Antònia Crespí Ferrer - publico.es
Durante los últimos años Pekín ha ganado influencia en la región gracias a los proyectos de cooperación del programa de la Nueva Ruta de la Seda. El financiero de 20.000 millones de dólares que ha rescatado el peso argentino y los constantes ataques militares a lanchas procedentes de Venezuela son la última expresión de la doctrina del patio trasero que Donald Trump está reeditando en Latinoamérica.
El pasado martes, el presidente estadounidense protagonizaba una escena que recordaba a la época en la que Henry Kissinger caminaba por los pasillos de la Casa Blanca: Trump advertía a los argentinos de que si la coalición del actual presidente Javier Milei no gana en las legislativas del 26 de octubre, Washington no «malgastará el tiempo» en mantener el intercambio financiero con el que ha salvado la divisa argentina.
Trump advertía delante de Milei de que la ayuda económica al país estaba ligada a que su aliado se mantuviera en el poder. De lo contrario, si una figura de «extrema izquierda» gana las presidenciales del 2027, «ya no seríamos tan generosos con Argentina como ha pasado hasta ahora». Y, además, remarcaba que estaría «muy decepcionado» si el Gobierno de Milei permitiera cualquier «actividad militar china» en su territorio.
El swap financiero de 20.000 millones de dólares que ha rescatado el peso argentino y los constantes ataques militares a lanchas procedentes de Venezuela son la última expresión de la doctrina del patio trasero que Donald Trump está reeditando en Latinoamérica.
El pasado martes, el presidente estadounidense protagonizaba una escena que recordaba a la época en la que Henry Kissinger caminaba por los pasillos de la Casa Blanca: Trump advertía a los argentinos de que si la coalición del actual presidente Javier Milei no gana en las legislativas del 26 de octubre, Washington no «malgastará el tiempo» en mantener el intercambio financiero con el que ha salvado la divisa argentina.
Las declaraciones apuntaban al centro de observación espacial que tiene Pekín en la región de la Patagonia argentina, y se basan en comentarios previos según los cuales Milei está «comprometido a sacar a China» de Argentina. Hace unos días, la embajada china en Argentina respondió al secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, acusándolo de «intimidar» a las naciones latinoamericanas mientras promovía una «mentalidad propia de la Guerra Fría«.
Lo cierto es que los chinos se equivocaban de época al hablar de Guerra Fría, ya que realmente Trump está abordando la geopolítica actual con una cosmovisión nacida en el siglo XIX: la doctrina Monroe. Se trata del principio por el cual se considera prioritario que Estados Unidos controle determinadas regiones del mundo para su seguridad. Trump observa el mapa internacional como un sistema de áreas de influencia frente a China y Rusia, y es aquí donde el republicano reedita la idea de Latinoamérica como zona que, por naturaleza, debe estar bajo el influjo estadounidense.
El magnate necesita recuperar la hegemonía sobre el patio de atrás después de años viendo cómo China ha ido ganando terreno con distintos acuerdos comerciales y planes de infraestructura.
No es la primera vez que Trump menciona a China mientras tiene la vista puesta en los países que quedan al sur de su frontera. Antes de ser investido presidente, Trump ya inició su campaña contra el Gobierno panameño, acusándolo de permitir que China gane influencia sobre el canal de Panamá. Como consecuencia, el republicano ha estado amenazando con anexionarse la infraestructura, la cual considera crítica para sus rutas comerciales.
Hace unos días, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, denunciaba que una funcionaria de la embajada estadounidense «anda amenazando» a políticos y abogados panameños con retirarles la visa por sus relaciones con China.
«La agenda económica de Estados Unidos pasa necesariamente por acotar la creciente presencia de China en muchos países latinoamericanos. No solo portuaria, sino en otros muchos sectores como el automovilístico», explica a Público Manuel Balcázar, investigador del Centro de Estudios sobre Seguridad, Inteligencia y Gobernanza.
Balcázar apunta que los grandes temas de la campaña de Trump- la seguridad, las drogas y China- son relevantes en América Latina y que las operaciones militares contra Venezuela justo en este momento no son casuales. «Para hacer realidad su agenda, si hablamos de frenar la inmigración, Trump necesita recuperar la hegemonía sobre las capacidades económicas, políticas y sociales del hemisferio. Dentro de Estados Unidos ya no puede ir mucho más allá: ha desplegado la Guardia Nacional en algunas ciudades y está escalando las redadas de inmigración”.
En la triangulación de estas tres prioridades, Venezuela cae justo en el medio del eje. Además de que se trata de un Gobierno en las antípodas ideológicas de Trump y con estrechos lazos con China. El régimen de Nicolás Maduro tiene unos 600 proyectos de cooperación con China para 2025, aunque ahora mismo las relaciones con Pekín no pasan por el mejor momento. El venezolano no formó parte de la lista de invitados de Xi Jinping durante el desfile militar para conmemorar el 80 aniversario de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.
El swap financiero de 20.000 millones de dólares que ha rescatado el peso argentino y los constantes ataques militares a lanchas procedentes de Venezuela son la última expresión de la doctrina del patio trasero que Donald Trump está reeditando en Latinoamérica. El pasado martes, el presidente estadounidense protagonizaba una escena que recordaba a la época en la que Henry Kissinger caminaba por los pasillos de la Casa Blanca: Trump advertía a los argentinos de que si la coalición del actual presidente Javier Milei no gana en las legislativas del 26 de octubre, Washington no «malgastará el tiempo» en mantener el intercambio financiero con el que ha salvado la divisa argentina.
Trump advertía delante de Milei de que la ayuda económica al país estaba ligada a que su aliado se mantuviera en el poder. De lo contrario, si una figura de «extrema izquierda» gana las presidenciales del 2027, «ya no seríamos tan generosos con Argentina como ha pasado hasta ahora». Y, además, remarcaba que estaría «muy decepcionado» si el Gobierno de Milei permitiera cualquier «actividad militar china» en su territorio.
Balcázar apunta que los grandes temas de la campaña de Trump- la seguridad, las drogas y China- son relevantes en América Latina y que las operaciones militares contra Venezuela justo en este momento no son casuales. «Para hacer realidad su agenda, si hablamos de frenar la inmigración, Trump necesita recuperar la hegemonía sobre las capacidades económicas, políticas y sociales del hemisferio. Dentro de Estados Unidos ya no puede ir mucho más allá: ha desplegado la Guardia Nacional en algunas ciudades y está escalando las redadas de inmigración”.
En la triangulación de estas tres prioridades, Venezuela cae justo en el medio del eje. Además de que se trata de un Gobierno en las antípodas ideológicas de Trump y con estrechos lazos con China. El régimen de Nicolás Maduro tiene unos 600 proyectos de cooperación con China para 2025, aunque ahora mismo las relaciones con Pekín no pasan por el mejor momento. El venezolano no formó parte de la lista de invitados de Xi Jinping durante el desfile militar para conmemorar el 80 aniversario de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.
El mes y medio de presión militar, con cazas sobrevolando cerca del espacio aéreo venezolano, los ataques constantes a las supuestas narcolanchas y los tres buques de guerra estadounidenses en los límites de las aguas venezolanas no hacen más que elevar la tensión con el régimen de Maduro. Diversos analistas apuntan que toda esta presión podría estar dirigida a favorecer un cambio de gobierno en Venezuela. Hace unos días se conoció que Trump ha autorizado en secreto a la CIA para que pueda llevar a cabo operaciones encubiertas contra Maduro y otros miembros del Gobierno venezolano.
Recientemente, en una entrevista con el hijo del presidente de EEUU, Donald Trump júnior, la líder de la oposición venezolana María Corina Machado –galardonada con el premio Nobel de la Paz– prometía que una vez hubiera un cambio de régimen se privatizarían todas las petroleras y darían el crudo a las corporaciones. «Vamos a privatizar toda nuestra industria», decía Corina Machado al hijo del presidente, e insistía en que las empresas estadounidenses «ganarán mucho dinero».

Paralelamente la presión militar sobre Venezuela quiere servir de aviso a México, que desde finales de enero ya convive con cientos de militares estadounidenses desplegados al límite de la frontera para supuestamente apoyar a los agentes fronterizos en su tarea para frenar los cruces.
El reverso de la guerra contra el narco con la que Trump quiere maquillar la presión militar es la campaña de inversiones económicas y tratos preferenciales que el republicano da a sus aliados a fin de mantenerlos en el poder. Milei no es el único que se ha beneficiado de los dólares de Washington; el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha recibido millones de dólares por poner sus prisiones al servicio del sistema de deportaciones de Trump, además de que ha conseguido que ahora Estados Unidos haya catalogado el país como un destino seguro para el turismo.
Por contra, Brasil y Colombia también están siendo víctimas de las presiones de Trump con el objetivo de castigar a sus gobiernos por no alinearse con la agenda del republicano. Brasil, que forma parte de los BRICS -donde también se incluye China-, afronta aranceles del 50%, que en parte también son un castigo por la sentencia que ha condenado a Jair Bolsonaro – aliado de Trump – a 27 años de prisión por su intento de golpe de Estado contra Luiz Inácio Lula da Silva tras su victoria electoral.
Al presidente colombiano Gustavo Petro – con quien Trump ha tenido bastantes choques- Estados Unidos recientemente le retiró el visado por «acciones imprudentes e incendiarias» durante una manifestación propalestina que hubo cerca de la sede de la ONU en el marco del inicio del 80 período de sesiones de la Asamblea General.
En mayo de este año, China y Colombia firmaron un plan de cooperación conjunto sobre la Nueva Ruta de la Seda que supondría una mayor importación de productos colombianos por parte de Pekín, a la vez que las empresas chinas se unieron a la construcción de infraestructura. De hecho, China es el segundo socio comercial más importante de Colombia después de Estados Unidos, al que recientemente desplazó como la mayor fuente de importaciones del país.
*Analista de Público.es
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