15 años, estudiante: «Estoy reventado», Chile en un camino sin retorno

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Lo más terrible del fascismo incipiente es su habilidad para hacer de la venalidad humana una herramienta para tranquilizar y convencer a los que necesitan vivir tranquilos porque (quieren creer que) tendrán su conciencia en paz. Tanto como los héroes de leyenda, la historia —si no la hacen— la relatan los que no quieren saber. Los que no quieren ver. Después el vendaval dirá otra cosa, pero será tarde. | LAGOS NILSSON.

Le pegaron nomás las "fuerzas especiales" al "Harry"; "el Harry" es mi nieto, era un excelente alumno en su liceo; era, porque —¡a sus 15 años!— resolvió que si debía perder el año escolar, pues lo perdía, pero con la moral sin tacha. Mi nieto pelea por el futuro.

A uno no le gusta que corra riesgos, pero lo admira. Hacen falta en Chile hombres, aunque sean hombres de 15 años. Hacen menos triste la derrota de mi generación.

Mi nieto no está solo. No es el único rebelde. Están sus camaradas de colegio [sus condiscípulos, si no gusta la palabra camarada tanto que la han devaluado los traidores], están las pololitas [novias de la adolescencia], los amigos, la música, la lectura, los sueños que se atreven a tener. Y la valentía.

A riesgo de decir una banalidad inexacta afirmo que el país está ante una definición crucial ; y a riesgo cierto de señalar otra digo que se trata de una exigencia generacional de los jóvenes alzados. Alguien tenía que alzarse.

La lucha por el orden del ministro del Interior, señor Hinzpeter, que obedece —por cierto— las instrucciones del señor presidente Piñera, descuelga sus primeros frutos: cientos de muchachitos y muchachitas apaleados como en los mejores tiempos de su mentor pinochet; chicas y chicos además escupidos, amenazados, humillados por la brutalidad escondida detrás del verdoso lema "Orden y patria". Niños todavía tratados como basura.

Basura son los que mienten, como un señor Chadwick que habla a nombre de un gobierno que roza peligrosamente, para decirlo en chileno antiguo, el "cabreamiento" de un gran sector, quizá muy mayoritario, de la ciudadanía que no tiene al ladrón-dictador (felizmente ya muerto) entre los forjadores del paradigma de una seudo democracia asesina agotada (y no hablemos de la "senadora" Von Baer, que canta mejor y con más propiedad una vaca).

Basura son también aquellos que vendieron el alma para concertar, viejos sicambros [no merovingios] que aprendieron a quemar y pasar por el banco.

Basura son esos profesores que los dejaron solos; basura esos dirigentes sindicales que miran para otro lado y hacen declaraciones torpes que nunca serán canciones ["mono culiao" llamó a uno de ellos la periodista Pamela Jiles cuando fue agredida por los guardaespaldas de aquel del mismo modo en que lo hacían aquellos de la SA a fines de los años treintas del siglo pasado en Alemania].

Basura son los que quisieron negociar y pactar con la derecha, y vender el movimiento estudiantil para —uno nunca sabe— devolver esa taza de te del diálogo "interideológico" —otra traición por sí misma.

Acaso en el país se incuba una masacre de jóvenes (primero los jóvenes, los demás que hagan fila, que esperen su turno) para justificar el orden que cae como el filo de un cuchillo, porque en algunas cocinas se cocina algo terrible que permitirá re-encauzar la sociedad por los rumbos de la democracia plena, pacífica y muda, sorda, ciega, paralítica de brazos alzados (quizá para compensar la cortedad de algunos brazos en boga…).

Acaso no se quiera pensar el el nombre de ese camino. Acaso prevgalece el miedo a perder la tarjeta y la posibilidad de negociar otra vez la deuda impagable de la familia.

Acaso la puerta libre que han querido abrir los estudiantes, ante la trivialidad corrupta de otros estamentos, no haya sino removido el viejo candado del autoritarismo y la intolerancia; lo que parece no importar a nadie: mañana hay fútbol, o sea.

Acaso no se quiere aprender de la historia ni de la voz de los muertos; no se quiere recordar que si ayer vinieron por el vecino hoy derribarán la puerta de la casa propia. Y nadie dirá nada.El conflicto puesto al desnudo por los estudiantes desviste también a toda la sociedad. Pero no.

Calla la CUT (lo que no sorprende al considerar qué es la CUT hoy); callan los subcontratados, quizá cooptados por el sistema a cambio de alguna piltrafa; callan los del cobre, contentos con su paga; callan las mujeres temporeras y los campesinos, puede que agobiados por la explotación; callan los pescadores sin pesca; callan los empleados públicos, tal vez porque no es hora de negociar el salario del año que viene; poco hablan los "artistas e intelectuales", a lo mejor porque no conocen la palabra compromiso o porque esperan un mendrugo del poder; calla la diversidad sexual, ¿a la espera de un tan imposible como estúpido matrimonio?; callan, en fin, los pobres —que llaman microempresarios—; callan los pobres a secas. Todos callan.

Es cierto: los chicos no son infalibles, yerran, se les pasa el tejo, quieren lo único posible, es decir: lo imposible. Así y todo dejarlos solos es un crimen. Pero una sociedad dormida y arrullada por el egoísmo individualista —que se niega a despertar y actuar— no merece más que el látigo que la golpea. Porque es una sociedad criminal.

Addenda

Botón de muestra
Asesoría Ciudadana acusa a Carabineros de emplear contra un manifestante método waterboarding o ahogamiento a bordo de un micro policial estacionado en las afueras dela Usach. El emblemático caso fue presentado el viernes pasado en Washington ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.

Testimonio
“En un momento me acuestan de espalda en el pasillo de la micro, siempre esposado por la espalda. Me cubrieron la cara con la polera que tenia en el cuello y me empezaron a tirar agua en la cara. Me desesperé. Me ponía para el lado para poder respirar y ellos me volvían a agarrar para ponerme de espalda. Tosía y tosía y cuando me volvía a desesperar me dejaban de tirar agua. Me hacían descansar como 5 segundos y me volvían a tirar agua. Creo que fueron varias botellas. Fueron como 15 chorros en un lapso de 7 a10 minutos”.ç
(Sebastian Bravo Piña, estudiante de la USACH, 18 años de edad).

Francisco Gómez y Amaro Oróstica, estudiantes de Derecho de la Universidadde Chile e integrantes de Asesoría Ciudadana (www.asesoriaciudadana.cl), un programa del Instituto Igualdad, descubrieron este caso en la Tercera Comisaría de Carabineros, durante su paralela labor como observadores del Instituto Nacional de Derechos Humanos.

“Su rostro parecía un saco de papas. La ropa toda rota. Cuando los policías nos vieron, lo dieron vuelta y empezaron a sacar. Nosotros le pedimos sus datos para ayudarlo, porque eran evidentes los malos tratos”, rememora Francisco Gómez, quien junto a varios voluntarios recorren las comisarías en busca de casos de abusos policiales contra manifestantes.

Pero el maltrato no terminó ahí. Luego de una pausa, asevera que de manera individual, un funcionario lo humilló brutalmente. “Me pegó una patada y me dijo ‘levántate’. Me intenté levantar y esposado me tomó del pecho y me abría la boca y me escupía adentro de la boca. Eran pollos carraspeados. Me pegó mucho. No me pegó combos. Puras cachetadas. Era un paco gigante. Yo creo que ese fue el que me dejó la cara más marcada. Quedé con el rostro caliente, hinchado. Me pegó entre 20 a 30 cachetadas. Me decía ‘ahora te vai a arrepentir perro culiao’”, evoca el estudiante.
Luego fue trasladado a un furgón policial y enseguida a otra micro. En este último vehículo llegó hasta la Tercera Comisaría de Santiago. Habían como 80 personas detenidas.

“Mucha gente me preguntó que me había pasado, porque quedaban pa’ adentro al verme. En eso un paco me tomó del brazo y me adelantó en la fila. Me dijo ‘pónete aquí adelante pa’ que nos vamos más rápido’. Había alguien, como en una oficina chica, con delantal blanco, y yo le pasé un papel. No sé si era médico o qué. Me miró y preguntó ‘¿lesiones?’. Yo pensé: ‘putas, no sabís mirar’. Y le dije: ‘sí, la cara, los labios. Ni me miró. Anotó y me pasó el papel. El paco me sacó de ahí”, detalla Sebastián sobre su paso por la comisaría.
Finalmente, ya de noche, relata que fue trasladado a la 21 Comisaría de Estación Central, donde se le acusó de desordenes leves.
 
Otro botón de muestra

El estudiante universitario Jaime Navarrete Quezada, de 20 años, fue detenido por Carabineros la tarde del jueves 25 de agosto de 2011 en calle Romero al llegar a Chacabuco, en la comuna de Estación Central.

“De repente, siento gente correr detrás mío. Me doy vuelta y veo que venía Carabineros con lumas en las manos. Me golpearon en la cabeza y me tiraron al suelo. Eran como 14 policías. Los que me golpearon a mí y a mi amigo eran como 8. Eran golpes de puño, pies y con objetos contundentes. Después que nos golpearon por un par de minutos, nos subieron a un furgón. Estábamos semi inconcientes”.

Posteriormente, calcula que viajaron como 15 minutos a bordo de un furgón policial. Afirma que los bajaron a golpes y con agresiones verbales en un lugar que en ese momento desconocían. El sitio era baldío y oscuro.

“Nos bajaron a golpes debajo del puente de la IndusLever. Nos amenazaron con armas de fuego. Eran UZI. Nos gritaron ‘corran conchesumadres, los vamos a matar’. Eran como 4 o 5 carabineros. Me volteé en un momento para tratar de ver algo, el rostro de algún carabinero o la patente del vehiculo, pero me gritaron ‘date vuelta, te voy a matar culiao’. Corrimos y corrimos, tuvimos que subir el puente y ahí empezamos a pedir ayuda”, detalla Jaime sobre la dura experiencia.

Se interpuso una querella ante el 7º Juzgado de Garantía por los delitos de detención ilegal, apremios ilegítimos con resultado de lesiones graves  y amenazas.
Tomado de www.lanacion.cl

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1 comentario
  1. ESES CHILETO dice

    Parece ficción.

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