Hernán Rodríguez Molina, Requiescat in pace

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

 
(Madrid). Hoy las noticias son muy malas para nosotros, los profesionales de la comunicación: ha muerto aquí, en España, nuestro querido colega Hernán Rodríguez Molina. Uno de los grandes de nuestra profesión, que no olvidó nunca sus condiciones de agudo reportero y, hasta bien entrado en años, ejerció de corresponsal de guerra, especialmente en la zona de los Balcanes, región que le atraía y que conocía como la palma de su mano. Medios de prensa de Chile (primero Clarín, luego Radio Cooperativa) y México publicaron muchas de sus crónicas. Incluso la Radio Vaticana le abrió su micrófono, lo cual constituía una prueba de su objetiva calidad. 

También tenía una  pluma feroz y a la vez tierna, profunda e ingeniosa, que igual escribía sesudos comentarios o describía situaciones con la sencillez propia de los maestros.

 
Culto, lector empedernido, estudioso, dominador de los temas relacionados con las religiones, desempeñó también cargos diplomáticos, como el de Agregado de Prensa en la embajada chilena en Estados Unidos.

 
Cuando su salud comenzó a quebrantarse y el cansancio le hizo mella se dedicó a la literatura. Entregó bastante tiempo a la escritura quedando inédito una novela (El dedo de Lenín) escrita con el acento y el doble sentido indisimulado de los chilenos.

 
Cuando a su esposa, periodista española de Agencia EFE, la comenzaron a mover dentro de la geografía de este país –pasó por Málaga, después Canarias y luego Castilla-León–, Hernán se frenó y echó el ancla en las cercanías de Valladolid. Entonces comenzó a transformarse en un erudito –y entretenidísimo– catedrático en Salamanca, que volcó su experiencia en periodismo de riesgo ante  los entusiasmados aspirantes a colegas. Cuando a su esposa la mandaron como Jefe de la Delegación de EFE en el Medio Oriente, sin duda un salto cualitativo importante, Hernán sacrifícó parte de su compañía y se quedó en Boecillo, un tranquilo pueblito cercano a Valladolid, disfrutando las esporádicas venidas de ella o sus escapadas a las calientes tierras medio orientales.

 
Siguió estudiando, leyendo y escribiendo…y enseñando. Hasta hace unos meses, que se sintió cansado y se situó en un discreto retiro. Hace un par de semanas le afectó un derrame cerebral. Fue al hospital y no salió más. Hoy se fue definitivamente y nos dejó tristes.

 
Ya no tendré esas largas charlas telefónicas en las cuales me desarrollaba sus acostumbrados análisis de la realidad chilena, me pintaba con palabras sus ingeniosas caricaturas de los diferentes personajes y personajillos de
la actualidad política. Yo callaba para deleitarme con lo suyo. Sólo apostillaba de vez en cuando con algún toque frívolo que le hacía brotar la carcajada sincera que aún resuena en mis oídos.

 
Y con eso me quedo, con ese recuerdo del amigo que lo llora: su risa franca, su pensamiento profundo y su palabra aguda. Su sentimiento a flor de piel. Se fue un gran periodista, un chileno que murió mirando al sur con los ojos del alma. Se fue un talento de la comunicación. ( Y a mi, se me fue un amigo…).

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* Periodista español.

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