosa al respecto (Pörtneret al., 2021).

Por un lado, la degradación de los ecosistemas actúa como un acelerador del cambio climático. La pérdida de masas forestales, sea por tala o por incendios acelerados por el calentamiento global, libera cantidades significativas de carbono a la atmósfera y reduce la capacidad de captura de carbono por la vegetación. De igual modo, ecosistemas marinos como los arrecifes de coral, grandes sumideros de carbono, se degradan reduciendo su capacidad de captación. Y a la inversa, el cambio climático es un acelerador de la degradación ecosistémica, mediante la reducción y cambios en los patrones de pluviosidad que impulsan cambios en la vegetación, normalmente hacia una simplificación.

Por otro lado, algunas de las medidas que se están adoptando para hacer frente al reto climático pueden tener, y están teniendo ya, un efecto dañino sobre la biodiversidad. Destacamos aquí cómo la minería de metales estratégicos y poco abundantes se está expandiendo por todo el planeta, especialmente en los países del Sur Global, donde las transnacionales actúan con mayor impunidad. A la vulneración sistemática de derechos humanos se une la destrucción de ecosistemas o la contaminación de suelos y aguas continentales, afectando tanto a la biodiversidad silvestre como a las poblaciones humanas. En los países del Norte Global, ahora incorporando al gigante chino, la instalación masiva y rápida de renovables está impactando de forma significativa sobre poblaciones de especies vulnerables o en peligro de extinción. Este hecho está cada vez más documentado con vertebrados como las aves o los murciélagos.

embalses Comunidad Madrid comienzan noviembre al 54,4 %, punto más que hace añoTambién la adopción de medidas de mitigación o adaptación frente al cambio climático puede generar impactos sobre la biodiversidad. Así, la construcción de embalses para la regulación hídrica o para generar electricidad, con la que proveer industrias o actividades extractivas de minerales necesarios para la transición energética, tiene un impacto severo sobre la biodiversidad local. O las plantaciones forestales masivas, a menudo con especies exóticas en forma de monocultivo, como sistemas de compensación generando créditos de carbono para el mercado, también alteran gravemente la biodiversidad de las regiones del Sur Global donde son implantadas.

Es por todo este conjunto de razones por las que numerosos expertos y las organizaciones sociales más combativas abogan por el tratamiento conjunto de ambas crisis con medidas frente al cambio climático que sean positivas para la biodiversidad, o al menos neutrales, y medidas de conservación de la biodiversidad que contribuyan a mitigar la crisis climática y a atenuar sus efectos sobre las poblaciones humanas. Este enfoque apenas se ha empezado a desarrollar, pese a que ha sido reclamado por un importante grupo de científicos del IPCC e IPBES.

¿Cuáles son las causas de todo esto?

Además de las causas directas 2/, la ciencia está señalando las llamadas causas subyacentes o impulsores indirectos, esto es: el cambio demográfico, la actividad económica, el volumen del comercio internacional, las pautas de consumo per cápita vinculadas a la riqueza individual, los factores culturales y religiosos y los cambios científicos y tecnológicos. Dicho con un ejemplo: es la tala y quema del bosque tropical amazónico la causa directa que provoca el retroceso de aquel ecosistema biodiverso. Pero es un sistema agroalimentario basado en la producción masiva de monocultivos para alimentar a la cabaña ganadera de los países del Norte Global lo que impulsa indirectamente esa deforestación y la explica.

El sistema de valores basado en el crecimiento económico a toda costa, el beneficio a corto plazo y la mercantilización de las relaciones económicas, sociales y con la naturaleza es el verdadero problema que explica por qué no se detiene la crisis de biodiversidad (Pascual, 2023). Quizás lo más sorprendente en un mundo dominado por los grandes capitales y la lógica del crecimiento es observar cómo ni siquiera las alertas de las pérdidas económicas asociadas a las crisis ambientales hacen variar el rumbo. Diversas estimaciones ponen cifras sobre la mesa. Un estudio calcula que en Europa se han perdido 520.000 millones de euros en 40 años (European Commission-Joint Research Centre, European Defence Agency, 2023).

En España, sólo en la agricultura, las pérdidas son del orden de los 550 millones anuales según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Y a escala mundial, se proyecta un descenso del 23% del PIB total durante este siglo por los impactos de la crisis climática. Aún más duras son las previsiones de organizaciones tan poco revolucionarias como Axa Research Fund, perteneciente al gigante del sector de las aseguradoras AXA, que prevé que la crisis de biodiversidad provocará unas pérdidas de 140 billones de dólares al año, lo que representa 1,5 veces el actual PIB mundial.

Al margen de las metodologías para estimar el valor económico por las pérdidas asociadas a las crisis ambientales, lo que estos estudios ponen de manifiesto es la profundísima crisis del conjunto del sistema. Mantener el rumbo de la economía nos lleva al colapso ecológico y, en consecuencia, también económico y humano. Pero, por ahora, muy pocos se atreven a hablar de forma realista del alcance de las medidas que hay que tomar, en todos los órdenes, para reconducir la situación.

Las respuestas de las instituciones

Instituciones multilaterales como Naciones Unidas (NN UU) o la Ue han impulsado tratados, encuentros y estrategias para intentar revertir de alguna manera la crisis de biodiversidad. No hace falta decir que todos los esfuerzos han fracasado. Las NN UU crearon en 1992, además de la Convención Marco de Cambio Climático y la Convención contra la Desertificación, el Convenio de la Diversidad Biológica (CDB). Desde este convenio se han organizado ya 15 Conferencias de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), de las que han salido acuerdos, protocolos y estrategias. Nos centraremos ahora únicamente en mencionar la COP10, de 2010 en Nagoya, Japón. En aquella cumbre, los países firmantes adoptaron las Metas de Aichi como la hoja de ruta mundial para lograr “detener la pérdida de biodiversidad e iniciar su restauración”. Ecologistas en Acción desarrolló un intenso trabajo para hacer llegar al conjunto de administraciones propuestas pragmáticas para cumplir con las obligaciones legales derivadas de aquel tratado internacional, sin lograr una implicación efectiva de los gobiernos.

Diez años más tarde, y sin haber efectuado una adecuada evaluación de las causas de su fracaso, la COP15 de Kunming y Montreal (2021-22) decidió adoptar el Marco Global 2030 para la biodiversidad. Este plan estratégico cuenta con 23 metas que deben cumplirse antes de 2030 para detener la pérdida de biodiversidad y fue evaluado en su proceso de negociación también por la organización ecologista, destacando luces y sombras en el documento (Campaña Sin Biodiversidad No Hay Vida, 2022). En resumen, podemos decir que pese a algunos avances, este Marco Global no significará un punto de inflexión en el proceso de pérdida de biodiversidad, por la falta de compromiso político y por el inmenso poder de las corporaciones que no van a permitir ninguno de los cambios sistémicos necesarios para revertir la crisis.

De la misma forma que el CDB ha sido incapaz, por las presiones de los lobbies corporativos y la falta de compromiso político, de avanzar en medidas contundentes que eviten las consecuencias catastróficas de la extinción masiva de especies, también la Unión Europea ha dilapidado los últimos 20 años con medidas insuficientes y palabras vacías. Así, en 2002, se adoptó la Estrategia Europea Biodiversidad 2010, que tenía por objetivo detener la pérdida de biodiversidad en el continente y contribuir a frenar la crisis mundial. Por supuesto, sin cuestionar ni un ápice el modelo de capitalismo neoliberal y neocolonial del que Europa es abanderada. En 2011, ante la evidencia científica, se decidió adoptar un nuevo Plan Estratégico 2020 alineado con las Metas de Aichi, que deberían, esta vez sí, detener la crisis. Pero en 2020, ante el fracaso evidente de las políticas europeas, la Comisión decidió una huida hacia adelante y, sin evaluar el proceso, se lanzó a una nueva Estrategia Biodiversidad 2030, que sigue sin responder a las políticas necesarias para frenar la pérdida de biodiversidad (García et al. 2020).

Ni que decir tiene que los gobiernos nacionales tampoco han respondido a la llamada de la ciencia y que las medidas adoptadas hasta la fecha son totalmente insuficientes y explican el fracaso de las estrategias mundiales o europeas. La situación evoca la escena de los músicos del Titanic, que seguían tocando mientras el transatlántico se hundía, creando la falsa ilusión que todo seguía en orden.

No todo está perdido si actuamos con contundencia y rapidezefeimagen

Ante el panorama presentado podría parecer que no hay nada que hacer y todo está perdido. Creemos que no es así. Existen múltiples razones para la esperanza que deben impulsar una toma de conciencia ciudadana para transformar las sociedades hacia un nuevo paradigma de convivencia en armonía con la naturaleza.

Los movimientos de resistencia crecen y se multiplican en proporción a las nuevas agresiones a la Madre Tierra que producen las corporaciones en su ansia por expandir las fronteras extractivas, tanto hacia nuevos territorios físicos como hacia los cuerpos de las clases empobrecidas y las mujeres, mercantilizando todos los aspectos de la vida, también los cuidados. En paralelo, también en los países centrales del capitalismo global como Europa y EU, crecen nuevos movimientos de denuncia y resistencia, como Fridays for Future, Extinction Rebellion, Occupy End fossil y Les Soulèvements de la Terre, entre otros.

Para poder actuar hay que conocer la realidad. La ciencia nos alerta que estamos entrando en puntos de no retorno y que el tiempo se agota. El reto es reaccionar rápida y contundentemente, sin caer en la desesperación, sino desde la esperanza y la voluntad decidida de cambio. Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad.

Todo cambio comienza por un cambio de valores y actitudes

La tarea de corregir el rumbo de la humanidad es abrumadora si queremos evitar lo peor. Y hay que comenzar por lo más básico: una reflexión personal que lleve a poner por delante los valores que nos devuelvan a la armonía con la Madre Tierra y con nosotras mismas.

Las actitudes individuales son la base del cambio y, dentro de cada contexto cultural y geográfico, pueden incluir:

  • Recuperar la noción de límites: nada crece indefinidamente y, obviamente, tampoco la economía.
  • Incorporar la simplicidad voluntaria y la autocontención como actitud vital. Menos es mejor, casi siempre.
  • Volver la vista a la naturaleza: entender que somos parte de ella y disfrutar con su contemplación frente a la mercantilización del ocio que promueve el capitalismo.
  • Limitar el consumo a aquellos bienes realmente necesarios y aparcar el relato tecno-optimista según el cual la tecnología lo solucionará todo. La tecnología aporta ventajas en muchos campos, pero también tiene enormes riesgos y consecuencias, entre ellas las nuevas adicciones y problemas psicológicos.
  • Apostar por una alimentación de productos frescos, locales, ecológicos, de temporada y básicamente vegetales. La simple reducción de la mitad del consumo de carne y leche reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero en un tercio. El consumo individual y familiar es una poderosísima herramienta con la que cambiar las cosas: cada euro gastado en un productor local sostenible es un euro menos en manos de las transnacionales que devastan los ecosistemas y el clima.

Si las actitudes y los valores personales son esenciales, también es cierto que el margen de actuación desde el individuo es limitado. Los grandes cambios provienen de grupos humanos que se organizan y luchan juntos en una misma dirección. Por ello hay que recuperar la dimensión más comunitaria de nuestra sociedad, como una acción política y de empoderamiento. Existen numerosas organizaciones sociales, ecologistas, sindicales, vecinales, feministas, juveniles, culturales, excursionistas en la mayoría de ciudades y pueblos. Sumarse activamente a ellas nos socializa y nos permite compartir preocupaciones y anhelos. Y a partir de una sociedad civil más fuerte, podemos:

  • Visibilizar que somos muchos y muchas quienes nos preocupamos por temas ambientales.
  • Denunciar y actuar contra las empresas y gobiernos que destruyen la naturaleza, sea por sus actividades económicas o por proyectos urbanísticos, de infraestructuras, etc.
  • Elaborar propuestas y plantear alternativas a las situaciones que perjudican a la población y a la naturaleza, aquí o en el Sur Global.

Hacia otro modelo de sociedad y de economía

Y, al final, tanto desde lo individual como desde las organizaciones sociales, hay que plantear la necesidad de un cambio drástico de modelo. El actual, el capitalismo patriarcal y neocolonial, está en guerra contra la vida y sacrifica todo en el altar del beneficio inmediato. Usará todas las herramientas para permanecer, incluido el control férreo de la información o el recurso a regímenes neofascistas y la restricción de los pocos derechos democráticos que tenemos. Por ello, necesitamos construir un relato que sea coherente y dé respuesta a las necesidades de la mayoría, repolitizando a la sociedad, seguramente desde espacios alejados de la política institucional y partidista, pero con capacidad de incidir en ella. La sociedad que necesitamos construir debe ajustarse a los límites del planeta y permitir que todas las personas en cualquier parte del mundo vivan con dignidad. Para lograrlo son imprescindibles medidas como:

  • Poner la crisis en el centro de la agenda política. Forzar a los gobiernos a tomar medidas y hablar sobre la crisis de acuerdo al conocimiento científico.
  • Incorporar el vector biodiversidad dentro de todas las políticas de todos los gobiernos. De la misma forma que, cada vez más, las políticas feministas son transversales, también la conservación de la naturaleza debe formar parte de los departamentos de economía, industria, transporte, infraestructuras, educación, cultura o sanidad, por mencionar solo algunos.
  • Eliminación de cualquier subsidio a los combustibles fósiles y reducción drástica del uso de energía, y una apuesta decidida por los sistemas de generación de energía realmente renovables, incluyendo sistemas mecánicos de movilidad no motorizada y en la producción agraria (González Reyes y Almazán, 2023).
  • Reorientación completa del urbanismo y las políticas de territorio. Realzar la función social del urbanismo, diseñando ciudades a escala humana que respondan al interés general y aporten al bienestar social. Esto incluye declarar constitucionalmente la vivienda como un derecho social y no como un bien mercantil, expulsando a los especuladores, y diseñar unas políticas territoriales que protejan la matriz agraria y natural, su conectividad ecológica y su funcionalidad energética y de flujos de materiales y personas.
  • Sistemas fiscales fuertemente redistributivos, que penalicen la riqueza extrema y persigan la evasión de impuestos, a la vez que se establecen rentas básicas que garanticen el derecho a la vida para todo el mundo.
  • Cambiar el sistema agroalimentario sobre la base de la soberanía alimentaria de los pueblos. Ello incluye la protección de los pequeños productores locales y el establecimiento de límites y barreras a las importaciones de productos agrarios que compitan con los mercados locales. Eliminación de subsidios perniciosos para la biodiversidad.
  • Deconstrucción de los acuerdos internacionales de libre comercio entre regiones, protegiendo a la industria local y limitando la intervención de corporaciones extranjeras, reduciendo así drásticamente el transporte internacional de mercancías.
  • Prohibición de la fabricación y uso de sustancias biocidas sintéticas y aplicación del principio de precaución para el uso de compuestos químicos en la industria, especialmente la alimentaria.
  • Reducción drástica del turismo low cost, con el que se recorren miles de kilómetros a bajo coste para luego dejar impactos y mínimos beneficios en el destino. La industria turística actual es otra actividad extractiva a descartar por sus impactos sociales y ambientales.

 

* Biólogo, miembro del Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción

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