Las declaraciones del presidente Donald Trump sobre un necesario periodo de transición en la economía de Estados Unidos empeoraron la percepción de los agentes económicos sobre los efectos de su política comercial y desataron el pánico en los mercados financieros internacionales, al grado que las pérdidas en capitalización de mercado sumaron 1,75 billones de dólares,
Los temores a los efectos en la economía global, y en la estadounidense en particular, de la agresiva política arancelaria puesta en marcha por Trump arrastró a la baja a las bolsas internacionales. Los inversores se muestran preocupados por la escalada de la guerra comercial y su posible impacto en la economía estadounidense, con dudas alentadas por el propio Trump, sobre si la primera economía mundial podría entrar en recesión.
En una entrevista el domingo con Fox News, el presidente de EU evitó pronunciarse sobre si la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de China, Canadá y México provocará una recesión en su país. «Hay un período de transición, porque lo que estamos haciendo es muy importante. Estamos trayendo riqueza de vuelta a Estados Unidos», se limitó a decir.
El extremismo y la falta de coherencia que han caracterizado al gobierno de Donald Trump en los menos de dos meses que lleva en la Casa Blanca han causado traspiés económicos que el martes desembocaron en una caída de las bolsas de valores, tanto en su país como fuera de él. Las grandes entidades financieras como Goldman Sachs y Morgan Stanley han rebajado sus previsiones de crecimiento económico para EU en los últimos días.
El temido término estanflación -un periodo gris de bajo crecimiento con elevadas tensiones en los precios- ha reaparecido entre los analistas, que empiezan a ver con preocupación que la escalada arancelaria, los bruscos recortes federales y el exceso regulatorio que amenaza a la senda de dinamismo en la que se había instalado el PIB estadounidense.
Las señales de alarma han aparecido sin alcanzar siquiera los 100 días de gracia que agentes económicos, inversores y oposición política suelen conceder a cada nuevo gobierno para que empiece a desarrollar su actividad ejecutiva.
El mercado parece haber abandonado la euforia inicial y las alertas sobre la fórmula heterodoxa de subir los aranceles y ahondar en el proteccionismo comercial e industrial empiezan a pasar factura a la producción industrial, la confianza de los consumidores, a los valores tecnológicos y a la actividad que empieza a perder impulso, así como a la inflación.
La minicrisis se produjo por el empecinamiento descomunal de Trump en utilizar las amenazas de sanciones económicas con propósitos políticos –habitual de todos los gobiernos de Washington, pero que él ha llevado al mayor nivel de estridencia– y su insistencia en aplicar recortes más que drásticos en la estructura del Estado, el gasto público y los programas sociales.
Y ante ello, se redujeron las estimaciones del crecimiento económico de Estados Unidos para este año, de 2,2 a 1,7 por ciento, y analistas financieros ven incrementarse las probabilidades de que la superpotencia experimente una recesión en 2026.
En Wall Street los índices S&P y Dow Jones llegaron a niveles mínimos, en tanto que el Nasdaq, que reúne a las principales empresas de tecnología, se hundió 4 por ciento; las bolsas europeas retrocedieron ante las reiteradas, confusas y equívocas amenazas Trump sobre la imposición de aranceles; los precios del petróleo no se salvaron. El VIX –conocido popularmente como el índice del pánico– respondió con un salto a su mayor nivel desde el minicrack bursátil de agosto de 2024, con un avance de 19,21 por ciento.
Los mercados financieros siguen advirtiendo que no pueden trabajar con pausas o treguas de 20 o 30 días; de hecho, faltan 20 días para que otra vez vean si Trump concede trabajar sin aranceles, y esto evidentemente no está funcionando. El martes, el Nasdaq lo penalizó fuertemente.
Estas actitudes no sólo causan enormes daños a los sectores menos favorecidos de la sociedad estadounidense, sino que también han perjudicado gravemente a las empresas tecnológicas cuyos tres principales potentados, Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, se movilizaron en apoyo a la campaña de Trump para un segundo período presidencial. La firma estrella de Musk, la automotriz Tesla, fabricante de vehículos eléctricos, ha perdido 40 por ciento de su valor en el curso de este año.
Los analistas suman también elementos ajenos al presidentes y a su gabinete, como la pérdida de competitividad de las ramas industriales de Estados Unidos –incluyendo las digitales– frente a sus rivales chinas, que continúan dando sorpresas en diferentes ámbitos, como en la electrónica en general, la industria aeroespacial y militar y la inteligencia artificial.
Lo grave de la agresiva y disociada política del trumpismo ya produce pugnas dentro de la oligarquía empresarial estadounidense y amenaza con guerras comerciales, y provocar la peor recesión mundial en décadas.
Ante la realidad que va asomando, la prometida era de grandeza que Trump ha ofrecido para su país puede derivar en una época de debilidad, declinación y pobreza generalizada y conducir a una desestabilización política aún mayor a la que ya hoy padece la nación más poderosa del mundo.
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