Camelot sigue ahí

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Todos hemos escuchado sobre “Camelot”, la legendaria fortaleza y reino  medieval del mítico Rey Arturo, en Gran Bretaña; mencionado por primera  vez en el poema Lancelot, el Caballero de la Carreta, de Chrétien de Troyes,  en el siglo XII. Pero también se nombra así al gobierno del joven presidente  estadounidense asesinado por el estado profundo y las mafias anticubanas y  gánster John Fitzgerald Kennedy (JFK), el que invadió Cuba en 1961 en Playa Girón, siendo derrotado y humillado por la Revolución Cubana en menos de 72 horas.

Coincidentemente, el “Proyecto Camelot” fue impulsado por  Kennedy, como un “proyecto de investigación en ciencias sociales”, pero desarrollado por el ejército de los Estados Unidos y sus agencias de  inteligencia, iniciado -se dice-, entre 1963 y 1964, para “evaluar, conocer y  comprender las causas de las revueltas sociales e identificar medidas…”.  ¿Cuáles?: “Saberlo todo, para controlarlo todo”.  

La recientemente republicada novela Camelot -de Dauno Totoro Taulis-, de editorial Ceibo, nos remonta a esos convulsionados años 60, en plena guerra fría. Por sus intensas páginas transitan personajes históricos como el entonces  senador socialista y luego presidente Salvador Allende Gossens; la diputada  comunista María Maluenda; el presidente estadounidense John Fitzgerald  Kennedy; el secretario de defensa norteamericano Robert McNamara; el jefe  del Departamento Latinoamérica de la Casa Blanca y luego embajador en  Chile Ralph Dungan; el sociólogo y analista político Rex Hopper; y muchos otros.  

El Camelot de Dauno Totoro es una investigación periodística novelada, una  novela de espías y conspiraciones basada plenamente en la realidad que nos  oprime y nos controla: la guerra cognitiva en su máxima expresión, cómo  surge, de dónde viene, y qué podemosTribuna Abierta. Camelot sigue ahí… esperar. 

El “Plan Camelot” se inició en Chile y se señaló en su momento que Camelot”  duraría tres o cuatro años, con un costo aproximado de un millón y medio de  dólares anuales, participando cientos de sociólogos y otros cientistas sociales; y aunque periodistas y políticos lograron paralizarlo con sus denuncias, fue 

luego cancelado oficialmente en 1965 por el gobierno estadounidense. Pero,  ¿será cierto?  

El proyecto fue una herramienta encubierta de intervención, que se disfrazó como un estudio académico. Se trató de un instrumento de contrainsurgencia  en tiempos de revolución y poderosos movimientos sociales en Latinoamérica  y el mundo. Una época de cambios, especialmente después de la Revolución  Cubana (1959). 

Washington quería saber las “probabilidades de revolución”, cómo  identificarla, controlarla y combatirla para perpetuar la hegemonía del  imperialismo capitalista y su dominio mundial. En 1964, el “Proyecto  Camelot” iniciaba en Chile, el mismo año en que la CIA ideó la “campaña del  terror” contra Salvador Allende y que llevó al triunfo electoral en las  presidenciales de Eduardo Frei Montalva y la Democracia Cristiana, gracias a  multimillonarios apoyos en dólares y propaganda. 

Camelot debía “predecir e influenciar” los procesos de cambio y signos  incipientes de revolución, prever el uso potencial del ejército estadounidense en “cualquier número de casos en los que la situación pudiera estallar”, así señalado exprofeso por el propio generalato norteamericano.  

La naturaleza contrainsurgente del proyecto fue descubierta en gran parte  gracias a Johan Galtung, académico noruego, quien avisó a sus colegas chilenos sobre los verdaderos objetivos del plan. Galtung rechazó aceptar el rol del ejército norteamericano y lo señaló como “colonialismo científico”. Varios académicos rechazaron cualquier participación en él, y tras las  denuncias en la prensa, un comité especial de la Cámara de Diputados chilena  inició una investigación.  

Aunque las sesiones parlamentarias dilucidaron muchos de sus aspectos y la  indignación creció, no se llegó a nada más que palabras contra el  injerencismo, y el “proyecto” fue “cerrado” en 1965, al mismo tiempo que en  el Congreso estadounidense se iniciaba otra “investigación”. 

Fue en el contexto de la estrategia contrainsurgente que la Oficina de  Investigación y Desarrollo del Ejército de los Estados Unidos patrocinó el  Proyecto Camelot. Concebido, originalmente, para tener una vasta cobertura, abarcando a países en desarrollo, se dijo que “solo se implementó en Chile” y  no por mucho tiempo.  

La polémica del Proyecto Camelot en Chile ” | Antropología para TodosAunque se presentó como un proyecto universitario de ciencias del  comportamiento, situado en la Oficina de Investigación de Operaciones  Especiales de la American University, fue financiado por el ejército estadounidense, y, en realidad, era un plan encubierto de inteligencia. 

En Chile, fue señalado como una “encuesta académica”, escondiéndose su  relación con el Pentágono. Hoy se sabe que planes similares se implementaron en Brasil, Colombia (Proyecto Simpático), y Perú (Operación Task),  patrocinados por SORO (Special Operations Research Office), la Oficina de  Investigación de Operaciones Especiales, financiada por el Departamento de  Defensa de Estados Unidos.  

El defensor de derechos humanos y sobreviviente del Plan Cóndor en  Paraguay, el doctor Martín Almada, señaló en 2014 que “el Proyecto Camelot  fracasó en Chile pero fue un éxito en Paraguay en el año 1970. (…) Lo  denuncié en mi libro de tesis ‘Paraguay. Educación y Dependencia’, de la  Universidad Nacional de La Plata, el año 1974”. “Fueron encuestados -agrega paraguayos de todos los sectores de la sociedad para establecer sus opiniones  políticas, sus creencias religiosas, su compromiso con la democracia, etcétera.  Eso fue durante la dictadura de Alfredo Stroessner”. 

Según el autor argentino Juan José Navarro, “Guatemala, Bolivia, México y  Cuba fueron incluidos originalmente en el Proyecto Camelot”. Otros  investigadores como Semboloni y Toledo, denunciaron que “proyectos  semejantes fueron programados para Corea, Grecia, Egipto, Irán, Turquía,  Indonesia, Malasia, Tailandia, Francia, India, Nigeria y Quebec -en Canadá-”. 

En Chile, esta “encuesta académica” ocultó su relación con el ejército y el  Pentágono estadounidense, pesquisando a chilenos de todos los sectores  sociales para determinar “creencias políticas, compromiso con la democracia e  información personal”, las que fueron utilizadas para la guerra psicológica e influir en las actitudes políticas y así manipular elecciones populares.  

La CIA analizó datos recopilados por Camelot utilizándolos para producir  anuncios anticomunistas durante la campaña electoral de 1964 contra Salvador 

Allende. A las mujeres se les dijo que, “si Allende era elegido, sus hijos serían  enviados a Cuba y sus maridos a campos de concentración”. Y aunque  pudieran parecer algo lejanos en el tiempo, las operaciones psicológicas y de  propaganda, las fake news e informaciones tergiversadas para influir en la  opinión pública, continúan e incluso se han agudizado desde ese lejano 1964.  El retorno, triunfal del proyecto “Camelot” en América Latina.

El poder del imperialismo anglosajón y del estado profundo estadounidense,  de las grandes corporaciones tecnológicas y armamentísticas, y de los medios  de comunicación globales, para vigilar y abiertamente manipular a las  sociedades en todo el planeta es hoy mucho más vasto que a mediados de los  60.  

Las redes sociales, los algoritmos que hoy nos gobiernan y moldean sutil o  abiertamente, sin que las víctimas cuestionen lo que les aparece “casualmente” en sus teléfonos o en sus redes, el control y la forma de moldear opiniones y  prejuicios, pareciera total… Algoritmos e inteligencia artificial que nos  gobiernan y manipulan en una guerra cognitiva total por el control de nuestras  mentes parecieran ser el “Camelot” que sigue ahí, que muta y crece como un  monstruo surgido de las páginas de Un mundo feliz, de Fahrenheit 451, o del  propio Camelot

Fue después de la humillación en Cuba, que el ejército estadounidense quiso  “predecir las revoluciones”. La American University, en Washington DC,  recibió una subvención de cuatro millones de dólares para desarrollar un  “modelo predictivo” que revelara la probabilidad de un estallido social revolucionario. Su director era Rex Hopper. Supuestamente, el ejército  estadounidense lo inició sin consultar al Departamento de Estado. El propio  Ralph Dungan -embajador de Estados Unidos en Chile-, dijo haberse  “enterado a través de la prensa”, tras el artículo publicado el 12 de junio de  1965 en El Siglo, el periódico del Partido Comunista.  

Hugo Nutini, antropólogo de la Universidad de Pittsburgh -uno de los  académicos estadounidenses involucrados-, había nacido en Chile y educado  en la Escuela Naval. Convertido en ciudadano estadounidense sirvió en el  ejército durante la guerra de Corea, y se interesó en investigaciones sobre  comunidades indígenas en México y Chile.

En marzo de 1965, Nutini viajó a Chile y se reunió con cientistas sociales de  la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Les ofrecióCamelot sigue ahí - piensaChile generoso  financiamiento para “investigaciones” y “trabajos en terreno”. Según los  involucrados, Nutini nunca reveló el rol del ejército norteamericano, ni que los  objetivos eran prever revoluciones y desentrañar el cómo derrotarlas. Les  aseguró a sus colegas -los sociólogos Raúl Urzúa y Eduardo Hamuy- que el  financiamiento provenía de la prestigiosa National Science Foundation. 

Camelot, la novela de no ficción de Dauno Totoro relata con lujo de detalles  toda esta trama. Las autoridades universitarias chilenas sospecharon, después  de que el sociólogo noruego Johan Galtung publicara una versión en español  

de la carta de invitación enviada por el ejército norteamericano a varios  académicos. El 23 de abril de 1965, Álvaro Bunster -número dos de la  Universidad de Chile- confrontó a Nutini. Le mostró copia de esa carta y le  pidió explicaciones. El “agente” y antropólogo se desentendió y dijo estar tan  sorprendido como sus colegas. 

En los meses siguientes, periódicos en Chile y Estados Unidos publicaron  sendos reportajes y artículos sobre Camelot, “el fallido proyecto”. La Cámara  de Diputados chilena llamó a declarar a decenas de testigos, entre éstos a  Ricardo Lagos Escobar -futuro presidente el país- y Andrés Bianchi. 

No cabe duda que el Proyecto Camelot fue una herramienta encubierta del  gobierno estadounidense para garantizar a nivel mundial la hegemonía  norteamericana.

¿Por qué se escogió a Chile como un laboratorio? Por su supuesta estabilidad,  aislamiento, insularidad… Todo nos recuerda La doctrina del shock, de  Naomi Klein, implementada en Chile por los Chicago boys y el gobierno de  Richard Nixon.  

Prácticamente todo lo que ocurre en Camelot, fechas, personajes, situaciones y  documentos, son verdaderos. La novela nos relata lo sucedido con el proyecto, y lo novelado presenta una verosimilitud tal que es muy probable que todo  haya sucedido como ahí magistral y terroríficamente se describe.  

Se nos presentan dos líneas narrativas, la historia misma y el periodista que  investiga los alcances del proyecto gracias a los documentos confidenciados 

por la diputada María Maluenda, quien fue parte del comité especial  investigador de la Cámara. Sabemos que en la realidad, el autor de la novela  fue el custodio de esos documentos durante décadas. En Camelot, el periodista  es Federico Hellström, y quien celosamente guarda los secretos es César  Avendaño -CGSP, Nimbus, Cegé o José Antinao-, protegido de Salvador  Allende y de María Maluenda. 

Camelot sigue ahí… de la mano del Pentágono y sus agencias, sentados todos  en la mesa redonda del Rey Arturo: la Agencia de Inteligencia de la Defensa,  la CIA, la NSA, el Departamento de Estado, la Agencia de Inteligencia del  Cuerpo de Marines, y otras… Evidentemente el plan se transformó, mutó,  cambió de nombre y de equipo, pero el objetivo es el mismo: hegemonía y  dominación. 

“‘¿Cómo garantizar nuestra hegemonía mundial?’, preguntó J. F. Kennedy a  comienzos de los años ’60, ‘¿cómo saberlo todo para predecirlo todo y así  controlarlo todo? ¿Cómo prever, manipular, provocar o alterar los procesos de  transformación social en cualquier sitio del mundo en el momento y del modo  que nos convenga?’. Aquella fue la tarea que el joven presidente de los  Estados Unidos encomendó a sus 12 hombres más cercanos, sus Arturianos.  Entonces nació la Agencia de Inteligencia de la Defensa y, junto a ella, el Plan  Camelot, antecesor y punto de partida de los algoritmos que hoy nos controlan  y manipulan día a día, segundo a segundo, instante a instante”. 

“Para poner a prueba y echar a andar a Camelot se requería de una nación  apartada, controlable, estable, aislada, medible. Chile fue el país elegido para  lanzar la carnada oculta bajo los pliegues y los legajos de supuestas encuestas  sociológicas y antropológicas. Esa delgada franja de tierra y su escasa  población se convirtieron en el laboratorio perfecto, en la placa Petri del  control total”.

“Más de medio siglo después, el periodista Federico Hellström y el misterioso  Cegé develarán los entresijos y los alcances mundiales de un plan que ha  convertido a la privacidad, a nuestros deseos, acciones y certezas en una  ilusión de masas. (…) Hoy, el único enemigo del sistema es el anónimo, el  que no deja huella. Y, aun así, basta con un error minúsculo, una única señal 

captada por la red para que la Inteligencia Artificial nos delate y entregue a un  Camelot que radica en lo inmaterial y en la nube de lo inasible”. 

Los primeros experimentos Estados Unidos los llevó a cabo durante la  Primera Guerra Mundial, profundizándolos en la segunda posguerra. Durante  la Segunda Guerra Mundial impulsó sus fuerzas armadas convirtiéndolas en las más poderosas del mundo. Organizó misiones y estrategias para controlar  países, derrocar gobiernos, actuar en invasiones abiertas y ocultas, instalar  bases militares y tropas por doquier, financiar el terrorismo internacional,  cercar países considerados enemigos, y asesinar incluso presidentes. Muchos  de los planes de la RAND Corporation son públicos, y ahí están las  intenciones declaradas del “estado profundo”: destruir regiones completas del  planeta y apoderarse de sus recursos naturales como el petróleo, gas, agua,  litio, o tierras raras…

El complejo militar estadounidense está estrechamente  ligado a las tecnocracias y avances en la mayor parte de los campos de la  ciencia, promoviendo investigaciones para desarrollar estrategias político militares y continuar controlando todo. Camelot sigue ahí… en el espionaje e  intervención a la soberanía, en utilizar a la sociología, psicología y  antropología como instrumentos para la expansión sistémica del imperialismo  capitalista.  

Según Irving Louis Horowitz, las intenciones de Camelot eran “medir y  pronosticar las causas de las revoluciones y la insurgencia en las regiones  atrasadas del mundo. (…) Buscar los medios para eliminar las causas o para  bregar con revoluciones y actos de rebeldía”. Una de las primeras  investigaciones donde se involucraron cientistas sociales y las fuerzas armadas  fue el Proyecto Troya, aplicado entre 1950 y 1951 en Canadá y Estados  Unidos por decisión del Departamento de Estado y apoyado por el Instituto  Tecnológico de Massachusetts (MIT). Su objetivo: “obtener un estudio  psicológico sobre las personas y el comportamiento de los grupos sociales en  condiciones de guerra”.  

Con la guerra fría en todo el mundo se intensificaron las investigaciones y la  Oficina de Información de Estados Unidos (OIEU) tuvo un presupuesto  millonario para “recolectar información” a través de organismos de las fuerzas  armadas que realizaron encuestas y otros estudios para recoger datos e 

información psicológica en los lugares en que se habían impuesto bases  militares, y donde consideraban que se encontraban sus “enemigos”.  

RAND Corporation - WikipediaEn la posguerra, los interesados en costear proyectos con el propósito de  ejercer “control social y político”, no solo fueron el Departamento de Defensa,  el Departamento de Estado y la RAND Corporation, sino también fundaciones  privadas como la Ford, la Rockefeller, la Carnegie, y la Duke Endowment,  entre otras, las que tuvieron un rol fundamental en la planeación y aplicación  de la política en la Guerra Fría. En Latinoamérica la Fundación Ford y la  Rockefeller, principalmente, destinaron ingentes presupuestos. Camelot en  Chile (1964), Simpático en Colombia (1965), Estudio de Conflicto y  Consenso en Venezuela y otros países (1965-1967), Colonia en Perú (1965) y  Marginalidad en Argentina (1969).  

“Denunciar el Proyecto Camelot como un instrumento de intervención del  Departamento de Defensa de los Estados Unidos, como una violación a la  dignidad, la soberanía e independencia de las naciones y los pueblos y contra  él su derecho a la autodeterminación, garantizado por el Derecho  Interamericano”, fue una de las conclusiones del Comité de Investigación  Especial del Congreso chileno, presidido por el diputado demócrata cristiano  Andrés Aylwin. 

La primera nota periodística se publicó el 12 de junio de 1965 en El Siglo; con  el título: “Yanquis estudian invasión a Chile”. Denunciaba así el proyecto  cuyo financiamiento -según reseñó-, “provenía del Departamento de Defensa  de Estados Unidos”, e intentaba ser “ejecutado y organizado por la Oficina de  Investigación de Operaciones Especiales de la Universidad Americana  ubicada en Washington”. Refería que el proyecto “atentaba contra la soberanía  nacional”.

El 14 de junio titulaba: “Toda una red de espionaje mantienen  yanquis en Chile”, publicando un facsímil en el que especificaba la intención  y participación de funcionarios estadounidenses y colaboradores chilenos.  Espionaje, cabe decir, muy bien conocido en la época pues una red de agentes  coordinados y dirigidos por la CIA se infiltró en Guatemala para derrocar al  presidente Jacobo Arbenz. Se sabía en Chile que, desde tiempo atrás, se  habían infiltrado agentes estadounidenses en instituciones del gobierno chileno, lo que demostró en sus investigaciones el historiador Luis Corvalán  (2012).  Tribuna Abierta. Camelot sigue ahí…

Hoy se sabe que el gobierno de Estados Unidos financió a un grupo de  antropólogos para estudiar a la insurgencia en Irak y Afganistán, con el fin de  contrarrestarla. Camelot sigue ahí… 

La novela es un thriller de espías y conspiraciones que envuelve porque la  verdad está ahí y todo, incluso lo novelado, posee verosimilitud, pues contiene  una investigación periodística cien por ciento verídica.  

“Está efectivamente muy respaldada en una investigación que perfectamente  podría haber llevado a un libro de investigación periodística o a un ensayo. Pero, lo importante de esto no es tanto lo que sucedió en la década de los  sesenta, sino cómo fue la piedra inaugural de un proyecto mucho más grande,  que se ha desarrollado hasta nuestros días y que tiene consecuencias enormes. 

El gobierno de Estados Unidos rediseña el proyecto, le entrega su conducción  a una corporación privada llamada RAND, y a un departamento anexo, la  Agencia de Investigación Avanzada para la Defensa (ARPA), un instituto de  desarrollo de alta tecnología. Ambos empiezan a incorporar un montón de  sociólogos y sicólogos de masa, politólogos en el análisis y, al mismo tiempo,  científicos duros, que desarrollan tecnología para acelerar la investigación. (…) El plan Camelot era global. Tenía desarrollo simultáneo y paralelo en  Uruguay, Brasil, Argentina, México, en otros países africanos, asiáticos e  incluso en Québec”, señala Dauno Totoro.  

La novela es un homenaje al periodismo de investigación y vale la pena leerla  con detenimiento. 

“María Maluenda, me hizo entrega de miles de documentos que ella había  atesorado desde entonces. Me pasó una mochila pesadísima antes de morir. En  ese momento no entendí. Revisé todos estos papeles y al principio me costó  muchísimo saber de qué se trataba. Muchos periodistas de investigación se  quedan hasta ahí. Pero años después, investigo sobre todo este asunto de las  fake news, la nube y el robo de la información personal, Google, Cambridge  Analytica. Me hace click y regreso a esa caja, empiezo a escarbar, ordeno esa  información y surge la trama”, agrega.

Hoy vivimos inmersos en esa “burbuja de contexto”. Convencidos de que el  universo de la información que manejamos o los vínculos sociales son los que  están contenidos en ella y que se nutre a través de la información que  exportamos de nosotros a través de búsquedas en internet, compras con  tarjetas de crédito, todo lo que deja huella en la nube de datos que se venden al  mejor postor y, finalmente, al hegemón. Así ganó las elecciones el empresario  y delincuente Donald Trump, y antes los señores de la guerra Barack Obama o  George W. Bush, y por acá los sátrapas del imperialismo y nazisionismo  Nayib Bukele, Jair Bolsonaro o Javier Milei… o corrupto y drogadicto nazi Volodimir Zelenski, o el psicópata genocida e infanticida Benjamín  Netanyahu, y cuántos más… 

Una burbuja fabricada que nos controla y manipula sin que nos demos cuenta.  Es Camelot que sigue ahí.

 

* Historiador, periodista y escritor chileno

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