Los Naúfragos

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LN

Durante la segunda mitad del siglo XX la sociedad chilena parió tres realizadores que la trascienden: Patricio Guzmán, Miguel Littin y Raúl Ruiz. Por qué ellos y no otros –sin duda valiosos– es asunto que no se dirime cuando el objetivo es invitar a un filme. El filme es de Miguel Littin.

Descalificación frecuente, tan torpe como injusta, es la que afirma –como apotegma– que el arte no debe inmiscuirse con la crítica de la realidad, y menos con la realidad social. Como en las sobemesas de antaño al arte le está prohibido hablar de religión y de política, pese a que religión y política son las raíces nutricias, y a veces hasta el lenguaje, de todo arte que haya perdurado en esta parte del mundo.

Épica es la primera palabra con la que intenta definir el cine de Littin; después, al repasar ese puñado de películas que lo conforma, se descubre otra: ternura. Y luego asoman conciencia, y lucha, y –las que menos gustan a muchos– delicadeza, generosidad, subjetivismo. No se disuelve con ello el aliento épico, el afán de contar historias cuyo protagonista es múltiple y de variadas voces, al contario: encuentra su lugar. Porque de eso trata todo: del lugar.

Y el lugar por donde estos náufragos deambulan tiene nombre y ubicación temporal; tiene duelo y alguien parece perdido en el merodear por el cementerio de la historia propia. Es un efecto de las dictaduras, de algunas, al menos: aquellas que pretenden –entre el mesianismo, la crueldad y los intereses, reescribir la historia.

Para reescribir la historia hay que borrar y sustituir. No se borra y sustituye el tiempo, se eliminan personas que son tiempo y se sustituyen por ideologías. Las ideologías pueden ser irrealidades.

Y la historia camina. Por eso es frecuente que tras un exilio prolongado el que regresa –cuando logra regresar– piense que le han sustituido su pasado, cambiándolo por un presente sin raíces. "No es el país que dejé", dicen. Ni el país, ni las calles, ni las personas, ni los amores que se guardaron. El que regresa se encuentra en el paisaje, quizá, pero con frecuencia echa de menos lo que define al paisaje.

Quien regresa –como Aron, el protagonista de Los Náufagos– es un marino desembarcado en un puerto que ya no conoce. Un puerto –extrapolamos– en el que nadie se reconoce. En el caso de esta película el puerto se llama Chile y yace al sur. Tal vez sin Marcelo Romo en el elenco Los Náufragos no sería el documento que es.

Sobreponiéndose a su propia entonces "extanjeridad" Littin no sin cruel morosidad amorosa describe las consecuencias de la dictadura en la sociedad chilena. Y cómo puede ese náufrago llega a la superficie y respirar. Una película que refleja la triste totalidad de una sociedad a la que –no lo podía sabe entonces– fuerzan a convertirse en lo que hoy muestra y contra lo que todavía algunos productores culturales y gentes del pueblo luchan.

¿Por qué lo hace el cineasta? Quizá porque, dijo una vez, "Nuestra mirada ha estado siempre en el mundo, sin negar ninguna tendencia ni separar nada." Y el mundo de un hombre se encuentra en el sitio donde soñó los primeros sueños de su infancia.

Ficha
Dirección: Miguel Littín
Guión: Miguel Littín y José Román
Fotografía: Hans Burmann
Montaje: Rodolfo Wedeles
Música: Angel Parra y Jorge Arriagada
Sonido: Daniel Vermette
Actores : Maecelo Romo, Valentina Vargas, Luis Alarcón, Bastián Bodenhofer, Gregory Cohen, Patricio Bunster Producción: Carlos Alvares, Yvon Provost, Ely Menz, Cine Chile, ACI Comunicaciones, Les Productions d’Amerique Française (Canada), ArionProductions (Francia)
Año de producción: 1994
Duración: 123 minutos

Filme presentado en: www.cinelatinotrieste.org

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