Oscar Arias: lo que natura non da Salamanca non presta

Adriano Corrales Arias*

Esta máxima, conocida de todos, surgió en la época en que la universidad de Salamanca era la más prestigiosa del mundo occidental, gracias a la influencia árabe. Hoy con el anuncio del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa a don Oscar Arias Sánchez por parte de esa universidad, la misma recupera sus luces y se aplica espléndidamente.

La máxima contemporáneamente alude a la neoliberal forma de entender la universidad como productora de títulos para personas que, sin comprender la esencia de la academia, por tanto sin ser sujetos de una formación integral, llegan a destacarse y a ser “eminencias” por el cúmulo de información que manipulan y desvirtúan en beneficio propio, precisamente porque no poseen las herramientas epistemológicas por instrucción y vocación auténticas, amén de la ética que se concibe en una comunidad humanista que preconice la equidad y la justicia social.

La práctica de buscar un título a toda costa para ejercer en profesiones de “éxito”, es decir, bien rentadas, es uno de los rasgos distintivos de la “descademización” universitaria que por ello adultera su esencia, especialmente en el ámbito privado.

Tal vez el más claro ejemplo se encuentre en las leyes: sólo son un medio para obtener ganancias al margen de lo que realmente sea justo en casi todos los tribunales del planeta. Desde abogados que buscan demorar juicios , o enredarlos mediante tecnicismos a fin de “no perder” y, por tanto, lograr un “prestigio” que permita mayor cantidad de clientes, sea, mayores honorarios; hasta jueces y magistrados temerosos de perder su posición y prestigio al “molestar” a los “peces más grandes”.

Pues bien, resulta que nuestro flamante presidente se recibirá nuevamente, esta vez en Salamanca y con “honoris causa”. Ignoramos si dicha universidad le reconoce el giro de 180 grados en la economía y en la institucionalidad costarricense al favorecer las políticas neoliberales que se consolidan con el fraude que nos llevó a “firmar” el TLC con Estados Unidos. O si se le distingue por el “bazucazo constitucional” para reelegirse. O tal vez se resalta su franca posición en favor de la minería a cielo abierto, de las transnacionales fruteras y del constreñimiento de nuestros parques nacionales.

Creemos que ciertamente las autoridades de tan histórico centro universitario se equivocan. Pero no las censuramos. Están muy lejos de esta ínsula globalizada y no padecen los efectos de la crisis desatada por el desgobierno de los Arias, un gobierno que se autodenomina como “tiranía en democracia” y que ha burlado, por no decir insultado, la inteligencia de su pueblo. Tampoco están expuestos a la embustera propaganda política que violenta la realidad al ensalzar a su candidata.

No, los señores académicos de Salamanca, al mejor estilo colonial, no padecen el rigor globalizado del tercer mundo, por eso “reconocen” a una figura bajo cuyo gobierno se genera más pobreza y se amplía la brecha social en un país al borde del colapso.

Sin embargo, la máxima, nacida de la sabiduría popular, no se equivoca. Está vigente, y en el caso de nuestro deslustrado presidente se aviene como anillo al dedo.
Si no se tiene talento ni aprestos para gobernar por vocación real, sino a favor de una élite empresarial criolla y transnacional, es inútil estudiar en Salamanca o en cualquier otra universidad. Pero, además, el “horroris causa” retrata a los salamanquinos de cuerpo entero y nos informa de su descaminada manera de estudiar y comprender la realidad latinoamericana.
 
* Escritor.