José Leiva / Sobre táctica y estrategia del PC en Chile

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Históricamente, desde su fundación hace casi un siglo, el Partido Comunista ha sido la principal organización política de la clase obrera y del movimiento revolucionario chileno. Ningún debate o análisis sobre la política de la izquierda se puede hacer sin una crítica profunda a su estrategia y táctica, cuestión necesaria para desarrollar una política acertada en la lucha por el socialismo. Tildar de traición al PC significa decir que abandonaron por completo su plataforma programática y asumieron su antípoda. Este no es el caso, por lo menos conscientemente.
(A propósito del debate entre Chain y Loyola).*

No debemos confundirnos con lo que percibimos a primera vista sobre la política del PC, ni asumir como verdadero su discurso al margen de su entramado ideológico. Esto, con frecuencia conlleva a errores en la percepción de su esencia. No basta analizar los documentos principales, también es necesario estudiar su historia, el origen de la organización y el contexto de su accionar para formarse una idea cabal que permita medir la coherencia entre sus planteamientos teóricos y su praxis.

Es cierto que desde el año 1933, oficialmente el PC planteó que la revolución chilena tenía que pasar por la fase antiimperialista, antioligárquica y democrática como etapa previa al socialismo. Con ello, renunció a la política de la dictadura del proletariado y de los soviets, asumida el año 1926 bajo la influencia de la revolución de octubre. Extraoficialmente ya en 1928 se iban planteando y realizando alianzas electorales con sectores de la burguesía. Esta política se mantiene hasta nuestros días y jamás ha sido abandonada, ni siquiera en los momentos más duros de la vida del partido como ocurrió durante el gobierno de González Videla o la dictadura de Pinochet.

Intentos internos de desviarse de esta matriz han ocurrido en un sinnúmero de ocasiones, silenciadas por los historiadores oficiales del partido o denigradas como “desviaciones” de distinto tipo. Posiblemente el momento más crítico para salirse de esta senda, sucedió cuando Teillier llevó a Moscú el planteamiento de lucha armada de la dirección interior. Entonces junto con la dirección en el exterior la transformaron en la política de Sublevación Nacional y posteriormente en la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM).

La Política de Rebelión Popular de Masas se planteaba retornar a la democracia utilizando medios violentos que en ningún caso era una estrategia de lucha armada, como algunos creen, ni tampoco su objetivo era el poder y el socialismo. Las acciones armadas tendrían como objetivo contribuir y apoyar las acciones de masas, no como eje central de su política de llevar la lucha política a nivel superior de confrontación por el poder.

El problema del poder

Caracterizar la etapa de la revolución chilena como democrático burguesa no es un error en el contexto de los años 30 del siglo XX, pero sí es un error la determinación de las formas de lucha y la consideración de la toma del poder, cuestión que el PC nunca se ha planteado seriamente, pues equivocadamente se consideraba parte de esa estrategia. Las formas de lucha, armada o pacífica, no son específicas de una estrategia determinada. Así se puede utilizar la lucha armada para instaurar una democracia burguesa como utilizar las formas pacíficas para realizar transformaciones revolucionarias. No es lo más frecuente, pero es posible.

A principios de los años 30 del siglo pasado, estaba en pleno apogeo la gran depresión y en América Latina se sublevaban los pueblos, entonces el PC chileno desarrolló su política electoral de alianza con sectores de la burguesía en vez de asumir una táctica que llevara a cambios estructurales relativos al poder. Ocurría mientras libraban la lucha Sandino en Nicaragua, Farabundo Martí en el Salvador; se instauraba en Chile la República Socialista de Marmaduke Grove y libraban su heroica acción los colonos de Ranquil y el Alto Bio Bío; así como ocurrían sublevaciones y luchas armadas por toda la región, síntomas de una situación revolucionaria, producto de la crisis económica de 1929.

Las situaciones revolucionarias tienen un carácter objetivo y en dependencia de la actitud que la organización política asuma frente a estas es la que, en última instancia, las define como revolucionarias o no. Son los momentos soñados de un revolucionario, son las situaciones en que ocupan la mayor parte de sus energías las organizaciones revolucionarias, tanto para su previsión como en la preparación de la organización e incluso —bajo ciertas condiciones—, se trabaja por el aceleramiento de dicha situación. Son los momentos de mayor debilidad del sistema capitalista y de mayor disposición a luchar por parte de las masas contra las clases dominantes. En los “tiempos apacibles” la táctica tiene que ver con todo lo que permita crear conciencia no sólo en la clase obrera del socialismo sino también en todas las capas y grupos sociales oprimidos por la burguesía.

Ha ocurrido en varias ocasiones situaciones revolucionarias en la historia de Chile, en el período de la vida del PC. Situaciones que no sólo no fueron previstas sino tampoco fueron motivo de cambio de táctica. Siempre se mantuvo la lucha electoral enmarcada en el sistema imperante como forma fundamental “elevándola” a nivel de estrategia. En los períodos que no se podía participar en elecciones, por estar en la ilegalidad o por no realizarse ésas, la táctica consistió en retornar a ellas, en buscar la legalidad, pero jamás hubo un intento de plantearse la lucha por el poder.

La explicación de esta conducta, posiblemente resida en el carácter obrerista del PC cuyas raíces se encuentran en su fundación misma por dirigentes obreros encabezados por Luis Emilio Recabarren. En general, los partidos marxistas en el mundo fueron fundados por intelectuales provenientes de la burguesía, y en muy pocos casos provenientes del proletariado. Llegó a considerarse como norma que en la composición del Comité Central hubiera mayoría de extracción obrera creando artificialmente una diferenciación clasista dentro del partido. Este traspaso mecanicista al obrero de guardián de la ideología de la clase obrera, conllevó a su debilitamiento ideológico, llevando a transferir a un segundo plano el nivel científico de su teoría, sobre todo referida a la previsión. Cualitativamente hay una profunda diferencia entre estar en el poder y luchar por él. Lenin explicó profusamente dicha norma llevándola no sólo a las instancias de dirección sino en general a la incorporación de nuevos militantes pero una vez alcanzado el poder.

La sobrestimación de la clase obrera, del obrero en sí, induce al seguidismo e espontaneísmo de la misma organización. Es en cierta forma pensar que el obrero “nace” con la conciencia revolucionaria y socialista cuestión que jamás ha sido así en la realidad. Su conciencia “natural” no pasa de la reivindicación económica, de la lucha por mejores condiciones de vida pero dentro del sistema imperante.

Siendo la doctrina socialista marxista una ciencia, se basa en la metodología científica y se complementa con todas las demás ciencias, tanto naturales como sociales, que en el capitalismo solo es posible obtener con una educación sistemática y de alto nivel. El socialismo y el comunismo es el sistema social en el que se elimina la propiedad privada sobre los medios de producción. En la actualidad, la clase obrera constituye su base social para su consecución, por ser la portadora de dicha sociedad. Hasta que no conozca la teoría revolucionaria, hasta que no se eduque en la doctrina marxista, jamás se emancipará, jamás traspasará el umbral del socialismo, manteniéndose en la lucha económica dentro del capitalismo. Mientras eso no ocurra, sólo tiene el instinto revolucionario y apenas sueños de una vida mejor en las condiciones del capitalismo. Al revés de los intelectuales.

Las filas del PC se han nutrido de brillantes intelectuales y grandes teóricos. El PC ha sido la principal escuela de formación de revolucionarios a lo largo de la historia del último siglo. Las formulas clasistas dentro de la organización, siempre conducen a desviaciones. No obstante la gran afluencia de intelectuales en el PC, en su “cultura” predominó la matriz de la lucha electoral dentro de la democracia burguesa, por la falta de una simbiosis de las diferentes extracciones sociales sumada a un cierto “fetichismo” por el obrero.

A los intelectuales el conocimiento, el estudio y la investigación les permite el acceso a la teoría del socialismo, del marxismo y fácilmente sienten inclinación hacia ella, pero, su propia vida al amparo de la burguesía y sus comodidades, más su labor principalmente individual, le desarrollan un instinto burgués, a la par de una fuerte conciencia socialista.
 
La Unidad Popular

La Unidad Popular fue el máximo logro de esta “estrategia”. Los tres años del gobierno de Salvador Allende son ejemplo para varios procesos de América Latina y de otras partes del mundo. Es el paradigma de la vía pacífica al socialismo. De ahí, muchos sacan enseñanzas tanto de cómo actuar y definir a los aliados como también la forma de enfrentar al enemigo y al imperialismo. Ha sido el mejor momento del PC para plantearse una estrategia de poder que no supo aprovechar por los mismos errores ideológicos que arrastra desde su fundación.

La claridad y firmeza en los principios es lo que le permite enfrentar a uno las diferentes situaciones de cambios bruscos en la vida social y política. La “rigidez” en los principios ideológicos es lo que permite la flexibilidad en la táctica. La rigidez de la táctica del PC es directamente proporcional a la “flexibilidad” que tiene en los principios. Apoyos a dictaduras por parte de partidos comunistas en América Latina o al Pacto Ribbentrop-Molotov son consecuencias de violaciones de los principios revolucionarios.

La Unidad Popular es un tema no estudiado en la profundidad que se merece. Hay muchas enseñanzas que sacar aún sobre el rol de Salvador Allende, gravitante en todo lo que se avanzó en las transformaciones sociales a favor del pueblo. El programa de la UP es más válido en la actualidad que en los años 70, siendo así que la mayoría de las propuestas de ahora son parte de dicho proyecto. Del punto de vista estratégico, aún sigue vigente en los económico, social, cultural y educacional. Una adecuación a la realidad actual lo convierte en el programa más conveniente para las necesidades del país.

Aún se discute si en tal o cual circunstancia se hubiera evitado el golpe. Determinar eso puede devenir discusión bizantina, pero analizarlo desde el punto de vista de los errores y las lecciones puede ser muy productivo. Siguiendo con el obrerismo en el PC, podemos constatar varios errores en su accionar.

Uno de los primeros errores tácticos del PC, incluso antes de asumir Allende, se produjo cuando Radomiro Tomic planteó una posible alianza con la UP a lo cual Luis Corvalán respondió “con Tomic ni a misa”. No es lo mismo hacer alianzas con la Democracia Cristiana siendo el presidente de tus propias filas que siendo de la DC. Evidentemente dicha alianza hubiera debilitado más a la DC que a la UP atrasando su participación en el derrocamiento de la UP. Las concesiones posibles a realizar por dicha alianza no implicaban renunciar al programa. Más aún considerando que parte importante de las propuestas programáticas de Tomic eran similares a las de la UP.

Limitar a la Central Única de Trabajadores (CUT) a una lucha reivindicativa fue otro error que desorganizó la fuerza social de la UP, permitiendo que surgieran instancias obreras paralelas como los cordones industriales. Sacar al presidente de la CUT colocándolo en un cargo de ministro (en dos ocasiones) y no darle mayor protagonismo de decisión política a la principal organización social de la clase obrera también fue un error serio. Aunque esto ya es reconocido por una mayoría, por razones diferentes, poner de ministro del interior al Comandante en Jefe de las FFAA hizo que perdiera de inmediato el control de sus tropas permitiendo la conspiración interna. La participación de militares en el gobierno ha sido positiva por tener ellos gran capacidad organizativa y administrativa, como fue el caso del general Bachelet, pero no correspondía a los con mando que fueron pasados a llevar por subalternos. 
 
La coyuntura actual 

En la situación actual, el PC apoya a Frei y votará por democratacristianos a cambio de poder tener algunos diputados (uno: lo más probable). Esta táctica se podría considerar válida para todas las elecciones anteriores pero no en las circunstancias presentes.

El mundo está atravesando una profunda crisis del modelo neoliberal y de su superestructura social y aún no se vislumbra su término. A diferencia de las crisis anteriores, ésta abarca no sólo a la economía sino al medioambiente, la alimentación, las relaciones sociales, instituciones estatales, etc. En Chile, las instituciones están tambaleando por su ineficacia, puesto que fueron totalmente concebidas para funcionar con el modelo de libre mercado y de los empresarios, en particular su sistema electoral. Junto con la crisis surge la conciencia de cambios estructurales. Incluso Frei está a favor de una asamblea constituyente y de fortalecer al Estado para controlar al mercado habiendo sido su gobierno destacado por sus privatizaciones y por desarrollar las políticas neoliberales.

Todo lo planteado por Jorge Arrate, candidato del PC, en el debate presidencial y que fue tan aplaudido, son puntos que siempre ha presentado la izquierda, con la diferencia que la motivación es diferente a años anteriores. Las medidas como la (re)nacionalización del cobre, de la banca, del agua y energías; control del mercado; educación y salud pública subvencionada; transporte público estatal; estatizar la previsión social; asamblea constituyente, etc. ahora se aplauden con ganas.

El “atractivo” del programa de Arrate y el PC hace pensar que por fin la “depresión” de la izquierda ha topado fondo y la izquierda va a salir de la política marginal que ha venido realizando durante veinte años. Pero la realidad es otra: la alianza con la concertación sigue profundizando el fondo del hoyo en que está cayendo, con el riesgo de desaparecer definitivamente.

Cuando con mayor razón la izquierda debe ir en un proyecto independiente hace alianzas confusas y sin sentido. Es ahora el momento más propicio para los proyectos de izquierda e incluso revolucionarios. Cuando el socialismo se asoma como la mejor alternativa al cataclismo neoliberal, el PC asume posturas “seguidistas”.

La política de “romper con la exclusión” no se puede enmarcar ni como elemento táctico ni menos estratégico de la lucha revolucionaria, excepto realizar el sueño de ser diputado en un sistema burgués que hoy no cae porque no hay nadie que lo pueda tumbar ni  reemplazar, excepto la misma burguesía.

No es de extrañar que con mayor frecuencia se vayan sumando posturas que llaman a votar nulo. El descrédito de las instituciones estatales y partidos gobernantes también alcanzan a los de izquierda que participan del sistema electoral.

El modelo neoliberal ha desarrollado al capitalismo en forma tan acelerada creando una superproducción de mercancías provocando una de las mayores de su historia. Los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) indican que en el mundo hay mil veinte millones de hambrientos. El mismo día en que se dan a conocer estas cifras, en Europa se lleva una protesta de productores de leche por los bajos precios consistente en botar la leche y sólo en Bélgica, en un día se derramaron en los campos tres mil millones de litros de leche. A cada hambriento le hubiera tocado tres litros.

La presente crisis es tan profunda como diversificada en todas las ramas de la vida social y sus relaciones. La solución, el término de la crisis, únicamente puede realizarse de dos formas: conquistando nuevos mercados para la colocación de la sobreproducción de mercancías y capitales o la destrucción masiva no sólo de mercancías sino también de los medios de producción y fuerzas laborales. Ambas se consiguen a través de guerras.

Soplan vientos de guerra por todo el mundo. En África las guerras aparentemente étnicas son en realidad conflictos en función de intereses de grandes corporaciones mineras y petroleras. El resto de los continentes se arma y hace alianzas por intereses comunes. América Latina no es ajena a ello. EEUU ha instalado siete nuevas bases militares en Colombia y está pactando un acuerdo para instalar una en Panamá fuera de las ya existentes de Iquitos en Perú, Palmerola en Honduras, Comalapa en El Salvador, Reina Beatriz en Isla de Aruba, Libería en Costa Rica, Guantánamo en Cuba, Mariscal Estigarribia en Paraguay y otra en Puerto Rico. EEUU ha profundizado la guerra en Afganistán llevándola incluso a Paquistán. La crisis del Medio Oriente se agudiza, amenazando la política militar de la OTAN en Afganistán – Paquistán. Estamos en un mundo donde la política de preparación para la guerra pasa a jugar un rol predominante.

Pero no basta con sentimientos anticapitalistas, no es suficiente una actitud de rechazo a la Concertación y a los sectores de la ultraderecha. En este contexto de un mundo globalizado, a la humanidad, para su sobrevivencia, no le va quedando otra opción de elegir entre “barbarie o socialismo”.

Perspectivas

El neoliberalismo, junto al gran desarrollo tecnológico, de las fuerzas productivas, de las comunicaciones y el comercio, trajo una gran segregación, enorme desigualdad en la distribución de los ingresos y una profunda fragmentación cultural, laboral y social.

Una gran empresa, en su totalidad en manos privadas (excepto CODELCO), cuya producción es el ochenta y tres por ciento (83% )del PIB y ocupa al veinte por ciento (20%) de la fuerza laboral. La clase obrera sindicalizada perteneciente a estas empresas son con los mejores salarios a nivel de un médico de la salud pública o lo que ganan pequeños y hasta medianos empresarios. En cambio los pequeños productores son los más afectados y las fuerzas que ocupan son los más pobres. En la pequeña y mediana empresa está el 80% de la fuerza laboral.

La gran empresa está absolutamente integrada a la globalización siendo su producción determinada por las relaciones (necesidades) internacionales e instituciones como el FMI y OMC. Constituye el noventa y ocho por ciento (98%) de las exportaciones, a diferencia de la pequeña y mediana producción que va casi íntegramente al consumo interno, sólo el uno coma ocho por ciento (1,8 %) va a la exportación.

Lo trabajadores asalariados y los empresarios de las pequeñas empresas no se diferencian mucho por el nivel de ingresos, e incluso por el intento de salvarlas de la quiebra ante la competencia a que se enfrentan contra el gran capital. Estos últimos sacrifican el nivel de ganancias colocándolas al nivel del asalariado —y muchas veces menos—, sin contar la gran cantidad que solo se mantiene con el trabajo de los familiares. Este sector, que conforma la mayoría de la fuerza laboral, es el mundo popular. Mundo tan diverso y fragmentado socialmente pero, con el sueño común de “odio” a la gran empresa, a la gran tienda, al banquero, al gran burgués y al Estado que invariablemente los va empujando al mundo del proletariado.

La gran mayoría, aun siendo menos explotada —cuya plusvalía generada le permite diferencias mínimas con sus patrones respecto a las ganancias—, además de ser pobre se ve amenazada de perder sus fuentes laborales. Es una realidad que abarca tanto al mapuche como al poblador de la gran ciudad, así como al proletariado agrícola. Se ven enfrentados no sólo contra las relaciones económicas injustas impuestas por la gran burguesía nacional sino también por las transnacionales, el imperialismo y sus instituciones.

El PC se encuentra hoy con una clase obrera aburguesada que —no obstante generar grandes ganancias, por el grado de tecnificación de los medios de producción y, sobre todo, por la gran socialización de la producción—dentro de la sociedad se encuentra mejor que la mayoría de los trabajadores. Recordemos a Marx: “Que el decir que la condición más favorable para el trabajo asalariado es el incremento más rápido posible del capital productivo, sólo significa que cuanto más rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el poder enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto mejores serán las condiciones en que podrá seguir laborando por el incremento de la riqueza burguesa, por el acrecentamiento del poder del capital, contenta con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le arrastra a remolque la burguesía”.

De la misma forma, el PC se halla contento dejándose arrastrar con las cadenas de oro en pos de la Concertación.

El modelo ha generado una sociedad que se va descomponiendo económica, moral, cultural y socialmente donde en realidad las únicas esperanzas son las de llegar al final del día. Las desigualdades son astronómicas entre una pequeña porción de la población y la muy desmedrada gran mayoría.

Junto a los factores objetivos del desarrollo de una conciencia social predominantemente pequeño burguesa —producto de una clase obrera sindical aburguesada, de otra parte subcontratada, desorganizada, y una gran masa de trabajadores perteneciente a la pequeña empresa o “por cuenta propia”—, se suma la aniquilación de brillantes cuadros revolucionarios en el golpe y durante la dictadura: principales razones de la dispersión y fragmentación de las organizaciones revolucionarias en la actualidad.

La caída del bloque socialista y la gran ofensiva del imperialismo en las últimas décadas han hecho que la crisis mundial encuentre a los movimientos revolucionarios y sus organizaciones con años de atraso: en el caso de Chile, por lo menos, el doble que la mayoría de la región.

La falta de un correcto análisis de la realidad puede inducir a cometer errores tácticos, pero que son posibles de corregir si hay firmeza en los principios. Abundan escritos sobre la realidad de brillantes economistas, historiadores y sociólogos. Es cuestión aplicar de la información habida para elaborar planes y estrategias basados en los principios revolucionarios y no en meras conveniencias. El pragmatismo es la filosofía del postmodernismo, del neoliberalismo, que poco a poco ha ido permeando el conjunto de la sociedad incluyendo a las organizaciones políticas de izquierda y haciéndolas perder su carácter revolucionario. 

El desgajamiento de diferentes grupos del PC es la antesala de su fin como partido “revolucionario”, marxista. La historia por la que ha atravesado nuestro pueblo y el rol que ha jugado el “partido” permite claramente vislumbrar la tendencia a no rectificar errores de principios, particularidad histórica de los PCs, que los ha llevado a apoyar dictaduras en la región o hacer alianzas que únicamente favorecieron a las clases dominantes.

Por donde se mire la crisis, nadie vislumbra la luz al final del túnel. El período del próximo gobierno será afrontar la bancarrota y empobrecimiento de la pequeña producción, el aumento de la cesantía y de convulsiones sociales.

La (re)construcción de una organización revolucionaria de la clase obrera es tarea urgente para la etapa que viene. La formación de cuadros y dirigentes apertrechados en la teoría revolucionaria, la creación de medios de comunicación populares, de grupos de propaganda, de grupos de autodefensa poblacionales, el desarrollo de debates y foros en que se discuta la política revolucionaria, son tareas propias de todo revolucionario en esta etapa.

La unidad de la izquierda es imperativa para realizar cambios estructurales a favor del pueblo. Bien sea que estas transformaciones políticas se logren a través de elecciones o de levantamientos populares como ha ocurrido en la región. Nos enfrentamos a una oportunidad histórica de salir del estado de barbarie, oportunidad ardua de realizar, pero que ya depende de nosotros.

En http://www.g80.cl –donde se encontarán enlaces a los textos del debate mencionado por el autor.
También en http://www.portalrodriguista.org

 

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