La trastienda de lo cotidiano

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La belleza no depende de la forma.

Lo bello, como la verdad suelen ocultarse. Sus líneas, colores y volumen pertenecen, en cierto modo, a lo que espera manifestarse.

Está dentro de nosotros; en lo que no queremos –o no podemos– ver.

Hay una belleza feroz en lo abandonado. Se desprende de los objetos que fueron. Quién sabe, acaso todavía en ellos aliente el suño de otro tiempo.

Acaso retoñe la próxima primavera el árbol deshojado.

La belleza –como la justicia– pertenece a las personas. El pasado es la conexión entre los ojos y las cosas.

La nostalgia como ejercicio de melancolía escuchará a Blake: endurecerá, como una piedra, al corazón.

Las respuestas hay que parirlas de cara al futuro.

Pertenecen a los materiales desechados. La vida proviene de la podredumbre, del olvido que otra vez se hace memoria.

Coleccionista de experiencias

No ha realizado, Juan Carlos Mege, estudios formales de larga duración en el ámbito de las artes plásticas, recuerda en cambio sus búsquedas intuitivas infantiles de libros de arte en las librerías de viejo y exposiciones de pintores desconocidos en galerías más desconocidas aún.

A los 13 años conoce a Albino Echeverría –uno de los dos artistas chilenos que participó en el mural de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción–; fue el comienzo de su aprendizaje.

La vida, lo permanente

 

A partir de 2002 desarrolla su trabajo con mayor continuidad. Inicia ensayos de experiencias con diferentes perspectivas, que combinan múltiples materiales y técnicas: pictórica, collage, instalaciones, esculturas.

No olvida sus raíces provincianas y confiere un lugar importante a la cultura e imaginería popular. No pretende una valorización estética de aquellas, simplemente las transmuta en óptica y contenido de su producción.

Esto implica negar las imágenes sacralizadas y etéreas del artista que promueve un cierto oficialismo estético. El arte no puede –uno de sus credos– disociarse, ni siquera en apariencia, del contexto social, cultural y político del que surge y forma parte.

 El compromiso

El arte, cuando es real el deseo profundo por vincular el mundo creativo con la vida cotidiana de aquellos que no tienen acceso a él, se convierte en política.

No al estilo el «arte-proclama», no como arte «comprometido» que se arrastra –y a menudo es arrastrado– por los torbellinos de la contingencia.

Se trata de echar a caminar un proyecto político de promoción cultural, y develar las conexiones y complejidades no siempre evidentes entre artes visuales y realidad(es).

Mege se ha comprometido con proyectos culturales en los que los protagonistas son niños y jóvenes. Ahí están sus experiencias en elCentro Multicultural de Penco; Multimedia de Arte – Población Dintrans, Rancagua; Los Pequeños gigantes del bosque, Santiago; Biblioteca Popular en Centro de apoyo y formación Pedro Mariqueo, La Victoria.

Espera a futuro llevar su trabajo a Valparaíso, San Felipe, Concepción y Buenos Aires. Sin urgencia. Sin dejar la investigación artística y la relación entre arte y política, que son sus ejes y obsesiones. E intentando no sacrificar su carrera académica.

Por ahora se ha planteado, para fines de 2005, una instalación que aborde –y denuncie– los asuntos relacionados con la tortura en Chile.

 

 

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