Texto para chilenos y melancólicos: la Concertación y el asunto Gómez-Escalona

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Rivera Westerberg

En otra circunstancia el matonaje del presidente del Parido Socialista no hubiera tenido trascendencia; en otros años el agredido, presidente del Partido Radical Socialdemócrata, como radical y hombre a secas , hubiera sellado los malos modales encajándole una bofetada. Si el asunto –socarrona o seriamente– preocupa es por otras razones: marca el rigor de la decadencia de un entramado político que dio la espalda a la ciudadanía.

José Antonio Gómez  tiene cara de niño bueno, muchos creen que es –en términos políticos– un blando; en Camilo Escalona, a veces, se advierte el muchacho izquierdista que fue, de limitada pero ardiente oratoria. Hoy protagonizan los efectos de una intemperancia inexplicable de la que fueron testigos millares de personas,  vista y oída por televisión.

Algo del San Miguel de otrora, el de Mario Palestro, titiló detrás y por delante de los epítetos escalonianos luego de la ceremonia electoral –¿o electorera o simpemente demagógica?– que ungió con aceite de segunda a Eduardo Frei, el más inocente y el más perjudicado con la melena verborrágica del dirigente socialista, candidato presidencial de la Concertación. Pero Palestro no estuvo en el circo.

Y no porque el "viejo Mario" esté muerto y desde el más allá hubiera delegado su estilo en el muchacho que lejos y hace tiempo tocó a su puerta un día aciago de 1973. Palestro –a él le cabe el término líder– no estuvo en el acto concertacionista por una razón muy simple que se desprende de lo escrito acaso por el argentino Julián Centella: lo que digo con el pico lo respaldo con el cuero. Que significa: pongo el cuerpo cuando hablo para responder de lo que digo.

Nadie puso el cuerpo en esta ocasión. O si: para dar la media vuelta. En fin, cosas entre personas, que no es lo mismo que asunto entre hombres. Los hombres no piden explicaciones, tampoco se niegan a darlas. Pero esto no es una querella privada. Esto es un asunto público.

No fue un señor (acaso algunos todavía digan compañero) Escalona que insultó a un señor (acaso todavía algunos usen correligionario) Gómez. No sucedió el incidente en medio de un debate acalorado, en medio del cual fluir de discursos caben, ¡cómo no!, exabruptos, sarcasmos, desafíos incluso para batirse a duelo (¿hace cuánto que no hay debates acalorados, ni temas que acaloren a los congresistas en el congreso?; dicho de otra manera: ¿hace cuánto que no entra en juego la dialéctica parlamentaria discutiendo en serio algo vital para la república?).

No. No se advierte la excusa de que todo sea una cuestión personal entre ambos senadores y dirigentes, ni los hechos ocurrieron en medio de una discusión. Sí tuvieron lugar durante una ceremonia política. Lo que permite suponer –u obliga a considerar– que detrás del folclor lingüístico urbano de Escalona y la actitud consentida de Gómez hay razones políticas.

¿Pero qué razones políticas pueden esgrimirse si un candidato derrotado tarda 15 segundos más o 15 segundos menos en reconocer la victoria de su rival (y colega senador)?  Los fallos al protocolo no se arreglan profundizando todavía más la ruptura de sus reglas.

Hay, entonces, otras razones, razones que la ciudadanía –apenas la que les paga sus altas dietas y regalías a los saltimbanquis– desconoce. La ciudadanía –los engañados de siempre, los que vajan en segunda clase o en la sentina– las ignora porque son escamoteadas de su juicio. La ciudadanía mira el tablero de ajedrez, discute los movimientos, pero ignora que el juego de verdad transcurre en otro cuarto, con otras piezas y en otro tablero.

En la física fantasiosa de las novelas de ciencia-ficción se han trenzado argumentos a partir del llamado efecto mariposa, ¿qué se tejerá en Chile a partir del efecto garabato?

Una primera consecuencia diegética podría ser ésta: “Me eligieron el domingo con más de 63 mil personas, lo que me tiene muy contento y agradecido. La anécdota fue tensa, pero espero que se resuelva pronto. Lo importante es que soy candidato único de la Concertación y me han elegido para ganar en diciembre y estos conflictos deberán arreglarse en los próximos días” (Eduardo Frei).

Es un tópico afirmar que buena parte de la literatura de ciencia-ficción no hace más que extrapolar las posibilidades del presente. Algunos piensan que un porcentaje no despreciable de los autores del género sólo hacen evidente la decadencia de nuestra época.

En medio de futuros posibles y decadencias actuales la ciudadanía bien puede pensar qué hará en diciembre. Probado está que es capaz de tragar cualquier cosa, aunque esté doblada, para evitar que la derecha –con el comerciante Piñera y Jovino Novoa y su corte desalmada– lleguen a cumplir funciones oficiales de gobierno. Cualquier cosa, pero la Concertación parece dispuesta a también cualquier cosa para que lo haga. ¿Serán tan giles los chilenos? (¿o es jiles lo que serán?).

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