Temas latinoamericanos 2009/I: ¿Como el jaque mate de la película?

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Diego Ghersi*

No costó mucho definir cuáles fueron los tópicos políticos más importantes del año. El golpe en Honduras y las implicancias regionales de las bases de Estados Unidos en Colombia se llevaron las palmas

 Digamos para empezar que el Principio Militar Fundamental –base de la planificación operativa de los ejércitos avanzados desde la Segunda Guerra Mundial- sostiene que, para la ejecución de operaciones militares eficaces, es necesario partir desde posiciones relativas favorables, hacia objetivos materiales correctos.

Pues bien, las posiciones relativas favorables pueden leerse en el mapa que da cuenta de la distribución geográfica de asentamientos militares de Estados Unidos en el globo terrestre y su sola identificación automáticamente define al enemigo asentado en los objetivos materiales correctos aledaños a esas localizaciones.

En efecto, Estados Unidos cuenta con –los datos varían según las fuentes pero a los fines de este artículo confiaremos en el maravilloso “masomenómetro”- 4.500 bases militares dentro de su territorio y 823 fuera de él: 21 en América -6 en Colombia-; 513 en Europa; 36 en Asia Central; 248 en Asia-Pacífico-Oceanía; y 5 en África. Todas juntas abarcan una extensión que ocupa más de 2,5 millones de hectáreas en los cinco continentes.

Semejante despliegue hace recordar a la película “El Día de la Independencia” cuando Jeff Goldblum se percata de que los “platos voladores” estaban ocupando posiciones estratégicas en cientos de sitios del planeta.

Goldblum remataba su descubrimiento con un lapidario “Jaque mate”, que asimilaba la progresiva maniobra extraterrestre con una estrategia ajedrecística cuyo inevitable final era el exterminio humano.

Dicho sea de paso, no es casual asociar una producción de Hollywood al poderío militar estadounidense, dado que el formidable aparato bélico de la nación del Norte se encuentra sólidamente complementado con la industria productora de sentidos mediáticos integrada por CNN, Fox News, New York Times, Washington Post, Philadelphia Inquirer, por citar sólo algunos.

Juntas –la industria militar y la de sentidos- detentan el poder y constituyen el corazón y el cerebro de lo que Hugo Chávez denomina “Imperio”, controlando el resto de un monopolio mediático privado transnacional bien representado por la Sociedad Interamericana de Prensa, entre otros.

Visto de esa manera, se entiende como -en ausencia de un arsenal nuclear- la Ley de Medios Audiovisuales sancionada hace días en Argentina haya sido un verdadero impacto de destrucción masiva para la ideología propugnada desde Washington.

Dado que sería un poco largo tratar de alertar acerca del sentido último de todos los asentamientos militares tratados uno por uno, vamos a concentrarnos en la parte del planeta conocida por Washington con el mote de “patio trasero” y en particular a la parte de ese patio donde conviven Honduras, Colombia y Venezuela.

Históricamente Estados Unidos ha adiestrado e ideologizado –ambas cosas van de la mano- a prácticamente todo el cuerpo de oficiales hondureño y ha mantenido una profunda penetración en todos los altos niveles de ese país.

Desde la base militar hondureña de Soto Cano -originalmente conocida como Palmerola-, los agentes de la inteligencia estadounidenses montaron históricamente una posición relativa favorable, funcional a la intervención militar de Washington en la región.

Desde ese punto geográfico fue que en 1954 se lanzó con éxito el golpe contra el presidente democrático de Guatemala Jacobo Arbenz.

En 1960, Honduras fue posición relativa favorable para la invasión hacia el objetivo material correcto Cuba.

Y también desde Honduras -entre1981 y 1989- Estados Unidos financió y adiestró a más de 20 mil contras nicaragüenses, fuerza opositora al gobierno sandinista.

Más cerca en el tiempo, durante los primeros siete años del gobierno de Chávez, los regímenes hondureños se aliaron incondicionalmente a Washington en contra del ejecutivo bolivariano.

Nótese que esta breve cronología carece de antecedentes sobre un golpe militar en contra de algún gobierno hondureño.

La clave del cambio de la política estadounidense en relación a Honduras se produjo en 2007-2008 cuando el presidente Zelaya decidió, sorpresivamente, acercarse a Venezuela para aprovechar los generosos subsidios de petróleo y otras ayudas.

Con ese fin Zelaya entró en Petro-Caribe, la asociación regional de países organizada por Venezuela para suministrar petróleo y gas a bajo costo con largos plazos de pago.

Después Zelaya se unió al ALBA, otra organización regional patrocinada por el presidente Chávez como proyecto alternativo al pacto de libre comercio ALCA, promovido en su momento desde Estados Unidos.

Cuando asumió en su actual cargo, Barack Obama recibió gestos de simpatía de parte de todo el mundo debido fundamentalmente a que era el primer presidente estadounidense de origen afroamericano, cuestión que, sumada a su filiación demócrata, auguraban -digámoslo en buen romance- un presidente “buenito”.

Aquí cabe recordar que la otra opción presidenciable demócrata era Hillary Clinton quien, de ganar, se hubiera transformado en la primera mujer presidente de la historia de Estados Unidos y, con la misma lógica aplicada al caso Obama, también hubiera sido “más buenita”.

Y la verdad es que, si se piensa bien, resulta difícil entender porqué los demócratas tienen fama de ser buenitos. Después de todo fue un demócrata el que no vaciló en arrojar una bomba atómica sobre personas vivas. Antes, otro demócrata se las ingenió para forzar el ingreso a la Segunda Guerra Mundial. Otro demócrata casi lleva a la destrucción mundial cuando la Crisis de los Misiles Cubanos. Y también fue un demócrata el que desató lo de Vietnam.

Entonces lo de la bondad asociada a los demócratas… ¿no es un facilista falso sentido común cuasi universal? ¿No es lombrosiano pensar desde el color de la piel o desde el género se definen las conductas?

Fue en la cumbre de Trinidad y Tobago de abril de 2009 cuando el optimismo inicial empezó a resquebrajarse y a mostrar los pueriles argumentos que lo sostenían.

En esa ocasión, Barack Obama aguantó estoico los reproches de los otros mandatarios e intentó generar una visión positiva de sus intenciones hacia Latinoamérica. Pero por otro lado, su resistencia a revisar el pasado no auguraba buenos tiempos, porque ya se sabe que los que olvidan su historia no tienen futuro.

La sospecha se ha transformado en certeza durante el “affaire” Honduras: ni Obama ni Hillary Clinton recibieron a Zelaya. No mandaron el Fuerza Aérea Uno a rescatarlo; alentaron una negociación sólo para ganar tiempo y están a punto de legitimar unas elecciones a todas luces viciadas de nulidad. Es claro que el esperado cambio es sólo una nueva estrategia para sostener lo de siempre: mantener la hegemonía estadounidense a cualquier precio.

Como en el caso de Jeff Goldblum, todas estas cuestiones alertan acerca de maniobras tendientes al “Jaque Mate” de cualquier alternativa contrahegemónica y al “empujoncito fuera del bote”, sin descaro alguno, para cualquiera que las propugne

*Periodista de la Agencia de Prensa del Mercosur, Universidad de La Plata, Argentina
 

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