Fantasmas de ayer y hoy en Venezuela

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Juan Carlos Monedero*

La oposición ha estado a punto de ganar una batalla que debilita profundamente al Gobierno: descartar cualquier crítica como contrarrevolucionaria o pagada por la CIA. Los presentes somos todos hombres y mujeres que llevamos muchos años arriesgado para defender este proceso y los procesos hermanos de otros países. Quien nos acuse de contrarrevolucionarios por ejercer la crítica al proceso desde dentro del proceso son las personas que están haciendo de la política un ámbito de privilegio, personas que no defienden ideologías sino espacios rentistas. No es el caso en esta reunión.

En el ADN de esta V República hay mucho cuartarrepublicanismo sociológico”, y también de mantuanismo sociológico, de perezjimenismo sociológico, de “guerrafederalismo sociológico” que obliga a una especial alerta ante los fantasmas políticos de la historia de Venezuela.

La V República ha dado respuesta a muchos de estos problemas, pero no con la suficiente intensidad. Una somera lista de estos fantasmas que vienen con la historia de Venezuela es la siguiente: Hiperliderazgo, propio de países con un escaso cemento social, con un débil sistema de partidos democráticos y con altos porcentajes de exclusión.

El hiperliderazgo permite situar una alternativa a la selectividad estratégica del Estado heredado, siempre un freno a la transformación; además, tienen la ventaja de articular la desestructuración y la fragmentación con formas de cesarismo progresista pero que desactivan la participación popular demasiado confiada en la capacidad heroica del liderazgo. Centralización: es otra cara de la misma debilidad de la sociedad civil.

La descentralización se ha usado en Venezuela para que entrara de facto el neoliberalismo más duro, pero en un mundo complejo, la descentralización es un requisito de eficiencia. Clientelismo partidista: ayer de un signo, hoy de otro, que funge como una forma alternativa de articulación política, pero siempre inferior en términos de emancipación que formas impersonales de imperio de la ley y de la puesta en marcha de derechos civiles, políticos y sociales. Mentalidad rentista, que considera que los venezolanos y las venezolanas no necesitan trabajar para vivir como reyes. Esto les lleva a exigir al Gobierno que les solucione la vida sin la necesaria corresponsabilidad.

Corrupción e ineficiencia: son las dos caras de un mismo problema, que articuló la campaña de 1998 y que aún está esperando una respuesta; la corrupción arrasa con recursos que son de todos y los pone al servicio del privilegio de nuevas castas que hacen del lujo y de la ostentación un objetivo. Militarismo, solventado en la V República con la unión cívico-militar pero que necesita formas más audaces que avancen en el papel del ejército en la democracia socialista. ¿Dónde están los estudios que aventuren nuevas formas de esta relación? Violencia: con ese contraste entre la amabilidad de las formas y la dureza de la vida cotidiana, en el tráfico, en los barrios, en el lugar de trabajo.

El papel esencial desempeñado por la revolución bolivariana en la emancipación en Venezuela y en el continente hace de este proceso el más importante del continente. El peso en este seminario de las críticas no significa que sean más los problemas que las soluciones. Estoy convencido de que lo mejor que le ha pasado a Venezuela en decenios ha sido la revolución bolivariana. Y en este contexto histórico, la revolución bolivariana ha sido palanca esencial para todo lo ocurrido después con la izquierda latinoamericana. Razón de más para que entre todos cuidemos este proceso y lo hagamos avanzar.

A los trabajadores de las palabras y las ideas les corresponde desvelar los problemas, iluminar nuevos rumbos y prevenir ante posibles nudos. Ojalá estas reflexiones, junto a las que salgan de este seminario, ayuden en esta dirección. El socialismo del siglo XXI se diferencia del socialismo del siglo XX, principalmente, en su apuesta por la participación. En nuestro caso la crítica forma parte de nuestra manera de participar. Y criticando somos parte del proceso revolucionario.

*Catedrático español

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