Aunque para la mayoría de las mujeres la vida estaba centrada en el hogar, muchas se incorporaban al mercado laboral.
Con el tiempo, Alfonsina dirá que se trataba de un “pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir en el encierro oficinesco, donde el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”. (1)
En esa Argentina en proceso de cambio, mujeres como Alfonsina rompían el molde tradicional y se sentían “lobas” frente al “rebaño de ovejas” que, al mismo tiempo, se burlaban de ellas y les temían. Para la mayoría de las argentinas de clase media, la vida seguía estando en el hogar.
Y para muchas familias, gracias a la mejora en el nivel de ingresos, el “sueño de la casa propia” comenzó a convertirse en una realidad, en especial en la década del veinte del siglo pasado, con la realización de planes de vivienda en aplicación de la Ley Cafferata aprobada sobre el final del régimen conservador, con lo que el crecimiento de los barrios en Buenos Aires cobró nuevo impulso.
A ello contribuyó la expansión del transporte urbano, con la extensión de las líneas de tranvías y la incorporación del transporte automotor, que en 1928 llevó a la aparición de las primeras líneas de (transportes) colectivos.
Las mujeres y el trabajo fuera del hogar

En esos medios de transporte no era infrecuente ya la presencia femenina, porque un creciente número de mujeres, además de su labor hogareña, salían a ganarse el sueldo fuera de su casa.
Alfonsina Storni lo contaba así: “Si de 7 a 8 de la mañana se sube a un tranvía se lo verá en parte ocupado por mujeres que se dirigen a sus trabajos y que distraen su viaje leyendo.
Si una jovencita lectora lleva una revista política podemos afirmar que es obrera de fábrica o costurera; si apechuga una revista ilustrada de carácter francamente popular, dactilógrafa o empleada de tienda; si la revista es de tipo intelectual, maestra o estudiante de enseñanza secundaria, y si lleva desplegado negligentemente un diario, no dudéis… consumada feminista, espíritu al día; punible Eva.
Pero queden tranquilas las Evas no punibles. En las manos de las viajeras matutinas abundan las revistas de carácter popular, aquellas de confidencias amorosas”. (2)
Además de ser más variada que la de “lobas” y “ovejas”, esta tipología de las mujeres según su ocupación muestra un fenómeno característico de ese momento: la condición de lectoras. Si bien el analfabetismo seguiría siendo mayor entre las mujeres, para entonces los efectos de la educación común se habían hecho sentir.

Surgió así un “periodismo femenino” de tipo comercial, una de cuyas primeras expresiones fue la revista El Consejero del Hogar, creada en 1904 por Alberto Haynes, que se transformó en El Hogar, uno de los éxitos editoriales de más larga duración de la prensa argentina.
Pero el gran auge comenzó tras la llegada del radicalismo al gobierno. Editorial Atlántida lanzó al mercado Para Ti, que en 1921 vendió, entre todas sus ediciones, más de seis millones de ejemplares (y superaría los 24 millones hacia 1933).
Además, surgió una serie de publicaciones que reemplazaban a los antiguos folletines, como La Novela Semanal, aparecida entre 1917 y 1926, con tiradas de 200.000 ejemplares por número. Si bien su público era general, incluía a una cantidad importante de mujeres.
Notas:
2. Tao Lao (seudónimo de Alfonsina Storni), “La perfecta dactilógrafa”, en la columna “Bocetos Femeninos”, La Nación, 9 de mayo de 1920.
* Historiador y autor argentino.
Mercedes Sosa le canta a Alfonsina
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