El ejército de ocupación de Israel realizó disparos directos con munición real contra una misión diplomática conformada por representantes de México, Francia, Reino Unido, Canadá, España, Rusia, la Unión Europea, Egipto, Jordania, Marruecos, Portugal, China, Austria, Brasil, Bulgaria, Turquía, Lituania, Polonia, Japón, Rumania, Sri Lanka, Canadá, India, Chile y otros países en Yenin, en la Cisjordania que ocupa ilegalmente.
El último desafío israelí a los países europeos, que hasta ahora habían ignorado de facto los crímenes de guerra cometidos en Gaza para no dañar sus relaciones con Israel se produjo después de que la víspera la Unión Europea (Ue) anunciara la revisión de su acuerdo de asociación con Israel para comprobar si este país cumple con sus obligaciones con los derechos humanos que exige Bruselas.
Israel señaló que la visita abandonó la ruta prevista y que un soldado hizo esos disparos de advertencia. Miembros de la delegación negaron esta información y señalaron que no fue sólo una o dos veces, sino disparos repetidos; “es una locura, no es normal”.
Turquía afirmó que el incidente es una nueva demostración del sistemático desprecio de Israel por el derecho internacional y los derechos humanos. La mayoría de estados afectados han condenado los hechos.
Horas después del ataque, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu efectuó su primera conferencia de prensa en cinco meses, durante la cual expresó que estaba listo para poner fin a la guerra bajo condiciones claras que garanticen la seguridad de Israel, entre las que mencionó llevar a cabo el plan de Trump, que significa nada menos que la limpieza étnica completa de la franja de Gaza y el traslado forzoso de sus dos millones de habitantes a otros países.

De este modo, el premier hizo explícita la política que Tel Aviv ha implementado en la práctica durante ocho décadas masacrando palestinos y haciendo insoportable la existencia de los sobrevivientes.
A los europeos les resulta aterrador constatar hasta qué punto el accionar de Netanyahu y la inmensa mayoría de sus predecesores coincide con la de Adolf Hitler entre 1933 y 1938, cuando el líder nazi alentaba la emigración masiva de los judíos alemanes, se felicitaba por los que había obligado a huir y reprochaba a Occidente por restringir la entrada de refugiados.
Este incidente se produjo después de que la víspera la Unión Europea (Ue) anunciara la revisión del acuerdo de asociación con Israel para comprobar si este país cumple con sus obligaciones con los derechos humanos que exige Bruselas. Una de las razones que llevaron a los países europeos a dar un paso condenando las acciones de Israel es la hambruna desatada en Gaza por los bloqueos israelíes a la ayuda humanitaria, que afecta especialmente a la población infantil. Según Naciones Unidas, 1,4 millones de niños podrían morir en las próximas semanas si no llegan suficientes alimentos.

Este anuncio de la Ue es un tímido paso con el que Bruselas pretendía denunciar el genocidio del ejército israelí en Gaza, así como la situación de hambruna que sufre la población gazatí por el criminal bloqueo a la ayuda humanitaria destinada a paliar el sufrimiento de los algo más de dos millones de gazatíes.
Ante estos acontecimientos y los que se han sucedido cada día desde el 8 de octubre de 2023, los medios de comunicación, periodistas, intelectuales, políticos y celebridades que aún justifican a Israel no pueden obviar ni enterrar el hecho de que el régimen de Netanyahu dispara a los representantes de cuatro de cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, así como de las naciones que ostentan el primer y el tercer mayor arsenale nuclear del planeta.
Desde Europa y América Latina se plantea si el jefe del gobierno israelí expresa abiertamente sus planes de llevar adelante una limpieza étnica, ¿por qué se entrecomilla la palabra genocidio para referirse a lo que ocurre en Gaza? Y sobre todo, ¿por qué en este caso las reacciones se limitan a una tibia reprimenda diplomática, cuando un ataque idéntico perpetrado por otro país daría paso al cierre de embajadas, el establecimiento de sanciones, el bloqueo financiero y el ostracismo político y cultural?
Quizá la respuesta esté en la propuesta presentada el miércoles por la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para deportar migrantes a países con los que no tengan ningún vínculo. El racismo, el colonialismo y el supremacismo blanco nunca abandonaron Occidente; sólo se camuflaron bajo el lenguaje de la corrección política y hoy están de vuelta desembozados en Washington, en Bruselas, en Londres, Berlín…
La razón por la cual Occidente contempla impasible el genocidio contra el pueblo palestino debe ser porque comparte la mentalidad racista y colonialista que lo anima.
El domingo pasado, Israel lanzó una nueva fase en la guerra desatada por Netanyahu en 2023. La denominada Operación Carros de Gedeón tiene como objetivo la ocupación y control militar total de la Franja, el desmantelamiento de las infraestructuras palestinas, la destrucción sistemática de las viviendas y el desplazamiento forzoso de la población hasta hacinarlos en un minúsculo área del sur de Gaza, como reconoció este miércoles Netanyahu, mediante el bombardeo de sus asentamientos y la hambruna programada.
“Un país sensato no lucha contra civiles, no mata bebés por afición ni se fija la expulsión de una población como objetivo», afirmó en una radio pública Yair Nolan, líder del partido Demócratas y exgeneral de alto rango de las Fuerzas de Defensa de Israel, denostado por Netanyahu y sus acólitos extremistas en el Gobierno. Unos 54 mil palestinos fueron asesinados desde el 7 de octubre de 2023, como respuesta a un ataque de la organización Hamás.
* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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