Nicolás Gomarro
De ese modo –como un "golpe troglodita–" describió el presidente venezolano Hugo Chávez la acción de la derecha extrema, los militares derechistas y sus aliados en Honduras, y dijo que de seguro "desde dentro y desde fuera" será abortado –lo que se estima más una expresión de deseos que un acto político concreto: Estados Unidos, silencioso, pesa en la región.
En la mañana del domingo 28 de junio, mientras buena parte de la ciudadanía se aprestaba a emitir, por la vía voto voluntario, su opinión acerca de la conveniencia de llamar a una asamblea constituyente en noviembre para reformar la constitución política del Estado –una consulta no vinculante– un destacamento del ejército secuestró al presidente,y a su familia, los arrastraron a un campus militar, los subieron a un avión y los enviaron a Costa Rica.
El secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, deploró la "alteración constitucional" en Honduras. En Tegiucigalpa, al filo del mediodía, un escuadrón de encapuchdos vistiendo uniforme –al mejor estilo argentino, uruguayo o chileno de las años setentas y ochentas– con violencia raptaron a los embajadores de Cuba, Nicar agua y Venezuela y a la que era la ministra de RREE hondureña y los tendrán sometifdos a malos ttratos (léase torturas).
Para Insulza la única solución al estado de guerra interna en el país centroamericano es la restitución del presidente Zelaya en su cargo. El Consejo de la OEA sesiona de urgencia.
En Costa Rica las manifestaciones solidarias con Zelaya y su gobierno se multiplican. Ajena a las convulsiones y el golpismo centroamericano durante las últimas décadas, Costa Rica, sin embargo, se ha visto involucrada –por razones territoriales y políticas– en ellas; de hecho es una suerte de retaguardia para los distintos movimientos sociales y no fueron pocos los combatientes ticos en las filas del sandinismo cuando EEUU desató la guerra de los contas –financiada por el narcotráfico de la CIA y otros organismos estatales.
Al momento de este despacho la Casa Blanca no muestra ninguna reacción, agotada, probablemente, por los elogios de Obama a la conducción económica de Chile, formuñlados a la pesidente Bachelet hace tres días– o el duelo del pedófilo Michael Jackson.
Según el desarrollo de los acontecimientos en Tegucigalpa, no se descarta una ación de rescate de su embajador por parte de Venezuela; el presidente Chávez, como lo hiciera ante los intentos de derrocar por la fuerza a Evo Morales en Bolivia, declaró que su país no se quedará quieto.
El momento es de extrema delicadeza y gravedad. Un paso en falso y la siempre preparada mecha de la conflagración podría –con resultados difíciles de calcular– encender a todo el continente.
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